8M: el trabajo pendiente

Ngozi Okonjo-Iweala, economista nigeriana que trabajó por 25 años en el Banco Mundial y fue ministra de Finanzas de Nigeria en dos ocasiones, inició su mandato como nueva directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Curiosamente, lo que algunos medios consideraron como nota principal fue: “Esta abuela se convierte en la nueva jefa de la Organización Mundial del Comercio”, como señalaba el encabezado del periodo suizo Luzerner Zeitung. Mujeres líderes de Naciones Unidas y 124 embajadoras y embajadores en Ginebra firmaron una petición denunciando el lenguaje “ofensivo, sexista y racista” en un mundo “dominado por hombres caucásicos que son reverenciados por su experiencia y habilidades”, no por su descendencia.

Esto es una evidencia más de las desigualdades que las mujeres continúan enfrentando hoy, incluso aquellas que han logrado llegar a posiciones de liderazgo. Con el ascenso de Kamala Harris a la vicepresidencia de los Estados Unidos fueron de conocimiento público las declaraciones insultantes de altos perfiles de la política estadounidense, que caricaturizaron su llegada. Estos dos ejemplos son casos de interseccionalidades en las que mujeres sufren discriminación u opresión mayor por las múltiples identidades o pertenencias a múltiples categorías sociales.

En 2018, una entrevista que le realizaron a Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, en un programa australiano fue ampliamente criticada como sexista, porque el reportero insistía en describir a la mandataria como “atractiva”, por la innecesaria intromisión en su vida personal y el excesivo énfasis en su “simpatía”.  Ardern ha mostrado un estilo de liderazgo único al enfrentar crisis como la masacre de Christchurch o gestionar la pandemia contra la COVID-19; una líder que, al embarazarse y, ante el escrutinio público, se vio en la necesidad de aclarar: “estoy embarazada, no incapacitada”.

Claramente, llegar a posiciones de liderazgo no resuelve los retos que las mujeres enfrentan. Hasta hace poco, en Reino Unido, las ministras no podían acceder a una licencia de maternidad. Apenas la semana pasada, la Reina Isabel II promulgó una ley que lo permitía, pero antes de eso, estas funcionarias se veían obligadas a dejar su puesto. Esa medida se aprobó después de que la fiscal general estuviera a punto de dejar el cargo ante la llegada de su segundo hijo.

Y así podríamos evidenciar más casos de mujeres que enfrentan dificultades al llegar a espacios de toma de decisiones. De acuerdo con ONU Mujeres, a nivel mundial, sólo 22 países cuentan con mujeres como titulares de las jefaturas de Estado y de gobierno. Sólo el 21 por cierto de los ministerios están encabezados por mujeres y sólo 14 países han logrado la paridad en sus gabinetes. Sin embargo, persisten algunos estereotipos que concentran a la mayoría de las mujeres ministras en carteras vinculadas a los temas de familia, juventud, empleo, género o medio ambiente.

En el ámbito legislativo, la brecha a nivel global también es importante. Sólo el 25 por cierto de las personas que ocupan un lugar en los parlamentos son mujeres. En América Latina y el Caribe, Europa y América del Norte, en promedio, las mujeres detentan el 30 por ciento de los asientos. En África, Asia y Oceanía, es menos del 17 por ciento. La historia de los gobiernos locales es aún menos optimista, con sólo dos países a nivel global que han logrado la presencia de mujeres en el 50 por ciento.

En el sector privado, si bien se ha incrementado el número de mujeres en puestos directivos, aún queda mucho por hacer. De acuerdo con un análisis realizado por Mercer, entre más alto sea el cargo, menos mujeres hay. El 23 por ciento de las direcciones ejecutivas es ocupado por mujeres, mientras que representan el 47 por ciento del personal de apoyo, el 42 por ciento de profesionales y el 37 por ciento de gerencias.

México logró un avance importante en 2018, al alcanzar el 48 por ciento de presencia de mujeres en la Cámara de Diputados y el 49 por ciento en el Senado, con lo que se colocó como uno de los países con mayor representación parlamentaria. La reforma constitucional de 2019 estableció como obligación la integración paritaria de los poderes de la Unión, los partidos políticos, los órganos autónomos y cualquier otra entidad que ejerza funciones de autoridad a nivel federal, estatal y local. La política exterior feminista impulsada por la Cancillería también es una evidencia del compromiso para reducir y eliminar diferencias estructurales, promover los derechos de los grupos marginados y empoderar a las mujeres.

En el mismo seno de las Naciones Unidas se ha sentido la presión para impulsar liderazgos feministas con mayor ímpetu. En 2015, se hizo un llamado a los países a nominar mujeres para ocupar el cargo que por 75 años han ostentado hombres: la titularidad de la Secretaría General de la Organización. En ese momento se realizaron reformas para incrementar la transparencia y la inclusión del proceso de selección. No obstante, en 2021 no hubo tal llamado, lo que fue controversial.

Que las mujeres ocupen espacios de liderazgo no debe ser percibido como un simbolismo. Existe vasta evidencia de que la presencia femenina en la toma de decisiones tiene efectos positivos multiplicadores en la sociedad. Las brechas que existen en materia de género no se cerrarán por sí mismas, todos los actores de la sociedad tenemos la responsabilidad de reflexionar y tomar acción para atender la vulnerabilidad, eliminar las desventajas que enfrentan las mujeres frente a los hombres, evitar la tentación de politizar la causa feminista, romper los estereotipos y corregir conductas. Tanto en lo público como en lo privado, el reto es diario, no sólo en el Día Internacional de la Mujer.

 

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