Afganistán: Retrocesos y preocupaciones
Luego de 20 años de permanecer en Afganistán, en abril pasado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, informó que el ejército de su país se retiraría de territorio afgano.[1] La decisión llegó luego de años de discusión sobre el siguiente paso que tomaría el Gobierno estadounidense sobre su permanencia en aquel país. Durante la administración anterior, en febrero de 2020, el entonces presidente Donald Trump acordó con los talibanes que retiraría a sus tropas en tan solo 14 meses, a cambio, ellos se comprometerían a no permitir que grupos terroristas usen ese territorio como base de operaciones.
Desde mayo pasado, luego de escasas semanas del anuncio del repliegue, los talibanes iniciaron una campaña militar para tomar territorio bajo su control. Finalmente, el domingo 15 de agosto el grupo insurgente llegó a la capital del país, Kabul, el presidente Ashraf Ghani salió del país y ellos tomaron el Palacio de Gobierno.
La inminente llegada al poder de los talibanes ha aumentado las preocupaciones entre la comunidad internacional por los posibles efectos negativos que esta tendrá, principalmente, en la población local más vulnerable. En primer lugar, se esperan retrocesos en materia de Derechos Humanos de las mujeres, niñas y minorías étnicas y religiosas en todo el territorio afgano.
En segundo lugar, desde ya, se han reportado intentos masivos de la población para salir del país. Es posible que en poco tiempo se pueda hablar de una crisis migratoria regional que, incluso, podría tocar territorio europeo. Todo indica que, por el momento, las posibilidades de un proceso de transición pacífico que incluya un gobierno de unidad son escasas. En su lugar, es posible que se avecine una turbulenta etapa para Afganistán.
Retrocesos
En 1996, cuando los talibanes tomaron el control de Kabul instauraron un régimen con base en una interpretación ortodoxa, conservadora y estricta de la ley islámica. Entre otras cosas, mantuvieron vigentes distintas medidas evidentemente violatorias de los Derechos Humanos, entre ellas, castigos físicos, pena capital en plazas públicas, latigazos o incluso amputación de miembros, disposiciones que se aplicaban por delitos menores. Asimismo, eliminaron cualquier derecho para mujeres y niñas, entre ellos, a la educación. Las niñas dejaban de asistir a sus colegios a partir de los diez años y las mujeres debían portar una burka para cubrir íntegramente su cuerpo.[2]
Además, durante su régimen, los talibanes censuraron y en algunos casos erradicaron las expresiones culturales como el cine, la música y la televisión. Específicamente, en materia de conservación del legado histórico de Afganistán, durante el gobierno talibán se reportó la perdida de importantes piezas de arte antiguo, entre ellas, los Budas de Bamiyán, destruidos en 2001.[3]
Por tanto, se piensa que en los próximos meses esa situación regresará paulatinamente. Las dos décadas de progreso en materia de Derechos Humanos para las mujeres, niñas y sociedad civil en general podrían desaparecer de un momento a otro. Tan solo un día después de la toma de Kabul, las calles de la capital se vaciaron de mujeres por miedo a ser golpeadas por no cubrirse el cuerpo como los talibanes lo exigen o por salir sin un tutor masculino.[4]
Preocupaciones
Una de las principales preocupaciones de la comunidad internacional es que el posible nuevo gobierno en Afganistán provoque un éxodo de refugiados que intenten ingresar, principalmente, a las fronteras de Irán, Pakistán y Tayikistán, incluso, intentar llegar a Turquía o territorio europeo. Tan solo Turquía alberga ya a la población de refugiados más grande del mundo, compuesta principalmente por sirios e iraquíes que también han huido de la guerra en sus países. La posible llegada de afganos intentando alcanzar territorio europeo podría representar un enorme desafío migratorio para el Gobierno turco y las autoridades europeas.[5]
Las fotografías que llegan desde el aeropuerto de Kabul muestran la desesperación de la población afgana por salir de su país. La más impresionante seguramente sería una imagen que muestra un avión militar de carga con cerca de 640 personas en su interior. El avión, identificado como el C-17 Globemaster III de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, repleto de afganas y afganos tendría como destino Qatar.[6]
Las necesidades básicas de la nueva población desplazada, sumadas a los desafíos previamente existentes y las disputas políticas entre Turquía y la Unión Europea por la gestión migratoria, revelan la fragilidad del arreglo que ha permitido atender hasta ahora la crisis en la región. La posible ola de nuevos migrantes representará un enorme reto para las capacidades institucionales de los países involucrados.
Por otro lado, analistas afirman que con una oleada de migrantes afganos las preocupaciones en materia de seguridad se elevarían al suponer que entre los miles de ingresos se intenten filtrar terroristas para alcanzar nuevos territorios y cometer ataques en ellos. Aunque hasta el momento los talibanes se comprometieron a no permitir el desarrollo de grupos terroristas en Afganistán, lo cierto es que aún es dudoso que tan dispuestos están a constreñir a grupos que en otros momentos han fungido como sus aliados, entre ellos, Al Qaeda.[7]
Por ahora, los integrantes del grupo fundamentalista intentan mostrar una postura menos radical. Por ejemplo, ingresaron a la capital Kabul sin una ofensiva violenta. Aunque en gran parte se debió a que no hubo resistencia por parte de las fuerzas armadas afganas, ya había un mensaje previo del grupo talibán que pronosticaba un ingreso sin violencia. Asimismo, han intentado mostrar que están comprometidos con respetar los derechos que ya disfrutaban las mujeres y niñas en el país. Incluso, han afirmado que quieren mantener relaciones de paz con el resto del mundo, una visión mucho más pragmática y menos ideológica que lo conocida anteriormente. Pero parece que la población no confía en las palabras del grupo fundamentalista. Los 4.5 millones de habitantes de Kabul han intentado huir a la llegada de los miembros del grupo.[8]
¿Quién ganó la guerra?
El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos sufrió los ataques terroristas más significativos en lo que va del siglo, perpetrados por Al Qaeda, grupo terrorista liderado en ese momento por Osama Bin Laden. El entonces presidente estadounidense, George W. Bush, decidió invadir Afganistán porque se creía que los talibanes habían permitido que Bin Laden se refugiara ahí. En octubre de ese mismo año, tras la ofensiva militar de Estados Unidos, sus aliados internacionales y milicias locales, el gobierno de los talibanes cayó.[9]
Desde entonces, se promovió una transición hacia un gobierno democrático en el país, pero a la par, los talibanes continuaron activos en las regiones más apartadas y de difícil acceso, o incluso fuera del país. En esos lugares recónditos se organizaban los ataques terroristas contra la población civil afgana que han llenado nuestros televisores de imágenes desgarradoras. Los talibanes estuvieron tan activos que incluso todos recordamos el ataque en 2012 contra Malala Yousafzai, paquistaní y defensora del derecho de mujeres y niñas a la educación.[10]
Aunque el Talibán se ha mantenido vigente y cada vez más fuerte militarme, el presidente Biden ha declarado que Estados Unidos tenía el objetivo de neutralizar a Al Qaeda para así, mantener a salvo al territorio estadounidense de ataques terroristas. Su finalidad era neutralizar la amenaza terrorista que representaba Al Qaeda y Bin Laden. Sin embargo, el mes pasado expertos independientes informaron al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (CSONU) que Al Qaeda está activa en al menos 15 provincias afganas.[11]
Biden afirma que la llegada de los talibanes a Kabul es consecuencia de que “los líderes políticos de Afganistán se dieron por vencidos y huyeron del país”. Además, los militares depusieron las armas y no se resistieron al avance talibán, luego de dos décadas de capacitación e inversión de recursos (estimada en alrededor de 83,000 millones de dólares). Desde la perspectiva de Biden “la derrota” no es de Estados Unidos, sino de los liderazgos afganos.[12]
Durante su administración en la Presidencia de Estados Unidos, Barack Obama intentó construir un aparato de seguridad para Afganistán. Su objetivo era encontrar la manera de que Afganistán tuviese una estructura de seguridad que permitiera que, tras la retirada de Estados Unidos, se mantuviera la estabilidad. Sin embargo, todos los esfuerzos realizados hasta el momento no han funcionado. Incluso, algunos analistas revelan que el intento de construir una fuerza de combate sólida e independiente fracasó.[13]
A pesar de los esfuerzos y la inversión, la debilidad del ejército afgano se explicaría por la falta de atención y supuesta corrupción de las autoridades afganas. En los últimos meses, cuando las fuerzas armadas se enfrentaron a los talibanes, se quedaron sin armamento, alimento y apoyo aéreo, por lo que su derrota y el avance del grupo fundamentalista fue más rápido de lo esperado. Incluso, se reportaba que las fuerzas de seguridad ascendían a 300,000 elementos, pero en los últimos días se reveló que sólo una sexta parte de ellos se encuentran verdaderamente activos. Erigir un ejército secular bien entrenado y equipado al mando del Gobierno afgano hubiese fungido como herramienta disuasoria. En claro contraste, es evidente que el ejército afgano es incapaz de contener la fuerza de los talibanes sin el apoyo de las fuerzas estadounidenses.[14]
Lo problemático de la salida de Estados Unidos es que se ha percibido como una victoria de los talibanes y, en consecuencia, ha aumentado el fervor de grupos extremistas alrededor del mundo. Aunque no es precisamente una derrota para el ejército estadounidense, lo cierto es que es leído así por grupos hostiles. Con esto, no se espera un aumento de la actividad terrorista, pero si pudiese marcar un corte en la historia del terrorismo mundial y explicaría fenómenos futuros. Por ejemplo, la supuesta “victoria” podría atraer a cientos de simpatizantes hacia Afganistán y, en consecuencia, ese territorio se convertiría en refugio y base de grupos violentos y radicales ideológicamente.[15]
Aunque no hay un claro ganador, ni Estados Unidos ni los talibanes pueden afirmar que han obtenido el triunfo en la guerra, lo cierto es que sí hay perdedores. Las mujeres, las niñas, los niños, entre otros grupos minoritarios, resentirán en mayor medida la llegada de los talibanes al poder en Afganistán. La población civil es el gran perdedor de la interminable guerra en ese país. La comunidad internacional tendrá que velar por la seguridad de las y los afganos a través de la promoción de un arreglo político en paz que respete los Derechos Humanos de todas y todos. Desde el año pasado se iniciaron conversaciones en Doha, Qatar, entre los diversos actores en el conflicto, pero hasta el momento no se ha logrado concretar un acuerdo final de transición.
El CSONU, órgano en el que México ocupa un lugar no permanente, ya pidió conversaciones para formar un nuevo gobierno en el país. Incluso, se hizo un llamado a “utilizar todas las herramientas a su disposición” para reprimir una amenaza terrorista global de Afganistán y garantizar el respeto de los Derechos Humanos.[16] Por ahora, no queda más que pugnar para que las iniciativas internacionales de diálogo surtan efecto y se proteja la integridad del pueblo afgano, con atención prioritaria a los grupos más vulnerables.
Fuentes
[1] Ryan, M. y DeYoung, K. (13 de abril de 2021). “Biden will withdraw all U.S. forces from Afghanistan by Sept. 11, 2021”. The Washington Post. (16 de Agosto de 2021). https://wapo.st/2W5RB52
[2] El País. (16 de agosto de 2021). “¿Qué está pasando en Afganistán? Las claves de la ofensiva talibán”. El País. (16 de agosto de 2021). https://bit.ly/3smMZTY
[3] Ídem.
[4] Graham-Harrison. (16 de agosto de 2021). “‘There are no women in the streets’ – the day life changed in Kabul”. The Guardian. (16 de agosto de 2021). https://bit.ly/2W31znN
[5] Mathieson, R. (15 de agosto de 2021). “What’s Next for Afghanistan Under the Taliban”. Bloomberg. (16 de Agosto de 2021). https://bloom.bg/3yUhu65
[6] El País. (17 de agosto de 2021). “Huida de 640 afganos a bordo de un solo avión”. El País. (16 de agosto de 2021). https://bit.ly/3yPGM5r
[7] Mathieson, R. (15 de agosto de 2021).
[8] Salahuddin, S. (15 de agosto de 2021). “El Gobierno afgano se desmorona tras la llegada a Kabul de los talibanes”. El País. (16 de agosto de 2021). https://bit.ly/3sp4P8N
[9] Maizland, L. (3 de agosto de 2021). “The Taliban in Afghanistan”. Council on Foreign Relations. (16 de agosto de 2021). https://on.cfr.org/3CXA7IG
[10] Ídem.
[11] Ídem.
[12] BBC. (16 de agosto de 2021). “Biden defends ‘messy’ US pullout from Afghanistan”. BBC. (16 de agosto de 2021). https://bbc.in/3k1DxSb
[13] Gibbons-Neff, T., Abed, F., y Hassan, S. (16 de agosto de 2021). “The Afghan Military Was Built Over 20 Years. How Did It Collapse So Quickly?”. The New York Times. (16 de agosto de 2021). https://nyti.ms/3k0NJKT
[14] Ídem.
[15] Kittleson, S. (1 de agosto de 2021). “Taliban victory in Afghanistan could inspire terrorists, armed groups throughout Middle East”. Al-Monitor. (16 de agosto de 2021). https://bit.ly/3jYBWwE
[16] Gladstone, R. y Fassihi, F. (15 de agosto de 2021). “The U.N. chief urges the Security Council to ‘use all tools’ to help Afghanistan.”. The New York Times. (16 de agosto de 2021). https://nyti.ms/3sn22wQ