Nuestra odisea
Odiseo tardó veinte años en regresar a Ítaca. Pasó una década luchando en Troya y le tomó otra más regresar a su hogar. Enfrentó todo tipo de tentaciones y peligros.
La ninfa Calipso le prometió la inmortalidad, siempre y cuando se quedara en su isla y renunciara al deseo de regresar a casa. Ya cerca de Ítaca, su tripulación abrió la bolsa que contenía los vientos del Oeste, desatando una tormenta que los alejó nuevamente de su tierra y los dejó sin esperanzas de regresar. Polifemo, hijo del dios Poseidón, devoró a muchos de sus compañeros de viaje; otros tantos fueron asesinados por gigantes antropófagos.
La hechicera Circe lo embrujó para retenerlo un año en su isla, y —justo antes de llegar a Ítaca— se encontró con las sirenas. Lo que quedaba de su tripulación se tapó las orejas con cera, y él fue amarrado al mástil de la embarcación, para no sucumbir al canto de esas criaturas.
Ya en Ítaca, Odiseo no gozó de felicidad inmediata, a pesar de encontrarse en su hogar. Tuvo que enfrentarse con todos los que intentaban apropiarse de su reino y casarse con Penélope, su esposa. Pudo haber desistido, pero saber que había llegado al puerto que tardó tantos años en alcanzar le dio la fuerza para poner en marcha un plan, con el fin de que la tranquilidad y la normalidad regresaran a su tierra, lo que finalmente logró con mucha dificultad.
La de Odiseo es una historia de adversidad, pero también de cuán relevantes son la perseverancia y el no perder de vista el objetivo final. Es, asimismo, un ejemplo de lo importante que es contar con personas dispuestas a colaborar para alcanzar una meta: sin la ayuda de Atenea, de otras divinidades y de una decena de personajes, el guerrero nunca hubiera llegado a Ítaca. La soledad habría convertido a cualquiera en un náufrago, impidiendo la añorada vuelta al hogar.
Hace casi un cuarto de siglo me uní al movimiento encabezado por el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador. Desde que ganamos la gubernatura de Zacatecas hasta lograr que el proyecto encabezado por él llegará a la Presidencia pasaron exactamente veinte años, una odisea en la que enfrentamos de todo, y en la cual la vida misma impidió que muchas de las personas que nos acompañaban pudieran ver cristalizado el anhelo de iniciar la construcción de un país más justo y equitativo. Fue un camino lleno de dificultades, tropiezos y amenazas, pero ni por un momento perdimos la esperanza de cumplir nuestro objetivo de transformar la vida pública de México.
No obstante, la llegada del movimiento al poder, como el arribo de Odiseo a Ítaca, no implicó un cambio inmediato. Desde entonces hasta ahora, hemos seguido enfrentando resistencias y reacciones. No hay cíclopes, hechiceras o sirenas, pero sí quienes intentan convertir las diferencias naturales al interior de nuestro movimiento en herramientas para dividir, para evitar que cumplamos nuestro objetivo.
Siempre me mantendré del lado del presidente, porque hacerlo es estar del lado de la historia. Podrán ser muchos los retos y las dificultades, pero nunca abandonaré la lucha que iniciamos hace más de dos décadas, porque, como Homero bien lo señaló: “Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga”.
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