Su lucha
“La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común”. Éste es el primer artículo que Olympe de Gouges adaptó de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, para redactar la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, como un acto para hacer valer frente a la ley la igualdad de derechos entre mujeres y hombres.
Clara Zetkin fue una de las mujeres que encabezaron la lucha de finales del siglo XIX y principios del XX para el reconocimiento de los derechos laborales de las mujeres. El 8 de marzo de 1857, trabajadoras de la industria textil sentaron un precedente importante, al marchar en la ciudad de Nueva York exigiendo salarios más justos y condiciones laborales más humanas. Esta causa hermanó a millones de mujeres alrededor del mundo, y en 1910 hubo una reunión en Dinamarca para decretar el primer Día Internacional de la Mujer.
Zetkin fue una de las principales organizadoras de aquella histórica conferencia a la que acudieron mujeres de 17 países. Para ella, la lucha por la igualdad laboral resultaba fundamental, y afirmaba que “Lo que hizo el trabajo de la mujer especialmente atractivo para los capitalistas no sólo era su precio más bajo, sino también la mayor sumisión de la mujer”. Hasta el día de hoy, la brecha salarial entre mujeres y hombres sigue vigente, y las causas de aquellas que por primera vez salieron a marchar en 1857 para exigir la igualdad salarial aún son latentes.
Emmeline Pankhurst, líder del movimiento sufragista británico, escribió en 1914, en su libro Mi propia historia, la siguiente frase: “Estamos aquí no porque seamos transgresoras de la ley; nos encontramos aquí con nuestros esfuerzos para convertirnos en hacedoras de leyes”. En el Reino Unido, las mujeres obtuvieron su derecho al voto en 1918, pero la influencia de Pankhurst se extendió a Estados Unidos, en donde esta facultad se instaló en 1920.
En México, gracias a la lucha de Elvia Carrillo Puerto, Hermila Galindo y Esther Chapa, entre muchas otras, el agravio de no permitir el voto de las mujeres llegó a su fin en 1947. Siete años después, en 1954, Aurora Jiménez, la primera diputada federal, fue electa en el país, y en su discurso de toma de protesta señaló: “Comparto desde luego esta distinción memorable con todas las mujeres de mi patria y con ellas también comparto la gran responsabilidad que pesa sobre nuestra conducta, al habérseme otorgado la plenitud de los derechos políticos”.
La paridad de género en la participación política en México avanzó notoriamente durante este siglo, pero aún existen espacios de toma de decisión y de relevancia política cooptados por la participación masculina en los que el techo de cristal no termina de romperse.
Éstas y otras múltiples causas nutrieron la lucha feminista que durante siglos ha pugnado por la igualdad. Sus voces y representantes diversas y numerosas, así como sus mensajes profundos y atemporales deben invitarnos a procesos continuos de reflexión que no estén limitados a un solo día; a saber escuchar y a comprender que su lucha no busca una concesión, sino el respeto y la tutela de sus legítimos derechos.
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