El negocio de salvar al mundo

No siempre todo es lo que aparenta. Muchas veces, los discursos muestran deliberadamente un aspecto de la realidad para ocultar otros. Esa falta de congruencia es la que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado como la auténtica doctrina del conservadurismo, porque bajo el pretexto de buscar el bien común se han realizado negocios privados multimillonarios entre el poder político y el económico, mediante actos de corrupción, algo que resulta especialmente preocupante en sectores como el energético, que se considera estratégico para el desarrollo nacional y, al mismo tiempo, contribuye a la crisis ambiental que afecta al planeta entero.

El discurso conservador dice que el presidente AMLO se equivoca al invertir en la extracción y refinación de combustibles fósiles en busca de la autosuficiencia, en lugar de destinar esos recursos al desarrollo, la adquisición y otros convenios relacionados con las energías renovables, sin advertir que en los últimos años la estrategia de países desarrollados, como Estados Unidos, Rusia y Canadá, ha sido incrementar su producción de petróleo, especialmente tras la crisis económica de 2008, por su importancia vital para el funcionamiento de sus sociedades.

Otro aspecto que normalmente se deja de lado al hablar del impacto ambiental de la generación de energía a nivel global es que son precisamente las naciones desarrolladas las mayores responsables de la emisión de gases de efecto invernadero.

En un informe publicado este año por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y la Organización Meteorológica Mundial queda de manifiesto que las regiones del mundo que generan más de esas emisiones son América del Norte, Europa y Asia oriental, las cuales son responsables en su mayoría de la industria y el uso de combustibles fósiles, mientras que en la región de Latinoamérica y el Caribe este tipo de emisiones corresponden al cambio de uso de suelo y la silvicultura.

Si bien es cierto que la emergencia climática exige los mayores esfuerzos nacionales y la cooperación internacional para lograr la transición energética, también lo es que el capital de los países desarrollados ve en este giro una oportunidad de negocios que puede dar pie a irregularidades que ya se han visto en México. Baste recordar el escándalo de corrupción que se suscitó al darse a conocer una red internacional de sobornos para modificar la Constitución Federal, con el fin de entablar negocios en el ramo energético.

En este sentido, la visita a Palacio Nacional de John Kerry, enviado especial presidencial de Estados Unidos para asuntos climáticos, se llevó a cabo en un ambiente de diálogo abierto y respeto mutuo, pero también en el entendido de que la apertura del sector energético a la inversión privada no se debe realizar bajo presiones de ningún tipo y sí con pleno respeto a la soberanía nacional. Tal fue el mensaje conjunto del presidente López Obrador y el Congreso de la Unión, al reservar la explotación del litio a un organismo público, por ser considerado este mineral como estratégico para la transición energética.

Con una óptica de responsabilidad compartida, pero poniendo especial atención en los sectores y países que más daño causan al medio ambiente, la integración económica y la cooperación bilateral México-Estados Unidos cuenta con condiciones inéditas para el desarrollo de modelos de negocio con compromiso social y verdadero interés por el destino común de la humanidad.

 

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