Diálogo en la calle de Corregidora

Rousseau, Montesquieu y Fouché se encuentran frente al número 8 de la palaciega calle de Corregidora, en el centro de México.

Rousseau: Esa idea de elegir jueces de manera indirecta o mediante las cámaras legislativas, sin ser tocados por el pétalo de una boleta electoral, es la mejor vía para tener juzgadores insensibles e impermeables a las injusticias cotidianas. Con la elección indirecta, la autonomía se traduce en opacidad; la independencia, en cofradía, y la integridad, en corrupción.

Montesquieu: Pero tu visión es peor. Que los jueces sean electos por el voto popular, secreto y directo, como lo son los legisladores y el ejecutivo, es pavimentar el camino a la partidización y la politización de la justicia. Es entregar la Corte a la partidocracia y al populismo: dos cánceres de la democracia contemporánea.

Rousseau: Y el sistema actual, por el que los jueces son electos de manera mancomunada por legisladores y el ejecutivo, ¿no los hace dependientes de unos y del otro? Ese es precisamente el origen de los jueces de consigna. Si los jueces tienen que responder ante alguien, que sea ante los ciudadanos o el pueblo, y no ante padrinos políticos o mecenas económicos.

Fouché: ¿Recuerdan la obra Los Miserables? La justicia no tiene que ver con el método de selección de jueces, sino con los valores con que éstos son formados. El perdón, la piedad, la bondad o la justicia no los dan las leyes ni las instituciones, sino la educación, la civilización y la cultura. El juez que es derecho no se dobla ante ningún poder. El juez que es miserable tuerce hasta la Biblia.

Rousseau: Se cuida más el juez que sabe que puede ser juzgado por el pueblo, que aquel que debe su cargo al cuatismo o al cuotismo.

Fouché: Pero un juez electo por el pueblo estará al mismo nivel y rango que un legislador y un ejecutivo. Y la humana tentación de reemplazarlos y someterlos estará a flor de piel… Y si ganan más que las autoridades electas, habrá razones de muchos pesos para sentirse superiores a los otros dos poderes.

Rousseau: Es que justo desde allí nace el desequilibrio entre poderes, desde las remuneraciones que reciben. Justicia laboral es “A trabajo igual, salario igual”, y la verdad que ni yo ni el pueblo creemos que los ministros trabajen más que un ejecutivo o un legislador electo, como para que ganen dos o tres veces más que sus pares.

Montesquieu: Ese es el problema de tu inclinación por las urnas, Rousseau. Los jueces no son pares, son nones, respecto a los otros poderes; sólo entre nones, no entre pares, funciona la separación y el equilibrio de poderes.

Rousseau: Dejarías de ser hijo de la nobleza… Ya afloraron tu clasismo, racismo y oligarquismo.

Fouché: Lamentablemente, ustedes dos olvidan de qué están hechos los seres humanos. La ambición, la avaricia y la venganza son el alimento tenebroso que nutre a quienes ocupan los tres poderes.

¿Recuerdan el episodio aquel entre Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias? Ambos pasaron por las urnas: uno para presidente de la República, el otro para presidente de la Suprema Corte. Pues Iglesias invalidó la presidencia de Lerdo precisamente amparando a un ciudadano que alegó “fraude electoral” en la elección de Lerdo. ¿Y quién estuvo atrás del quejoso? El mismísimo Iglesias, que así se cobró una afrenta de Lerdo cuando fueron ministros. Desde entonces, a la Corte le da urticaria cuando tiene que conocer de fraudes electorales y de todo lo que huela a elección popular… ¿Quieren que se los cuente otra vez?

 

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