Juventudes desencantadas, democracias en peligro: lecciones de Europa para el mundo

El panorama político en Europa está cambiando. Los movimientos de derecha radical no sólo han ganado más fuerza, sino que también sus ideas han encontrado eco en las generaciones más jóvenes. Para dar cuenta del avance de la derecha radical basta con ver las elecciones del año pasado del Parlamento Europeo, cuando los grupos políticos de derecha y extrema derecha se hicieron del 26% de los escaños.[i] Parecería un porcentaje modesto, pero tengamos en cuenta que representaban el 8.7% en 2004 y, desde entonces, estos grupos no ha hecho más que crecer.[ii]

El pasado 10 de abril, tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre este fenómeno en el conversatorio “El auge de la derecha radical en Europa y sus consecuencias para la democracia”, celebrado en la Cámara de Diputados con la valiosa colaboración del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales de España. En esa ocasión, subrayé que el resurgimiento de estos movimientos —que cuestionan los valores del pluralismo, la tolerancia y el Estado social y democrático de derecho— representa uno de los fenómenos políticos más preocupantes de nuestro tiempo y merece toda nuestra atención.

Un aspecto especialmente inquietante es que buena parte del respaldo a estas agrupaciones proviene de los sectores más jóvenes del electorado. Son los jóvenes, sobre todo hombres, quienes desde 2010 han aumentado significativamente su simpatía por las corrientes de derecha y extrema derecha.[iii] Es decir, existe una brecha con respecto a las mujeres del mismo grupo de edad, quienes han mantenido su distancia de este espectro político. Por ejemplo, durante la elección del Parlamento Europeo del año pasado, el 21% de los varones de entre 16 y 29 años votaron por la extrema derecha, 7% más que las mujeres en el mismo rango de edad.[iv] Esta brecha es más amplia en comparación con los grupos de entre 30-64 años y mayores a 65 años, donde la brecha es cercana al 3.5% para ambos casos.[v]

Este tema, aunque geográficamente distante, resuena con fuerza en nuestras propias realidades y con el futuro de la democracia en el mundo. Resulta preocupante porque, como lo he señalado en otras ocasiones, el ascenso de estas expresiones políticas no es sólo un fenómeno electoral o coyuntural; se trata de movimientos que cuestionan los fundamentos del Estado social, democrático y de derecho.[vi] No es casualidad que sus principales banderas estén orientadas a debilitar las instituciones que garantizan la igualdad, el pluralismo y la convivencia democrática. Su narrativa se construye a partir del miedo, la intolerancia y la búsqueda de enemigos internos o externos a los cuales responsabilizar de los problemas sociales y económicos.

La presencia de estos movimientos es visible en Alemania, Francia, Hungría, Croacia, República Checa, Italia, España, el Reino Unido, entre otros, pero también en América Latina, donde ya han alcanzado el poder en países como Brasil –en el pasado–, El Salvador y Argentina. También hay una fuerza representativa de esta formación política en Chile. Y el hecho de que sus ideas estén permeando con mayor fuerza entre las y los jóvenes preocupa por dos razones. Primero, porque se trata de una generación que crecerá y ocupará espacios de decisión en las próximas décadas. Segundo, porque detrás de este giro hacia la derecha radical subyace una visión de mundo que desprecia la diversidad, rechaza a las minorías y pretende imponer un orden social excluyente. Como lo he escrito antes, estas organizaciones buscan gobernar a partir de ideas de supremacismo étnico, del rechazo a las minorías migrantes, sexuales, de género o lingüísticas, y del intento de relegar a las mujeres a un papel secundario en la vida pública.[vii]

Más preocupante aún es que estas corrientes políticas recurren con frecuencia a prácticas autoritarias: la censura, la intimidación, la intolerancia y la supresión del disenso son elementos centrales de su acción política. Es decir, no estamos sólo ante un debate ideológico, sino ante un proyecto que pretende debilitar las bases mismas de la democracia.

Pero ¿qué explica este fenómeno? ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Qué explica que, en pleno siglo XXI, las juventudes europeas —tradicionalmente asociadas con causas progresistas como el combate al cambio climático, la justicia social o la expansión de derechos— estén ahora inclinándose por partidos y movimientos de extrema derecha? La respuesta no es sencilla, pero sí tiene algunas claves evidentes.

En primer lugar, existe una creciente frustración entre los jóvenes frente a las condiciones económicas que enfrentan. Las nuevas generaciones están viviendo peor que sus padres. El desempleo juvenil (15-24 años) en algunos países de Europa sigue siendo un problema. Aunque en 2023, por ejemplo, alcanzaba el 13.8% en promedio dentro de la Unión Europea, en España o Grecia superaba el 27%, mientras que en Italia alcanzó el 21% y en Suecia el 19%.[viii] A esto se suma un contexto de crisis de vivienda, salarios estancados y aumento del costo de vida.

Este malestar económico está alimentando una juventud que ya no necesariamente se identifica con los partidos tradicionales. Los jóvenes sienten que los gobiernos han incumplido sus promesas y que sus problemas no son escuchados ni atendidos con seriedad.[ix] En este contexto, los discursos de las derechas radicales, aunque profundamente equivocados y peligrosos, logran conectar con un sentimiento real de desafección y hartazgo. No es que todos los jóvenes que votan por estos partidos compartan plenamente su agenda xenófoba o antiinmigrante. En muchos casos, lo que comparten es la sensación de que las élites actuales han fracasado y que es necesario un cambio radical, aunque esto signifique abrazar proyectos políticos intolerantes y antidemocráticos.

Resulta algo paradójico que este giro político se produzca en un momento donde, en términos económicos generales, Europa ha logrado superar algunas de sus peores crisis. La inflación ha bajado y las consecuencias más duras de la pandemia han quedado atrás.[x] Pero las heridas sociales y económicas de esos años no han sanado del todo. Y para una generación que creció en medio de incertidumbres, precariedades y promesas incumplidas, el resentimiento y la desconfianza hacia las instituciones persisten.

Ahora bien, ¿por qué los hombres jóvenes están votando crecientemente por opciones de derecha radical? Esto es un hecho preocupante porque puede convertirse en una tendencia generacional con efectos duraderos en la política europea. Los análisis atribuyen este fenómeno a una combinación de factores culturales, económicos y de valores. Por un lado, los hombres jóvenes que apoyan a estas derechas suelen tener actitudes más autoritarias, menos progresistas en temas de igualdad de género y diversidad, y una preferencia por priorizar el crecimiento económico por encima de políticas ambientales o sociales.[xi] Es decir, existe un choque generacional y cultural en torno a las nuevas normas sociales y las transformaciones que las sociedades europeas han vivido en las últimas décadas.

Pero también existe un componente de identidad y pertenencia. Frente a un mundo que les resulta incierto —económicamente más difícil, socialmente más diverso, culturalmente más abierto— muchos hombres jóvenes encuentran en los discursos de las derechas radicales un espacio de refugio, un lugar donde se reafirman ideas tradicionales de poder, jerarquía y orden.[xii]

Lo más inquietante es que esta inclinación política no parece ser un fenómeno pasajero. Los estudios advierten que las primeras experiencias de voto y las actitudes políticas adquiridas en la juventud suelen perdurar a lo largo del tiempo.[xiii] Es decir, lo que hoy observamos en los jóvenes hombres europeos podría trasladarse, en unos años, a los grupos de mayor edad, consolidando un electorado más inclinado hacia las derechas radicales y alimentando los riesgos de retroceso democrático.

Por eso es indispensable mirar este fenómeno no con desdén o simplificación, sino con preocupación. Si las fuerzas democráticas no logran entender las razones profundas detrás de este desencanto —y sobre todo, si no logran construir respuestas creíbles a las demandas de estas juventudes— el espacio será ocupado por quienes, desde el autoritarismo y la exclusión, prometen soluciones tan simples como peligrosas.

Las consecuencias de este giro político no deben subestimarse. La experiencia internacional muestra que el ascenso de las derechas radicales suele ser el primer paso de procesos más profundos de deterioro democrático. Los procesos de autocratización rara vez comienzan con un golpe visible a las instituciones electorales. Por el contrario, los gobiernos con tendencias autoritarias suelen iniciar debilitando las libertades de prensa, las expresiones críticas desde la academia y la capacidad de organización de la sociedad civil.[xiv]Es decir, primero se restringen las voces incómodas, se controla la narrativa pública, y se desincentiva el debate plural y tolerante. Posteriormente, cuando estos espacios ya han sido erosionados, es cuando las reglas del juego electoral comienzan a alterarse de manera más abierta.

La historia reciente de países como Hungría, Polonia, Türkiye o Brasil confirma este patrón. Lo que comenzó como un giro conservador impulsado por sectores descontentos terminó derivando en gobiernos que atacan frontalmente a periodistas, universidades, organizaciones civiles y opositores políticos. El riesgo para Europa —y para cualquier otra región que observe con preocupación estos procesos— es claro: si no se atienden las causas de fondo que explican el desencanto juvenil, si no se reconstruyen los canales de representación democrática y si no se defienden las libertades fundamentales desde el inicio, los movimientos de derecha radical pueden avanzar sin freno hasta poner en riesgo la calidad misma de la democracia. Las lecciones están ahí. Lo que está en juego no es sólo el resultado de una elección, sino la vitalidad de nuestras sociedades abiertas, plurales y libres.

Frente a este panorama, es necesario reconocer que el avance de las derechas radicales en Europa —y su creciente popularidad entre los hombres jóvenes— no es un fenómeno aislado ni exclusivo de aquel continente. Se trata de una tendencia global que refleja el profundo malestar de amplios sectores de la población, frente a un sistema que perciben como lejano, ineficaz y poco sensible a sus problemas cotidianos. El riesgo es evidente: cuando las fuerzas democráticas no logran dar respuestas creíbles a las demandas sociales, son otros quienes llenan ese vacío —aunque lo hagan desde la intolerancia, la exclusión y el autoritarismo.

Por ello, más que descalificar o ignorar estas expresiones, corresponde a quienes creemos en la democracia, en la igualdad y en las libertades replantear nuestras estrategias. Escuchar a las juventudes, comprender sus inquietudes y construir proyectos incluyentes que les devuelvan la esperanza en las instituciones democráticas es hoy una tarea impostergable. La historia nos enseña que el autoritarismo no llega de un día para otro. Se instala poco a poco, debilitando derechos, erosionando libertades y fracturando el tejido social. Evitar que ese escenario se repita exige no sólo defender la democracia en el discurso, sino trabajar todos los días para hacerla real, tangible y cercana para quienes más la necesitan. Especialmente para las nuevas generaciones.

[i] Me refiero a Patriotas por Europa, Conservadores y Reformistas, y Grupo Europa de las Naciones Soberanas.

[ii] García, P. y Ferrándiz, J. (2024). El auge de la extrema derecha en Europa, en datos. Diario Es. Disponible en: https://www.eldiario.es/internacional/auge-extrema-derecha-europa-datos_129_11395177.html

[iii] Milosav, Ð., Dickson, Z., Hobolt, S. B., Klüver, H., Kuhn, T., & Rodon, T. (2025). The youth gender gap in support for the far right. Journal of European Public Policy. Advance online publication. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13501763.2025.2481181

[iv] Ibid

[v] Ibid

[vi] Monreal, R. (2024). La amenaza de la ultraderecha. Ricardo Monreal Ávila. Disponible en: https://ricardomonrealavila.com/la-amenaza-de-la-ultraderecha/

[vii] Ibid

[viii] Woods, N. (2024). Why young Europeans are embracing the far right. Blavatnik School of Government. Disponible en: https://www.bsg.ox.ac.uk/blog/why-young-europeans-are-embracing-far-right

[ix] Ibid

[x] Vinocur, N., & Goury-Laffont, V. (2024). Europe’s ‘foreigners out!’ generation: Why young people vote far right. Politico. Disponible en: https://www.politico.eu/article/far-right-europe-young-voters-election-2024-foreigners-out-generation-france-germany/

[xi] Milosav, Ð., Dickson, Z., Hobolt, S. B., Klüver, H., Kuhn, T., & Rodon, T. (2025). The youth gender gap in support for the far right. Journal of European Public Policy. Advance online publication. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13501763.2025.2481181

[xii] Ibid

[xiii] Ibid

[xiv] Hellmeier, S., Cole, R., Grahn, S., Kolvani, P., Lachapelle, J., Lührmann, A., Maerz, S. F., Pillai, S., & Lindberg, S. I. (2021). State of the world 2020: Autocratization turns viral. Democratization, 28(6), 1053–1074. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13510347.2021.1922390​

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