El golpe de timón

El del domingo pasado posiblemente pasará a la posteridad como uno de los informes presidenciales más significativos de nuestra historia. No solamente porque se da en medio de una crisis sanitaria y económica, sino por el encarnizado debate que se ha generado a su alrededor, algo que, lejos de ser malo, es propio de una democracia en la que se respeta la libertad de expresión, pero no por ello deja de llamar la atención la rapidez y la furia con la que reaccionaron algunos sectores de la opinión pública.

 

Desde el aislamiento, millones de mexicanas y mexicanos escuchamos el mensaje presidencial. También desde el confinamiento, un ejército de críticos acérrimos al mandatario estaban listos, con las laptops encendidas y sus celulares preparados, contando que sus argumentos no excedieran los 280 caracteres de Twitter.

Y es que el informe presidencial y la crisis por COVID-19 se dan en un momento en que el país experimenta un cambio de régimen que implica la reconfiguración de las medidas económicas que se toman para superar un reto del tamaño del que actualmente enfrentamos.

Pero la crisis del COVID-19 llega también en el momento en que las estructuras del antiguo régimen siguen existiendo, y quienes se beneficiaban de ellas se niegan a aceptar que las decisiones se tomen de manera democrática, buscando el bien de la mayoría y no privilegiando intereses. En ese contexto se tienen que evaluar las reacciones al informe presidencial y a la presentación de medidas para hacer frente a la crisis por el nuevo coronavirus.

Primero empezaron las críticas más superficiales, como el hecho de que el presidente haya pronunciado su mensaje en el patio vacío de Palacio Nacional y no desde su oficina. Aunque es una crítica vana, sirve como ejemplo para notar que en estos momentos los grupos reaccionarios encontrarán siempre una excusa para criticar cualquiera de las decisiones y acciones que tome el gobierno.

Pero convendría señalar que en estos momentos el hecho de que el presidente haya pronunciado su discurso en un patio vacío tiene un simbolismo importante: más allá de las medidas de sana distancia, evidencia que no se dirigía a un sector específico de la sociedad, pues si bien no todo México cabía en el recinto, el presidente, desde ahí, le hablaba a cada mexicana y mexicano.

Después vinieron las críticas sobre las medidas anunciadas en materia económica, y es aquí donde tenemos que hacer un doble clic. La velocidad exponencial con la cual la pandemia por COVID-19 se ha exacerbado ocasiona que nos enfoquemos en el futuro inmediato, para preguntarnos qué va a pasar y cómo lo vamos a superar. Ningún país estaba preparado para un golpe de esta naturaleza y ningún mandatario o mandataria tenía un plan bajo la manga para hacerle frente.

Lo que sí estaba presente desde antes de la aparición del coronavirus SARS-CoV-2 eran las estructuras tambaleantes del neoliberalismo que han pretendido aprovechar esta crisis para volver a ganar importancia. Desde los años ochenta del siglo XX, en tiempo de crisis, el neoliberalismo desplazó a la política y a la democracia, para encargarse de dictar a los países todo tipo de políticas, incluso la de los rescates financieros. El referente más cercano a nivel mundial es la crisis financiera de 2008, a partir de la cual surgieron varios replanteamientos al modelo y distintas formas de entender posibles y nuevas realidades.

La crisis de 2008 ha servido como un comparativo para tratar de dimensionar el impacto económico que generará la pandemia por COVID-19, y también una muestra de cómo se realizó el rescate financiero en aquel momento y cuáles fueron las implicaciones negativas que trajo en algunos casos. El mejor ejemplo de esto es Grecia.

Los rescates económicos: el caso de Grecia.

 

El problema principal de los rescates económicos es que, al final del día, los recursos que se brinden se tienen que reponer de alguna forma. La deuda no se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Y un principio básico de la termodinámica del endeudamiento suele ser convertir la deuda de unos cuantos, en deuda de todos, pasando de la crisis del endeudamiento de individuos a las crisis del endeudamiento de los Estados soberanos.

Esto sucede aun si el rescate económico no es, en apariencia, para beneficio de unas pocas personas, sino con la intención de apoyar a todas, y un caso emblemático de esta situación es lo sucedido en Grecia.

Cuando ese país recibió su primer paquete de rescate económico en 2010, con la idea de favorecer a toda su población y apoyar en el proceso de consolidación económica, se estableció que a través del rescate se regresaría a la normalidad y al acceso de los mercados financieros en poco menos de dos años, pero hicieron falta en realidad seis años y otros dos rescates económicos en el camino para que esto sucediera.

Más aún, el rescate que recibió estaba propuesto para aliviar las presiones fiscales del país helénico, pero en realidad éste terminó por entrar en una profunda crisis que hoy en día lo mantiene mucho más endeudado que antes de los rescates económicos tan promovidos.

 

Gráfica 1. Deuda pública de Grecia

Fuente: Eurostat, 2020.

 

Y no sólo se ha incrementado la deuda griega después de los rescates, sino que estos tampoco han garantizado que efectivamente la economía helénica goce de mucha mayor salud y dinamismo, o que inclusive la población cuente con mayores oportunidades de vida.

De hecho, desde el primer rescate económico del 2009, la tasa de desempleo en Grecia ha pasado de un 8.6% a una insufrible tasa del 21.5%, al tiempo que su economía ha entrado en una contracción profunda y severa, que ha provocado que hoy su economía valga 30% menos de lo que valía en 2009.

 

Gráfica 2. Tasa de desempleo y PIB corriente de Grecia

 

Fuente: Eurostat, 2020.

En términos de bienestar para la población, la historia tampoco es diferente. El PIB per cápita del país en poder de paridad de compra (que aproxima el nivel de vida de la población) también se ha deteriorado hasta un 26 %, mientras que el índice de Gini se mantiene alrededor de las 0.32 unidades, sin ningún efecto pleno de los rescates económicos, sugiriendo que un rescate económico por sí mismo no puede ser garantía de nada.

Y no sólo pasa esto con Grecia. Los denominados países PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) que también entraron en crisis durante estos años y requieren recursos extraordinarios en forma de rescates económicos, se encuentran en una situación muy similar, y todas estas economías han mostrado un mucho peor desempeño al paso de los años, aun cuando el propósito de los rescates económicos era justamente la de aliviar esta presión.

 

Gráfica 3. PIB per cápita en PPP de los PIGS

Fuente: Eurostat, 2020.

El Fobaproa.

Un ejemplo más cercano para México de este tipo de situaciones es lo que pasó en los años noventa del siglo pasado, tras la caída y el rescate del sistema bancario nacional. Durante la crisis de 1995, el gobierno federal decidió intervenir adquiriendo la cartera vencida de los bancos, para rescatarlos con fondos públicos a través del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa).

El costo del Fobaproa se concentró principalmente en el rescate de seis bancos: Serfin, Inverlat, Banpaís, Unión, Cremi y Bancrecer, los cuales consumieron en conjunto alrededor del 68.9 % del costo fiscal del programa y aproximadamente el 60 % del rescate bancario.

De acuerdo con el Informe Integral sobre las Fiscalización del Rescate Bancario, entre 1995 y 1997 se generó un apoyó al sector bancario por 3 mil 216.6 millones de pesos, y al término de 1998 se pudo observar que el rescate bancario había costado alrededor de 538.7 mil millones de pesos, lo equivalente a cerca de 9 puntos del PIB en aquellos años.

A partir de entonces, la deuda heredada del Fobaproa ha crecido prácticamente año con año, y al cierre de diciembre de 2019 representó una deuda acumulada por un billón de pesos, lo que quiere decir que prácticamente en las últimas dos décadas la deuda del Fobaproa se duplicó.

 

Gráfica 4. Deuda del Fobaproa

Fuente: Estados financieros del IPAB, 1999-2019; 2020.

 

Si midiéramos esta cifra en relación con la población del país, podríamos asegurar que, desde el momento de su nacimiento, cada habitante del país nace con una deuda cercana a los 8,000 pesos sólo por el rescate bancario, es decir, incluso sin que una persona goce de las bondades que ofrece el sistema financiero, o peor aún, si la persona no cuenta con un empleo, educación, o hasta si no tiene credencial para votar, la mexicana y el mexicano promedio cargan con una deuda directa del Fobaproa a 25 años de distancia.

Si, por el contrario, consideráramos que esta deuda la tienen que pagar solamente aquellas personas que cuentan con un empleo en la economía formal, esto significaría que cada trabajador y cada trabajadora mexicanos deben casi 20 mil pesos de los recursos empleados en el Fobaproa.

En esa época, la del Fobaproa, quedó muy claro que, en México, como en el mundo, se había desdibujado el Estado. Las decisiones se tomaban con base en intereses económicos y de mercado, y así fue hasta la crisis financiera de 2008, que evidenció las limitaciones del modelo neoliberal, provocando el resurgimiento de movimientos políticos alrededor del mundo que buscan repolitizar las decisiones tomadas por los gobiernos. Desde entonces hasta ahora se ha creado un espacio en el que se buscan encontrar alternativas coherentes a este modelo económico.

En su libro más reciente, Chantal Mouffe asegura que para intervenir realmente en la crisis hegemónica es necesario establecer una frontera política, que había sido desplazada por el neoliberalismo. Ésa es la frontera que desde el inicio del movimiento y de la Cuarta Transformación del país se ha buscado construir. Una frontera en la que se le dé el peso necesario a la política y en la que la soberanía y la igualdad vuelvan a ser los pilares sobre los cuales se construye la democracia.

Bajo la lógica del cambio de régimen, lo más importante es ampliar y respetar los derechos de todas y todos, y esto no dejará de ser así en tiempos de crisis. Por eso, cuando muchos hablan de que el presidente tiene que dar un “golpe de timón”, lo que parece que realmente esperan es que el mandatario regrese a la lógica del viejo régimen, el que continúa tratando de aferrarse a seguir existiendo en México y en el mundo.

Parece ser que hay quienes no se han percatado de que el golpe de timón se dio en julio de 2018, y de que, si bien quien lo dirige y lo encabeza el presidente, ese cambio se dio a partir de la voluntad y el deseo de millones de mexicanas y mexicanos de cambiar la realidad en que vivían. Si ese golpe de timón no se hubiera dado ya, y si el presidente no lo hubiera mantenido con firmeza, en estos tiempos de crisis, como en el pasado, el pueblo estaría abandonado.

Esto no quiere decir que se relegue a algún sector, al contrario, se necesita de la cooperación de todos para salir adelante, y seguramente vendrán medidas para apoyar a cada uno. En este punto es importante resaltar que el sector empresarial, representado por las cámaras y por su Consejo Coordinador, había mantenido un constante diálogo con el Ejecutivo federal, pero en días recientes parece haberse descompuesto, algo normal en un ambiente en que la libertad de expresión y el debate de las ideas son los nuevos pilares de la vida pública del país.

Por ello, resulta un tanto extraño que las reacciones más radicales —hasta hace unos días— no hubieran provenido de este sector, sino de un espectro de la opinión pública que está en contra de que el presidente reafirme su compromiso con la población más vulnerable, aquella que había sido olvidada. Pareciera que después del informe presidencial estos ánimos y el deseo de regresar al viejo orden se acrecentaron, algo que también resulta natural en un momento de cambio como el actual.

Quienes esperaban que el presidente anunciara medidas de rescate propias de los países que aún se encuentran apegados al modelo neoliberal, y que notoriamente tienen una situación estructural y económica distinta de la mexicana, ni siquiera trataron de escuchar las razones del Lic. López Obrador para presentar un plan en una dirección distinta que pudiera enfocar los recursos en apoyar a la gran mayoría de la población.

Desde antes del informe, la posibilidad de que los grupos opositores y algunos reaccionarios consideraran las opciones del presidente eran limitadas. No estaban dispuestos a escuchar algo distinto de lo que consideran como el único y común método para enfrentar la crisis. Aun así, esperan que el gobierno tome sus recetas como absolutas, que vaya en contra de la voluntad popular y que ceda ante las presiones que se intensifican cada vez más en estos momentos de crisis que pueden resultar definitorios.

Reforzar el Estado de Bienestar que durante años fue adelgazado por el mercado, aplicar medidas de austeridad dirigidas al gobierno y no al pueblo, ampliar la inversión pública para generar más empleos, otorgar apoyos al sector informal y a las empresas familiares. Ésas son políticas de rescate que no necesariamente embonan con las ideas de quienes aún recuerdan con nostalgia cuando el Estado estaba al servicio de la economía. Hoy México se posiciona, incluso en momentos de crisis, como una alternativa frente a las políticas neoliberales.

Para ello conviene hacer un breve análisis sobre las medidas que se están tomando en el mundo, dividiéndolos entre aquellos que podemos considerar economías desarrolladas, y los países emergentes, específicamente los de América Latina.

Medidas económicas de los países desarrollados para enfrentar el coronavirus

Ésta es una posición un tanto distinta a la de otros países, sobre todo los desarrollados, en donde las medidas para enfrentar el impacto económico por la crisis del COVID-19 se han enfocado en cinco ejes principales: 1) prestamos estatales y garantías de crédito para empresas; 2) subsidios de desempleo; 3) aplazamiento de impuestos; 4) aplazamientos y subsidios a la seguridad social; y 5) aplazamientos para el pago de deuda. De estos cinco grandes rubros, la vasta mayoría de los países desarrollados se han enfocado en el establecimiento de préstamos a empresas.

El siguiente cuadro resume parte de las medidas que algunos países han tomado hasta el momento, comparando su “ponderación” en proporción al porcentaje total de su Producto Interno Bruto.

 

Cuadro 1. Medidas económicas en países seleccionados (Porcentaje del PIB)

Fuente: Elaboración propia, con datos del IMF; 2020.

 

Alemania, particularmente, ha generado un impulso fiscal por 126 mil millones de dólares (mmd), los cuales se han distribuido de la siguiente forma: el 54 % de los recursos se brinda a subsidios de desempleo, protección social para personas ocupadas en cuenta propia, programas de reducción del tiempo de trabajo y préstamos a las PyME; el 44 % se ha destinado a equipamiento médico y productos farmacéuticos, y el restante (55 mil millones de dólares) no está asignado todavía. Se estima que el país aún expanda su deuda pública por 218 mil millones de dólares, de los cuales se busca utilizar 109 mil millones en capital para empresas en dificultad, y 109 mil millones como préstamos a bancos.

Italia, por su parte, ha destinado 24 mil millones de dólares principalmente en subsidios al seguro de desempleo (10 mil millones de dólares) y créditos a las PyME (8 mil millones); grandes corporaciones (500 millones) y transporte (800 millones). El resto de los recursos se han empleado para protección civil, el sistema de salud, y un fondo de emergencia nacional que al momento cuenta con 1.5 mil millones.

Francia ha generado un estímulo de 45 mmd que prácticamente se han usado en seguridad social y subsidios a empresas (32 mmd).

España, por su lado, generó un gasto público mayor por 18 mmd, que ha usado principalmente en el seguro de desempleo, diferir impuestos y otro tipo de subsidios (10 mmd), en un fondo de emergencia nacional (4 mmd), y en menor medida para los sistemas sanitarios regionales y locales.

Finalmente, Estados Unidos de América ha brindado, hasta la fecha, un estímulo fiscal por 2 mil 500 millones de dólares, la mayoría de los cuales se ha concentrado en el combate a la fase 3 del coronavirus, mediante préstamos y garantías para grandes empresas (510 millones de dólares); subvenciones a pequeñas y medianas empresas (377 millones); pagos en efectivo y seguro de desempleo (450 millones de dólares); recorte de impuestos a empresas (280 millones); sistema de salud (180 millones) y ayuda en transporte, estados y redes de seguridad, entre otros rubros.

Es notorio que la mayoría de los países que se han enlistado tienen una estructura de gasto muy similar entre sí. Se destina poco a la salud, y la mayoría de los recursos se enfocan en la economía, especialmente en garantías a las empresas. Huelga decir que este tipo de políticas, que claramente siguen el trazo de rescates anteriores, son posibles debido a las capacidades institucionales de estos países y a su composición económica.

Comparar las medidas que el presidente ha presentado con lo que estos países han anunciado es definitivamente inadecuado. No solamente porque la ideología y el proyecto de nación que se está llevando a cabo son distintos, sino porque en países como México, con un alto grado de informalidad económica y de pobreza, muchas de estas políticas no podrían cubrir las necesidades de las personas más vulnerables y al mismo tiempo no fortalecerían el sistema de salud, algo que debe ser prioritario en el corto plazo.

En este sentido, conviene realizar una comparación entre lo que los países de la región latinoamericana están realizando.

Medidas económicas anunciadas por los países latinoamericanos

Los países de América Latina han generado esfuerzos económicos mucho más moderados, y en general han adoptado medidas de contención del virus, como la restricción y el monitoreo de viajantes, el distanciamiento social, el fortalecimiento de las capacidades del sector de salud, y cuarentenas o acuerdos flexibles de trabajo.

En el ámbito económico, la mayoría de los países en la región ha optado principalmente por restringir las actividades generales y en ciertos casos se han hecho transferencias monetarias, se ha activado el seguro de desempleo en algunas de ellas, y se ha generado el aplazamiento de impuestos seleccionados, si bien ninguna de estas medidas ha sido generalizada en esas economías, y hay una alta dispersión tanto de su aplicación como del resultado. El cuadro 2 resume estas medidas.

 

Cuadro 2. Medidas tomadas para limitar el impacto económico en América Latina

Fuente: Elaboración propia, con información de la CEPAL; 2020.

 

Como se puede observar en el cuadro anterior, las medidas tomadas se refieren, en general, a protección laboral, social y de los ingresos para los grupos sociales más vulnerables y, en mucho menor medida, hay acciones de apoyo a empresas y al sistema financiero.

Asimismo, a pesar del tipo de políticas fiscales en la región, en realidad hay una especie de consenso para no extralimitar la capacidad de las autoridades y, en general, las autoridades han realizado un impulso a las actividades económicas con alrededor de 2 puntos del PIB.

 

Gráfica 5. Estímulos fiscales ante el COVID-19 en América Latina (% del PIB)

Fuente: Elaboración propia, con datos del IMF; 2020.

 

Ello no es, en realidad, muy diferente del conjunto de estímulos anunciados por el presidente de México:

 

Cuadro 3. Medidas anunciadas por el presidente de México

Fuente: Elaboración propia, con datos del quinto informe trimestral del Gobierno de México; 2020.

 

Como se puede observar, México es uno de los países de la región que hasta el momento ha anunciado una de las cantidades más altas en proporción al PIB para hacer frente a los efectos del COVID-19. Es cierto que no lo ha hecho al estilo convencional, como se puede comprobar al comparar la distribución de los recursos que otras naciones están desembolsando, sino que, de manera honesta, prudente y congruente, se ha actuado de acuerdo con lo que la gente espera del proyecto; no se ha defraudado a los millones de mexicanas y mexicanos que votaron por un cambio verdadero.

 

 

Reflexión final

Las grandes transformaciones del país implican necesariamente un momento de confrontación entre dos visiones, aquella que se resiste a cambiar el statu quo y aquella que busca construir una realidad más justa y equitativa para las sociedades. En tiempos de crisis, como el que atravesamos, estas diferencias se vuelven exponenciales, pues la reacción, de manera incorrecta, pretende utilizar el momento para tratar de reconstruir las ruinas del régimen que está quedando atrás.

En estos momentos es necesario el liderazgo fuerte de quienes encabezan los cambios profundos, así fue en la Independencia, en la Reforma y en la Revolución, periodos sin duda difíciles y críticos para el país, pero en los que la unidad en torno a un dirigente honesto que emanó del pueblo facilitó que los intereses nacionales se antepusieran a la discordia.

Hoy, México atraviesa dos procesos simultáneos. El cambio de régimen que empezó con el golpe de timón que la gente demandó en las urnas en julio de 2018, y una crisis mundial que afecta a todas las naciones. Muchos son los intereses por hacer creer que las medidas tomadas no son correctas, que no vamos bien. Incluso aquellos que privilegiaban a la técnica por encima de la política se niegan a aceptar aquello que los científicos han señalado una y otra vez: el país va bien en el manejo de la crisis del COVID-19.

Y vamos bien porque el timón se mantiene firme, avanzando hacia los objetivos que el cambio de régimen implica. Se mantiene firme a pesar de las oleadas y de los embates que representan las crisis externas y las resistencias internas. Todas y todos estamos en el mismo barco que ha elegido el rumbo tomará con base en la brújula de la democracia. En el barco caben todas las opiniones, incluso en tiempos de tormenta; lo que no puede tener cabida es que algunos pocos busquen forzosamente cambiar el rumbo que la mayoría ha elegido.

La llegada del neoliberalismo a México en la década de los ochenta del siglo XX incrementó la distancia entre el discurso político y las realidades económicas. Mientras que las promesas de quienes, de manera antidemocrática, retuvieron el poder eran las de prosperidad nacional, reducción de la pobreza y un país más justo, en la realidad, el número de personas en pobreza y con carencias se fue incrementando. Ésta fue también la inercia prevalente en la mayoría de los países que se adhirieron al modelo económico.

Durante las tres décadas posteriores a aquellos años ochenta, el modelo capitalista neoliberal se apoderó del terreno de lo político. Esto ocasionó que las decisiones que los gobiernos tomaban no se basaban en la decisión del pueblo, sino en una lógica económica que poco a poco apartó al Estado como un ente protector y garante de derechos.

La influencia del modelo económico fue tal que, en tiempos de crisis, las recetas aplicadas para tratar de salir adelante no eran necesariamente las que cada país necesitaba de acuerdo con su realidad, sino las que se dictaban desde las instituciones financieras internacionales que buscaban privilegiar el mantenimiento del modelo económico, lo cual, como se ha comentado en este documento, ha resultado en una carga impositiva para la población más vulnerable.

En 2008, cuando la crisis financiera estalló, los límites de estas medidas fueron puestos a prueba. Una vez más, las políticas de rescate resultaron poco eficaces para atender y mejorar la realidad de las personas que más resentían la crisis. Fue en ese momento cuando se dio el despertar político en algunos países afectados por la crisis, y en México el movimiento que planteaba una alternativa real a este tipo de políticas llevaba ya tiempo de haber iniciado.

El proyecto político de la Cuarta Transformación se construyó como una resistencia al abandono de las personas más desprotegidas, producto de las políticas económicas, incluidas las de rescate, que se han implementado en el pasado. Y aunque el camino no ha sido sencillo, el rumbo siempre se ha mantenido fijo, sabiendo que a quien la política tiene que cumplir es al pueblo y no a algún interés privado.

Por eso, en estos momentos de crisis que el país atraviesa debido al COVID-19, resulta ejemplar que las políticas económicas que se están planteando estén encaminadas a proteger a la mayoría de la población y no solamente a un grupo minoritario que gozaba de protección. Ésta ha sido la ideología del movimiento encabezado por el presidente desde su génesis, la defensa y el apego a estos valores logró convertirlo en la alternativa que la gente eligió en 2018, en la elección más limpia y democrática de nuestra historia.

Resulta normal que en tiempos de tormenta los barcos se sacudan y que incluso algunos integrantes de la tripulación caigan en la tentación de cambiar el rumbo. Es también normal que existan grupos que presionen para que la ruta que se tome sea la misma que en el pasado. Lo que es verdaderamente anómalo, extraño y poco común es que, a pesar de las embestidas, el timón se mantenga con un rumbo firme, sin desviarse del objetivo que busca alcanzar. En estos momentos, ese objetivo es superar la crisis, pero viene acompañado, inevitablemente, de la protección de las y los más vulnerables, y para ello no existe esfuerzo ni apoyo pequeños. Todo suma.

Por supuesto que el gobierno tiene que cumplir su función y ser el catalizador de grandes esfuerzos, necesarios para una recuperación económica a mediano y largo plazos. Pero en lo inmediato se tiene que asegurar que quienes a diario se buscan la vida y el sistema de salud que atenderá a las personas enfermas cuenten con los recursos necesarios. El plan propuesto hasta ahora por el titular del Ejecutivo federal está destinado, entre otros fines, a proteger a 22 millones de personas adultas mayores y a quienes no cuentan con los recursos necesarios para enfrentar por sí mismos esta crisis. Este esfuerzo tiene que ir acompañado por toda la sociedad, por todos los sectores.

El sector privado tiene que fortalecer su consciencia social y el sector público debe profundizar las políticas de austeridad. En otros países se han dado muestras de generosidad de empresarios, deportistas, artistas y personas que se suman día con día para sumar esfuerzos —tan necesarios— para superar el reto del COVID-19, al desprenderse de miles de millones de dólares de sus fortunas; donando a fundaciones, hospitales, bancos de alimentos; comprando equipo médico o habilitando salas de cuidados intensivos.

Todas y todos tenemos la capacidad de ser solidarios. Cada quien desde sus posibilidades, cada quien desde su tribuna. Ni el Senado de la República ni ninguna institución en México se puede quedar al margen. El país nos necesita, las personas enfermas y sus familias nos necesitan. Las familias de quienes han perdido la vida nos necesitan. Nos necesitan a todas y a todos. No dejemos solo al presidente quien, con firmeza, se está manteniendo fiel al compromiso generado con el pueblo de México.