Segundo informe: entre esperanza y pandemia
Si hubiese que resumir el clima de opinión bajo el cual llega a su segundo informe de gobierno la Presidencia de la República, ésta sería la descripción: ni la debacle por muchos anunciada, ni la expectativa por muchos esperada.
El segundo informe de gobierno del presidente AMLO llega en medio de una las crisis sanitarias y económicas más profundas en el último siglo. Sin embargo, la legitimidad y aprobación de la gestión presidencial se corresponden con las de un Ejecutivo en tiempos de normalidad y afianzamiento.
El presidente AMLO llega con una tasa de aprobación del segundo año de gobierno similar a la de sus tres antecesores (Fox, con un 51 %; Calderón, un 61 %, y Peña, un 53 %), pero en condiciones de riesgo diametralmente opuestas, que fácilmente supondrían un deterioro mayúsculo a su capacidad de gestión y respuesta gubernamental. No ha sido así, y esto merece alguna explicación.
En primer lugar, el que las mayorías en ambas cámaras legislativas federales y en la mitad de los congresos estatales se identifiquen con el programa de gobierno y los lineamientos del Ejecutivo federal ha otorgado una capacidad de respuesta unificada a la crisis sanitaria y económica que, en las condiciones de un gobierno dividido, como los que existieron entre 1997 y 2018, hubiese perdido efectividad y uniformidad.
Hay quienes llaman a esto “restauración del presidencialismo centralizador”, pero sin esta centralidad, uniformidad y alineamiento de visiones y programas, simplemente el manejo de la pandemia y de la crisis económica hubiese sido disperso, difuso y deficiente.
Esto nos conduce al segundo elemento que explicaría el saldo favorable en términos de gobernabilidad, estabilidad y aprobación con el que llega a su segundo informe el presidente AMLO. Las reacciones y resistencias a las medidas de la 4T han sido muy marcadas, pero también han estado muy acotadas a sectores socioeconómicos y políticos perfectamente predecibles: desde grupos empresariales hasta medios de comunicación, pasando por partidos políticos de oposición y ejecutivos estatales afines.
El tercer elemento que explicaría la aprobación estable y consolidada de la gestión presidencial es su “alma social” o el enraizamiento que los programas sociales le han dado al actual gobierno a lo ancho del territorio y en la mayoría de los hogares mexicanos. El hecho de que en 7 de cada 10 familias del país haya por lo menos una persona beneficiaria del amplio abanico de las políticas de bienestar, le ha dado a la Presidencia de la República un sostén social y un anclaje a ras de suelo que no se veía desde la era de los gobiernos neoliberales.
El cuarto factor es el “estilo personal de gobernar” (Daniel Cosío Villegas dixit) del presidente AMLO. La “mañanera”, el prescindir de los símbolos de privilegio y poder que rodeaban a los presidentes de México (desde el avión presidencial hasta el Estado Mayor Presidencial), la austeridad como sello personal de vida y marca de agua de su gobierno, y la congruencia entre el discurso anticorrupción y el quehacer gubernamental le han dado un carisma de cercanía, trabajo y honestidad que ningún político en México podría presumir en este momento.
Éstos son los factores que estarían apuntalando el alto umbral de aprobación presidencial en medio de una de las pandemias sanitarias y económicas más profundas en el último siglo.
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA