Ruth Bader Ginsburg: la batalla por la igualdad
¿Siempre quisiste ser jueza de la Corte Suprema? Para Ruth Bader Ginsburg, la pregunta que con toda naturalidad le planteaban los chicos y las chicas que la visitaban en la Corte era, en sí, una señal del cambio. Cuando en 1956 ingresó a la universidad para estudiar Derecho, sólo el tres por ciento de profesionales de la abogacía en Estados Unidos de América eran mujeres; hoy son más del treinta por ciento.
La segunda ministra en la Corte Suprema de la Unión Americana murió el pasado fin de semana a la edad de 87 años, y es considerada por millones de jóvenes como un ícono cultural. Su imagen en tatuajes y camisetas representa un grito por la certeza de que la igualdad SÍ SE PUEDE.
Su madre no pudo. Hija de inmigrantes judíos y poseedora de una gran inteligencia, tuvo que sacrificar su deseo de ir a la universidad para ceder ese lugar a su hermano. Cuando Bader Ginsburg prestó juramento como jueza de la Corte Suprema, la recordó: «Hago votos por ser todo lo que mi madre hubiera sido, si hubiera vivido en una época en la que hombres y mujeres por igual pueden aspirar y lograr, y en la que a las hijas se les valora igual que a los hijos».
Su misión en la vida fue liberar a las personas de los roles que la sociedad les había asignado; entendió que la discriminación con base en el género lastimaba por igual a hombres y a mujeres. Por eso, para ella el caso de un viudo que buscaba el apoyo de la seguridad social para poder cuidar de su bebé se convirtió en paradigmático para hacer conscientes a los jueces de que cuidar a un hijo o hija no era un papel reservado para las mujeres.
Maestra de corazón, RBG, como se le conoció, entendió que si la primera reacción de los jueces frente a casos de discriminación de género era: «pero si yo trato muy bien a mi esposa y a mis hijas», ella tenía el deber de educarlos. Puso su mira en las leyes que buscaban proteger a las mujeres estereotipando sus habilidades y necesidades, para mostrar que justo podían tener el efecto contrario, y se enfocó en las barreras constitucionales que discriminaban con base en el género.
Siempre se sintió afortunada por haber podido empujar con éxito, en congresos y cortes, la igualdad entre mujeres y hombres como un principio constitucional fundamental.
Batallas similares han librado en México mujeres como Elvia Carrillo Puerto, Hermila Galindo, Marcela Lagarde, y muchas otras que hoy lo siguen haciendo desde el Congreso.
Con la muerte de Ruth Bader Ginsburg, a unas semanas de la elección presidencial en los Estados Unidos de América, iniciará una dura batalla entre republicanos y demócratas por su remplazo, y por profundizar o matizar la influencia de las fuerzas conservadoras en la Corte Suprema de ese país.
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