Encíclica papal: con fraternidad y contra el neoliberalismo
En marzo de 2013, por primera vez emergía desde Latinoamérica el líder de la Iglesia católica. El papa Francisco proviene de una de las regiones más azotadas por los efectos del neoliberalismo. Conoce de primera mano la desigualdad y la pobreza. Ahora, desde el llamado trono de San Pedro, denuncia estos fenómenos.
Por tercera vez, en escasos siete años de pontificado, Francisco emite una encíclica que aborda conceptos como neoliberalismo y desigualdad. Pero, más importante, destaca la relevancia de la fraternidad, entendida en su concepción más amplia. El texto y sus mensajes adquieren mayor relieve en el marco de la pandemia de COVID-19, pues para enfrentarla resulta necesaria la fraternidad, precisamente.
“Hermanos todos” (Fratelli tutti, en italiano) es el título del texto, y no podría ser más adecuado. Esta encíclica es probablemente la más política de las escritas hasta el momento por el papa. La previa (Laudato si’) fue dedicada a denunciar la destrucción del medio ambiente, la pobreza y la explotación económica. En esta ocasión, amplía el espectro tratado e incluso rechaza el sistema económico global imperante.
Francisco aborda el consumismo exacerbado, que no está en armonía con los recursos disponibles; la globalización despiadada, que agudiza la desigualdad en el mundo; el liberalismo económico, que ha dejado atrás a gran parte de la población mundial; la falta de empatía hacia las personas inmigrantes, cuando no se atienden las causas de origen de la migración y sí se aplican medidas que criminalizan, e, incluso, el control que ejercen las compañías digitales sobre la población y nuestra información.
El texto no sólo está dirigido a creyentes del catolicismo. Es una llamada a toda la humanidad. Una advertencia en medio de una crisis de salud global. Desde su punto de vista, los países han respondido al surgimiento de esta nueva enfermedad, pero no con una perspectiva de cooperación. Para él, es evidente la “incapacidad de actuar conjuntamente”. Allí radica gran parte de la importancia del llamado papal, porque invita a unir esfuerzos.
A pesar de que algunas voces promueven el individualismo, el aislamiento y el unilateralismo, el papa Francisco nos recuerda la importancia de cooperar, de fraternizar con el resto del mundo. Nadie podrá enfrentar exitosamente la pandemia en soledad. En tal sentido, las redes de cooperación internacional para atender a las personas más desfavorecidas son de vital importancia.
Además, rechaza las ideas de una “guerra legítima”, señalando que en el mundo moderno no hay enfrentamiento que pueda invocar criterios que remitan a la “violencia justificada”. Fratelli tutti bien puede funcionar como guía sobre los preceptos políticos del líder religioso.
Ante un agudo análisis de la realidad económica universal, el papa Francisco plantea una propuesta de mundo para la etapa posterior a la pandemia. A corto plazo, la solución no debe incluir mejoras o reformas. El planeta no requiere “refinar” los sistemas y regulaciones existentes, ni en materia económica ni en materia política. Luego de la actual crisis de salud, la humanidad necesita y clama por políticas públicas más justas en todos los sentidos.
Se requiere una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial. Se demanda la creación de más puestos de trabajo, no la reducción de ellos, a la par del desarrollo de la tecnología. Francisco sugiere que la propiedad absoluta para los individuos se sustituya por una propiedad con “propósito social”, y que los recursos tengan un fin colectivo. Pide por la justicia y el bien común, provistos por los recursos del planeta. No más pobres a costa del beneficio de unos pocos.
El papa latinoamericano rechaza las políticas nacionalistas y aislacionistas, porque “están creando nuevas formas de egoísmo y una pérdida del sentido social, con el pretexto de defender los intereses nacionales”. Menciona que, a lo largo de la historia y hasta el momento, las personas migrantes han sido parte fundamental del desarrollo de muchos países, incluidos los de economía avanzada. Rechazarlas es rechazar nuestra propia identidad.
Cabe destacar que el papa Francisco señaló haber escrito este documento antes del inicio de la pandemia, y que lo concluyó y publicó durante ésta. Este detalle revela que los retos de la humanidad son históricos. Hemos enfrentado estas problemáticas desde hace varias décadas. La crisis sanitaria ha exacerbado e incluso profundizado las desigualdades, y ha abatido avances en diversas luchas, por ejemplo, la emprendida contra el cambio climático. Como el líder religioso –y moral— escribe, la COVID-19 expuso “nuestras falsas seguridades”, y reflexiona sobre la fraternidad para combatir la pandemia, y los problemas mundiales más apremiantes. A su vez, critica la globalización económica que, sin duda, ha dejado atrás a millones de personas.
Desde México hemos lanzado una política exterior de cooperación para enfrentar la pandemia. A través del multilateralismo y nuestras relaciones fraternas con el mundo, buscamos instituir soluciones creativas para detener el avance de la enfermedad.
Se busca sumar esfuerzos con gobiernos, sociedad civil e iniciativa privada, para asegurar una vacuna para toda la población. Principalmente nos preocupa que ésta llegue a los sectores más desfavorecidos, a las personas que en otras condiciones no hubiesen podido acceder a ella —no sólo en México, sino en toda América Latina y el Caribe—, en un sentido de fraternidad tal y como lo señala el papa Francisco.
Asimismo, se busca impulsar la reactivación económica con todas las partes involucradas, en beneficio de las víctimas del neoliberalismo rapaz, también como lo apunta el papa en su texto.
Vamos por buen camino. ¡Hermanas y hermanos todos!
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