500 mañaneras
Si gobernar es comunicar, la “mañanera” es, sin duda, una de las fuentes de legitimidad y aceptación del actual Gobierno.
Hoy se realiza la número 500 de las conferencias presidenciales matutinas, uno de los ejercicios de comunicación política distintivos y diferenciadores del presidente AMLO.
Recuerdo algunos de los vaticinios casandrescos de inicio: “No va a aguantar”; “Se agotará el formato a los cien días”; “Será víctima de la sobreexposición”; “Es lo más antimediático que he visto”; “Ningún gobernante en el mundo tiene algo de interés que informar todos los días”; “Las conferencias políticas tiran cualquier rating”; “Perderá el interés ciudadano muy pronto”.
Indudablemente, la “mañanera” es la huella del Gobierno que más sigue y busca la ciudadanía. El comportamiento de su rating va de la mano con la popularidad presidencial; los puntos más altos de rating son también los picos de su popularidad. Uno refuerza al otro. Aunque hay tres excepciones: los casos Ovidio, LeBarón y marchas feministas, eventos que atrajeron altamente la atención de las conferencias matutinas, pero no levantaron paralelamente la aceptación presidencial. Actualmente, rating y aprobación se encuentran estabilizados, por así decirlo.
¿Qué le han dejado las “mañaneras” al presidente AMLO? Han reforzado los positivos que previamente teníamos quienes votamos por él en 2018.
¿Cuáles son estos atributos?
Honesto, porque “no cualquier presidente en el mundo sale todos los días a informar, a rendir cuentas de su gestión”.
Demócrata, porque no hay censura previa ni condicionamiento alguno a las y los periodistas que le hacen libremente todo tipo de preguntas.
Cercano a la gente, porque habla de los temas que preocupan a las personas de a pie (desde el desempleo, hasta el precio de la tortilla, pasando por la vacuna contra la COVID-19 y la inseguridad en municipios y estados).
Trabajador, porque ninguno de los últimos presidentes estuvo de pie todos los días a las 7 a. m. ante un podio público para informar, dialogar, regañar, debatir, retar, arengar, orientar, proponer, sugerir, reconocer, premiar, criticar o aplaudir…
Con un promedio de duración de cien minutos, las 500 “mañaneras” han sentado jurisprudencia en la opinión pública. Si no se trató en la “mañanera”, no existe como prioridad. O viceversa: “si quieres que algún problema se atienda, debe pasar por la ‘mañanera’”, como me expresó un comunicador.
Pero no sólo es una plataforma para la comunicación personal directa del presidente con la población, sino una para la proyección y el posicionamiento de las políticas prioritarias de la actual administración, de las obras públicas estratégicas (cuyos avances se proyectan cada semana), de las iniciativas de ley más importantes y de los programas de quienes integran el gabinete.
Si gobernar es comunicar, la “mañanera” es, sin duda, una de las fuentes de legitimidad y aceptación del actual Gobierno. Por eso, quizá, los adversarios de la 4T quieran apagarla o sacarla del aire con los más variados pretextos; los más socorridos: que es un ejercicio de propaganda política, no de información; que es una práctica autoritaria para acotar la libertad de expresión; que con la lucha de frases se alienta la lucha de clases; que es una imperdonable pérdida de tiempo.
Por lo pronto, al Gobierno de la austeridad republicana, la “mañanera” le ha ahorrado casi 20 mil mdp en publicidad pagada. Y a pesar de ser para muchos de ellos “abominable”, no hay adversario de la 4T que se la pierda.
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