Comparaciones erradas

Desde su postulación como candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump fue objeto de críticas por sus posiciones políticas, las cuales fueron señaladas como un riesgo a la democracia, tan pronto como inició su mandato. Entonces empezaron a surgir análisis sobre lo que su llegada al poder podría implicar; estos estudios estaban enmarcados en el momento en que en Europa se llevaban a cabo movimientos del mismo corte, que dieron paso al Brexit en Reino Unido, a la elección de Erdoğan en Turquía, al apoyo con que Marine Le Pen contó durante su candidatura a la presidencia francesa, entre otros fenómenos políticos que hicieron notar el apoyo social a los movimientos de derecha en el mundo.

En el caso de México, quienes se oponen a la transformación han tratado de argumentar que los riesgos que se han presentado en donde han surgido movimientos de derecha se encuentran también latentes en nuestro país; sin embargo, un breve análisis sobre los cambios desarrollados durante el actual gobierno para fortalecer la democracia demuestra que tales comparaciones no solamente son erróneas, sino totalmente lejanas de la realidad.

A dos años de gobierno, la administración encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador ha impulsado, en coordinación con el Poder Legislativo, reformas importantes para robustecer la democracia: ahora los delitos electorales son graves, se instrumentaron los mecanismos de consulta popular y además se aprobó la revocación de mandato. Y aunque se trata de pasos necesarios para asegurar transiciones tersas, mayor participación, y respeto a la voluntad del pueblo, hay grupos de interés que se niegan a aceptar que estos cambios fortalecen la democracia en México.

Por eso, con la irrupción de simpatizantes del presidente Trump en el Capitolio de Estados Unidos, sede de las dos cámaras legislativas, no faltaron quienes ahora vaticinan que sucederá lo mismo en nuestro país en 2024, cuando habrá elecciones presidenciales, insinuando que el gran número de personas que apoya a Andrés Manuel López Obrador podría realizar disturbios similares. Nada más lejos de la realidad, pues ni antes de su mandato ni durante éste, AMLO ha respaldado acto de provocación alguno, mucho menos disturbios violentos que puedan poner en peligro la seguridad de la población.

En 2006, cuando se instrumentó el fraude electoral que impidió que la voluntad popular se cristalizara en el país, acompañé las protestas y la resistencia de cientos de miles de personas decepcionadas con las condiciones de la democracia en México, las cuales se llevaron a cabo en el corazón de la capital del país. El total de quienes asistimos a aquel llamado era muy superior al de quienes tomaron el Capitolio de Estados Unidos, y sin embargo aquí no existió ningún connato de violencia; no hubo ni un vidrio roto.

Recuerdo incluso que, en cierto momento durante el plantón, hubo grupos que manifestaron su intención de tomar Palacio Nacional, y fue el mismo Andrés Manuel López Obrador quien hizo un llamado a la no violencia, a evitar confrontaciones y cualquier situación que pudiera representar un riesgo a la vida de alguna persona. Sería prudente que quienes ahora tratan de hacer creer que lo sucedido en el Capitolio puede pasar en México recuerden que, en el momento de mayor frustración, dolor y desesperanza para el movimiento y los millones de personas que lo integran, se mantuvo el orden, se respetaron a cabalidad las instituciones, y no hubo espacio para la violencia.

La democracia por sí misma tiene retos de gran magnitud. A través de ella, las poblaciones de todo el mundo esperan contar con mejores oportunidades, con mayor igualdad en todos los ámbitos y con mejores condiciones de vida. La historia nos ha mostrado que los movimientos de derecha han fracasado en cumplir con estas exigencias, y ello ha puesto en riesgo la confianza que la gente tiene en la democracia, tal y como ocurrió en México durante más de noventa años, cuando los gobiernos en turno le arrebataron sucesivamente el poder de decisión a la población.

Es normal entonces que la mayor crítica que pueden expresar quienes reaccionan al cambio de régimen que se está llevando a cabo en México se base en ideas erróneas que más bien se asemejan a lo que ocurría en el pasado y no a lo que en la práctica está sucediendo con el actual gobierno. Sin embargo, a pesar de las dificultades propias de estos tiempos pandémicos, el orden social se ha mantenido. Así, los hechos muestran que las comparaciones entre los resultados obtenidos por regímenes autoritarios emanados de la derecha y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador nada tienen en común. No hay razón o motivo para pensar que en México la democracia esta en riesgo, al contrario, por primera vez se está construyendo.

 

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