A un año del confinamiento

Vacunas para todas y todos, sin costo y sin privilegios, deben marcar el inicio de un nuevo orden social más equitativo y justo en México.

Hoy se cumple un año del inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia.

Son doce meses en los que el país ha estado sometido a un estrés colectivo pocas veces visto: caída de la economía, superior a 8 puntos; casi 200 mil fallecimientos por COVID-19; un porcentaje adicional de “muertes excedentes”, además de la expresión de algunas conductas antisociales, como la violencia intrafamiliar.

Pero también en este año hemos visto acciones positivas y afirmativas, como la irrupción de las tecnologías de la información y de la comunicación en nuestra vida cotidiana; el aprecio colectivo hacia el ejército de batas blancas que está en la primera línea del combate a la pandemia (personal médico, de enfermería, de camillas y de laboratorio); la solidaridad y entereza de las familias que han perdido seres queridos; una mayor conciencia colectiva sobre la relevancia de la nutrición, la activación deportiva y el cuidado del medio ambiente y, de manera especial, la importancia de tener un sistema de salud pública más eficiente, humano y cercano a la población.

A un año de la sana distancia estamos a la mitad de una transición sanitaria: el virus aún no se va, sigue allí, amenazando con un tercer rebrote, mientras que las vacunas, que darán inmunidad colectiva cuando el 70 por ciento de la población las haya recibido, han empezado a aplicarse en una carrera contra el tiempo, tan importante como la inmunidad misma.

En México, el reto de la vacuna es el reto de la igualdad. Cualquier aplicación selectiva, dispar o diferenciada acentuaría más la desigualdad social y económica que la pandemia misma ha evidenciado en nuestro país y en el mundo. Vacunas para todas y todos, sin costo y sin privilegios, deben marcar el inicio de un nuevo orden social más equitativo y justo en México.

Las crisis sanitarias han sido causa y efecto de crisis económicas memorables. Marcan el final y el inicio de nuevos sistemas sociales y políticos. Sería un gran error histórico tratar de restaurar el viejo orden económico, basado en los privilegios y la corrupción endémica, después de que pase la pandemia. Es el sistema que dejó una herencia pandémica: hospitales públicos a medias, déficit de personal especialista de salud, recetas sin medicinas, deshumanización en la atención médica y privatización de la salud pública.

Por último, a un año del confinamiento, ¿cómo evaluar el desempeño del Gobierno ante la pandemia? Desde el punto de vista del desastre recibido en materia de salud pública, los resultados han sido notablemente positivos. Desde el punto de vista del concierto de naciones con índices similares de desarrollo, se puede calificar como regular. Y desde el ángulo de nuestros socios económicos principales (EUA, Canadá y Europa), que calientan motores para relanzar sus mercados, donde buena parte de las cadenas de valor se generan en México, vamos ligeramente atrasados. Nada que se no pueda superar.

Pero la evaluación principal debe ser ciudadana. Y esa habrá de darse el próximo 6 de junio. Si el Gobierno ha cumplido con las expectativas ciudadanas, habrá de ser avalado positivamente en las urnas. En caso contrario, habrá de ser castigado y sancionado por la ciudadanía. Las señales hasta ahora dibujan un refrendo colectivo hacia el presidente, su partido y la 4T. En pocas semanas sabremos el veredicto del pueblo.

 

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