Contención económica a China

La preponderancia comercial de China ha sido percibida por Estados Unidos, Europa y algunos países asiáticos, como un fenómeno que se debe contrarrestar.

Desde hace algún tiempo se han lanzado iniciativas globales para intentar neutralizar esa influencia económica, por ejemplo, en 2016 se promovió el Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés), que posteriormente se convirtió en el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP).

Uno de los objetivos de este acuerdo comercial era reducir entre los países la dependencia del comercio con China e impulsar el liderazgo de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico. Frente a estas alianzas comerciales, el gigante asiático promovió en 2020 el acuerdo conocido como Asociación Económica Integral Regional (RCEP), conformado principalmente por los integrantes de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN).

Asimismo, y como parte de un plan de largo alcance para contestar la influencia de la política económica global de China, en los últimos días de septiembre pasado se concretaron los primeros acercamientos, en Ecuador y Panamá, del programa de inversiones en proyectos de infraestructura para países en vías de desarrollo, conocido como Reconstruir un Mundo Mejor (B3W). Este proyecto fue anunciado en junio de 2021 por el G7, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido.

Se espera que a través de este programa se invierta en proyectos que atiendan áreas como clima, salud, tecnología digital e igualdad de género. El proyecto, entre otras razones, surge como respuesta a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) fundada por China en 2013.

En septiembre pasado, la Unión Europea también presentó su propia iniciativa conocida como Global Gateway, la cual incluye una mayor inversión europea en proyectos de infraestructura en países en desarrollo. Los programas de Estados Unidos, de la mano con el G7, y el de la Unión Europea iniciarán operaciones a principios de 2022 y buscarán revitalizar la ayuda y asistencia al desarrollo del mundo, que podrían ser consideradas las respuestas más claras a BRI.

Los programas desde Estados Unidos y Europa prometen basar el apoyo en valores como transparencia, responsabilidad, sostenibilidad, respeto al Estado de derecho, cambio climático y derechos humanos, entre otros.

La iniciativa china BRI se basa en dos ejes principales: enviar al exterior el exceso de capacidad productiva del país, en un momento de desaceleración económica interna, y una forma de convertir la capacidad financiera de China en una ventaja geopolítica.

En claro contraste, BRI es mucho más flexible con las condiciones que se exigen para los proyectos de inversión que los programas estadounidense y europeo.

En términos pragmáticos, los requerimientos en términos de medio ambiente, sostenibilidad y transparencia financiera podrían ser un obstáculo para las autoridades europeas y estadounidenses en esta carrera por aumentar su influencia a través de la inversión. Numerosos grupos de países buscan proyectos de inversión bajo el modelo chino, que permite rapidez e inmediatez.

Durante décadas, el financiamiento estuvo dirigido por instituciones fundadas en Estados Unidos y Europa, con pocas o ningunas opciones en el resto del mundo. Pero ahora Asia se ha convertido también en un centro de origen de inversiones para los países en vías de desarrollo. En el campo real, el reto para estadounidenses y europeos será competir con la fluidez de las inversiones chinas en el mundo, sin sacrificar sus valores y principios.

Iniciativas como B3W, el G7 y BRI revelan intentos geopolíticos para llevar inversión a diversos países en vías de desarrollo, y así atraer a la propia esfera de influencia a otros integrantes de la sociedad internacional. En México mantenemos la atención en estas iniciativas y pugnamos a favor del desarrollo y la inversión globales, en beneficio de la población.

 

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