El garrote y la zanahoria

Y pensar que hay un grupo de mexicanas y mexicanos que aplauden, gozan y piden más de esta política que afecta no a un Gobierno en especial, sino al país en su conjunto.

El mismo día que se daba a conocer la cancelación de la visa estadounidense a la gobernadora de Baja California, de origen morenista, Marina del Pilar Ávila, y la de su esposo, Carlos Torres, la familia nuclear de Joaquín “El Chapo” Guzmán y de su hijo Ovidio (un total de 15 integrantes, según versiones periodísticas) cruzó la garita de San Ysidro, desde Tijuana, para ser recibida por el FBI, obtener protección gubernamental y cambiar de residencia.

Con estas dos acciones contrastantes, de manera gráfica, quedó expuesto el doble rasero, la doble moral pública y el doble discurso con el que se han venido manejando las relaciones bilaterales México-Estados Unidos, por parte de nuestros vecinos, y que en mucho se parece a una versión remasterizada de la política del garrote y la zanahoria, que no se veía desde la diplomacia de la Guerra Fría.

De acuerdo con el maestro John Saxe-Fernández, estudioso de esa etapa, la política del garrote y la zanahoria describe una estrategia en la cual una nación utiliza tanto la coerción (el garrote) como la recompensa (la zanahoria), para influir en el comportamiento de otros países. Este enfoque se ha observado en la política exterior de EE. UU. hacia sus aliados y otros Estados a lo largo de la historia.

Con “garrote” se hace referencia a “la utilización de la fuerza, amenazas, sanciones económicas y medidas coercitivas para lograr que un país haga lo que Estados Unidos desea”. Esto puede incluir penalizaciones como la imposición de aranceles, sanciones económicas, despliegue militar focalizado en ciertas regiones o presiones diplomáticas.

Alternadamente, la “zanahoria” implica “ofrecer incentivos positivos, como ayuda financiera, tratados comerciales favorables, asistencia militar, y otras formas de apoyo para fomentar relaciones amistosas y colaborativas”, sujetas siempre a la supervisión, al monitoreo y a la injerencia directa del Gobierno de EE. UU., por conducto de su Departamento de Estado.

El concepto garrote-zanahoria viene de los experimentos conductistas aplicados a los conejillos de Indias, mediante los cuales se modificaba su proceder utilizando el sistema de castigo-recompensa.

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos utilizó esta táctica para asegurar alianzas y contrarrestar la influencia soviética, ofreciendo ayuda militar y económica a países estratégicos mientras aplicaba presiones a aquellos que consideraba hostiles.

En la actualidad, este enfoque puede verse en la política de EE. UU. hacia países como Corea del Norte y los de Oriente Medio, donde se ofrecen incentivos económicos a cambio de la desnuclearización, pero también se imponen sanciones cuando el país no coopera.

Hay un debate sobre la efectividad de esta táctica. Algunas voces argumentan que la coerción puede provocar resistencia y un aumento en el antagonismo, mientras que otras sostienen que la combinación de incentivos y presiones puede ser útil para alcanzar ciertos objetivos de política exterior.

Pero es un hecho que, en la relación con México, el establishment actual dispone tanto de garrotes como de zanahorias, aunque hasta el momento son más los primeros (aranceles, aluminio, acero, agua, ganado) que los segundos (trato comercial preferencial temporal y florilegios verbales).

Y pensar que hay un grupo de mexicanas y mexicanos que aplauden, gozan y piden más de esta política que afecta no a un Gobierno en especial, sino al país en su conjunto.

ricardomonreala@yahoo.com.mx 

X y Facebook: @RicardoMonrealA 

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