El poder deshumaniza

Y allí se mostró la otra cara de la condición humana: un rostro deshumanizado, indiferente y oportunista.

Anteayer y ayer asistí a los funerales del senador por Tamaulipas Faustino López Vargas, fallecido de manera trágica, junto con Pilar Hernández, su esposa, en un accidente automovilístico. El domingo, en la capilla ardiente, estuvimos acompañando a su familia el gobernador Américo Villarreal, el senador por Chiapas Eduardo Ramírez, la senadora por Tamaulipas Guadalupe Covarrubias y los alcaldes de Altamira, Armando Martínez; de Madero, Adrián Oseguera, y de Tampico, Jesús Nader.

Fue conmovedor ver a sus once hijos recibir los cuerpos de sus padres. Un dolor desgarrador. Paty, la más pequeña, de ocho años, inconsolable. Y la pregunta reiterada: quién se hará cargo de la familia, de su consuelo y mantenimiento. Por supuesto, el Senado cubrirá las prestaciones y prerrogativas a las que tengan derecho, por ley, sus deudos. El gobernador Villarreal también ofreció ayudarles.

Finalmente, ayer, lunes, a mediodía, se celebraron el servicio religioso y la inhumación. Y allí se mostró la otra cara de la condición humana: un rostro deshumanizado, indiferente y oportunista.

Nadie de MORENA ni del PRD, las únicas organizaciones en las que nuestro amigo Faustino militó y a las que ayudó a construir. Nadie tampoco de sus compañeros del Legislativo. Ningún diputado federal ni local. Ningún dirigente estatal o nacional. Ningún alcalde y ningún regidor.

Recordé entonces todas las expresiones que he leído y escuchado sobre el final de la vida de las mujeres y los hombres que nos dedicamos al servicio público: “al final del camino sólo te acompañarán los tuyos, tu familia y tus amigos. Entrégate al servicio cada día como si fuera el último de tu vida, pero no esperes nada a cambio, más que la satisfacción del deber cumplido”.

Y pensar que muchos de nosotros, por dedicar nuestros días a la vida pública, sacrificamos a nuestras amistades y a nuestras familias. Damos por descontado que al final del camino allí estarán ellos. Y no siempre será así.

El poder, en efecto, tiene esa doble cara. Es fuente de satisfacciones, cuando lo usas para servir, pero también puede deshumanizar a quien lo mal ejerce y a quien lo padece y sufre.

El lunes, el senador Faustino ya no tenía dolientes, sino promoventes a reemplazarlo. Ya no había camaradas, sino sustitutos. Los aliados de ayer eran los herederos de hoy; mientras que las blancas palomas del domingo se habían transformado en zopilotes carroñeros el lunes.

Con toda la lista de aspirantes que leí, oí y vi en los medios de comunicación del estado se hubiese llenado el templo del último adiós, pero no, sólo estuvieron presentes sus familiares y amigos.

Conocí al Dr. Faustino López Vargas al final de los años noventa del siglo pasado. Yo ingresé al PRD poco después de haber ganado la gubernatura de Zacatecas, y él ya militaba en esa agrupación, en el estado de Tamaulipas, de donde era originario.

Senador suplente del actual gobernador Américo, Faustino no quería ocupar el escaño. “Me gusta más el trabajo de campo que el de oficina”, expresaba. Tuvimos que convencerlo del valor de su experiencia, convicción y voto.

Hoy, martes, el Pleno del Senado rendirá un homenaje póstumo a Faustino y a Pilar, una pareja a la que unió el amor, pero también la pasión común por la defensa de causas justas y solidarias con la gente más necesitada. Descansen en paz.

 

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