Elección inédita, transición inédita
De facto, la comisión de transición ya está en marcha, la encabezan el presidente saliente y la presidenta entrante, con esta forma inédita de recorrer el país y tener reuniones de trabajo in situ.
La elección presidencial que acabamos de tener fue inédita, pues, por mandato popular, se otorgó a MORENA y sus aliados la Presidencia de la República, la mayoría de las gubernaturas en disputa y el control del llamado Constituyente Permanente u órgano reformador permanente de la Constitución, compuesto por la mayoría calificada en la Cámara Alta —faltarían solo cuatro senadoras o senadores— y de la Cámara de Diputados, así como la mayoría simple en 17 legislaturas estatales.
Lo que estamos viviendo ahora es una transición también inédita, con la presidenta entrante y el presidente saliente realizando juntos giras de trabajo por el país, con una agenda emblemática y estratégica.
En la historia de las sucesiones presidenciales, tanto del partido prácticamente único (PRI) como de las transiciones bipartidistas (PRI-PAN), nunca se había visto este estilo. Otra señal más de que estamos ante el surgimiento de un régimen político diferente del vivido a lo largo de varias décadas.
Durante los años del presidencialismo tricolor (1924-2000), las transiciones presidenciales se hacían bajo el ritual del “destape” y la consigna del “año de Hidalgo”. La Secretaría de la Contraloría de Miguel de la Madrid metió algo de orden, pero no llegó a figurar una comisión de transición gubernamental, como a la que hoy (y desde 2006) se destina un fondo especial de 150 millones de pesos en el Presupuesto de Egresos de la Federación, para el último año fiscal de cada gobierno federal.
Las comisiones de transición gubernamentales nacieron en 1963 en los Estados Unidos (Ley de Transición Presidencial). De allí tomaron la idea los tecnócratas neoliberales para promoverla en México. Carlos Salinas integró equipos de trabajo por cada secretaría de estado y cabeza de sector de organismos públicos descentralizados, una vez que reveló su gabinete, aunque el primero que le dio forma y fondeo presupuestal fue Ernesto Zedillo, a fin de que Vicente Fox tuviese su sueldo presidencial aun antes de asumir el cargo oficialmente.
La comisión de transición dispone de esos recursos para pagar asesorías, ayudantía y colaboración del gobierno entrante, que habrá de preparar el Plan Nacional de Desarrollo, elaborar anteproyectos presupuestales del primer año de la nueva administración, costear iniciativas de ley y sufragar los gastos de giras nacionales e internacionales.
Vicente Fox se acabó los 150 millones de pesos y llegó a decir: “apenas nos alcanzó”. Felipe Calderón regresó 27 millones a la Tesorería, Enrique Peña Nieto ejerció menos de 50 millones del total, mientras que AMLO usó apenas una parte mínima. Ahora que se acortó dos meses el período de transición y con la ratificación del principio de austeridad republicana por parte de la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum es muy probable que esos fondos sufran un recorte o un destino diferente.
De facto, la comisión de transición ya está en marcha, la encabezan el presidente saliente y la presidenta entrante, con esta forma inédita de recorrer el país y tener reuniones de trabajo in situ, allí donde están en desarrollo los proyectos estratégicos del gobierno de la 4T, tanto en obras materiales como en acciones emblemáticas de justicia, como la reunión que sostuvieron ambos con las y los deudos de los mineros de Pasta de Conchos.
No cabe duda de que a una elección inédita está siguiendo ahora una transición inédita.
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