Estado de bienestar en el siglo XXI
Tras la Segunda Guerra Mundial, el historiador y sociólogo británico T. H. Marshall definió al Estado del bienestar como una combinación especial de la democracia, el bienestar social y el capitalismo. El término es una traducción literal del concepto en inglés welfare state. Sin embargo, aún hay un debate sobre el significado de bienestar, dado que podría abarcar materias diversas, desde las físicas y mentales hasta las económicas.
Hay consenso, no obstante, sobre las áreas que el término abarca: económicas (subsidios de desempleo y de vejez), sanitarias (salud universal y gratuita), educacionales (formación sociocultural de la población) y sociales (vivienda, alimentación y otros servicios asistenciales).[1]
Nos encontramos en las primeras décadas del siglo XXI, y definitivamente podemos asegurar que en materia económica y social este será muy diferente del XX. La conformación de las familias y su organización económica ha cambiado de manera abismal.
En décadas pasadas, en los países económicamente más avanzados tan solo un integrante de la familia trabajaba, el padre, regularmente, y las madres se encargaban de la educación y el cuidado de hijas e hijos, así como de las tareas del hogar. Un solo empleo remunerado bastaba para proveer a toda una familia de salud, alimentación, educación e incluso esparcimiento.
En la actualidad, ese esquema ya no se encuentra vigente. Además, los cambios tecnológicos, la automatización de algunas tareas y, en general, el avance científico y técnico podrían amenazar con la escasez de empleo, de acuerdo con opiniones expertas.
Ahora, son dos o más integrantes de las familias quienes trabajan y, aun así, el dinero no alcanza para satisfacer las necesidades básicas que, además, en lo que va del presente siglo se han ampliado, a la par que los desafíos para cubrirlas. En otras palabras, el Estado tiene menos herramientas para atender a la población y el reto es cada vez mayor.
Por tanto, la búsqueda del Estado de bienestar se ha debido adaptar a las nuevas circunstancias económicas, demográficas y sociales del mundo, y el reto para los gobiernos a nivel global será encontrar, primero, los mecanismos para detectar tales transformaciones y, segundo, lograr atender las crecientes demandas, principalmente de quienes menos tienen.
Nicholas Barr, profesor de Economía en la London School of Economics and Political Science, afirma que el Estado de bienestar tiene el objetivo de proveer ayuda a la población en mayor situación de pobreza. Además, permite atender las muchas fallas del mercado. Por ejemplo, cuando una persona no logra acceder a salud, el Estado de bienestar permite atender sus problemas en la materia. También, con la inversión que se realiza para la atención de estos desafíos, se promueve el crecimiento económico. Las transferencias de ingresos permiten la redistribución de los ingresos, y la inversión, el crecimiento.[2]
Precisamente, el Estado de bienestar tiene como objetivo reducir la desigualdad social; está relacionado principalmente con países donde la socialdemocracia se encuentra vigente, principalmente en Europa,[3] y el Estado es, sin duda, el principal actor en la materia.
En suma, el Estado de bienestar es un objetivo que los gobiernos en todo el mundo deben de seguir, porque sus beneficios, principalmente para la población más desfavorecida, están comprobados. Pero es necesario que, a la par, la política pública se adapte a las necesidades de la sociedad. Por ejemplo, los empleos son cada vez más precarios, por tanto, no solo se requiere garantizar el acceso a una plaza para una trabajadora o un trabajador, sino, también, velar por el respeto a sus derechos laborales.
Inconformidad y protestas en Europa
Los altos costos de vida en Europa, las medidas restrictivas del gasto público y la modificación de derechos para la clase trabajadora, entre otras decisiones de política económica, generaron inconformidad en distintas sociedades del Viejo Continente.
Desde el año pasado se han convocado intensas manifestaciones y huelgas en el Reino Unido por asuntos que van desde el aumento en el costo de vida hasta la protección del medio ambiente. Luego de décadas de relativa calma social entre 1990 y 2000, la crisis económica mundial de 2008 y sus efectos provocaron que, además de en las regiones donde tradicionalmente se presentaron protestas, como en Oriente Medio y el norte de África en 2011 —conocidas mediáticamente como Primavera Árabe—, también en Europa se exhibieran expresiones de inconformidad económica y social.
De acuerdo con David J. Bailey, profesor de la Universidad de Birmingham en Reino Unido, en los años 2015 y 2017 ha había importantes aumentos en las protestas en ese país. Incluso, en 2019 se registraron más de 280 eventos de manifestaciones en comparación con los 154 de 2010 y sólo 83 en el año 2007. Pero no únicamente el creciente aumento de estas cifras es muestra del descontento social en aquel país, sino también la diversificación en la participación de diversos sectores en las protestas.
La presencia de trabajadores del transporte ha sido la más constante, pero también se sumaron, bajo ciertas coyunturas, abogadas y abogados, así como especialistas de la salud, entre otros profesionistas. Asimismo, se incorporaron otros temas a la agenda de las protestas: cuidado del medio ambiente y respeto a los derechos humanos de minorías étnicas, migrantes, personas de la diversidad sexual y de género y, por supuesto, marchas de mujeres y niñas.
Bailey afirma que la tendencia al alza de las manifestaciones se explica porque es la forma en que “las frustraciones se traducen en crecientes intentos de encontrar nuevas y alternativas formas de influir en la política pública”. Las frustraciones, precisamente, tendrían su origen en las dificultades económicas, la desigualad y los desafíos a la democracia.[4]
Las protestas más recientes en Reino Unido, en los primeros días de febrero, buscaron mostrar el rechazo a una ley aprobada el 31 de enero pasado que, entre otros asuntos, prohíbe que algunos trabajadores de emergencia y empleados ferroviarios participen en huelgas. Esta manifestación se suma a las recientes de enfermeras, profesionistas de la educación y personal del servicio postal en respuesta al estancamiento de los salarios.
El Gobierno británico argumenta que es imposible aumentar los salarios porque eso provocaría altos niveles de inflación.[5]
El número creciente de protestas, los sectores cada vez más diversos que se unen a las manifestaciones y los “nuevos” problemas que enfrentan algunos países europeos están vinculados a la incapacidad estatal para mantener el Estado de bienestar que esas sociedades han gozado. Los retos son comunes alrededor del mundo.
¿Hacia dónde vamos?
“Es inconcebible una democracia liberal sin un Estado de bienestar sólido”, afirma el académico Antón Costas, expresidente del Cercle d’Economia, en España, pero es claro que los cambios sociales, tecnológicos y económicos impondrán retos a los gobiernos de todo el planeta, para mantener vigente el Estado de bienestar en un futuro.[6]
Y agrega: “Con el cambio tecnológico, el trabajo ya no es un empleo fijo a tiempo completo que se pueda ubicar geográficamente. Eso plantea problemas de suficiencia, personas que no van a cotizar bastante para beneficiarse de todo lo que representa el Estado de bienestar, como las pensiones”.
Además, “la recaudación se verá mermada por la evasión fiscal de empresas que no cotizan, porque están ubicadas en lugares donde apenas se paga y pueden operar mundialmente”, concluye.
Es claro que analistas se posicionan frente a una privatización de actividades que pudiesen sobrepasar al Estado. Desde nuestra trinchera, al contrario, hemos pugnado por la renovación de nuestras responsabilidades y aumentar el compromiso estatal con la población. ¿Cómo financiarlo? A través del aumento de la recaudación fiscal, pero no del aumento de los impuestos. La gesta por combatir la evasión fiscal es una de las tareas más importantes de esta administración, por mencionar un ejemplo.
El objetivo del Estado de bienestar es proteger a la población de los riesgos sociales más cercanos que, en buena medida, pueden afectar su vida personal y en sociedad. El Gobierno de México ha hecho explicita esa búsqueda y el deseo por “darle seguridad al mexicano desde que nace hasta que muere”. En ese camino nos encontramos, a pesar de los desafíos y obstáculos que esto conlleva.
Los retos que no únicamente nuestro país enfrenta en la materia tendrán que ser atendidos a través de un enfoque en la persona, con apoyo y participación de la población, sociedad civil, comunidad académica e iniciativa privada. Solo de esa manera se logrará mantener un Estado de bienestar inclusivo y justo para todas y todos.
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA
Fuentes:
[1] Ángel G. Valenzuela Serrano, “El Estado del bienestar. Un reto para la democracia”. Estudios de Deusto. Revista de Derecho Público, 1, 66 (agosto, 2018), pp. 349-374 [En línea]: https://bit.ly/3YuAhSy [Consulta: 8 de febrero, 2023].
[2] Nicholas Barr, “Shifting Tides”. Finance & Development-International Monetary Fund, 4, 55 (diciembre, 2018), pp. 16-19 [En línea]: https://bit.ly/3Kb5zt0 [Consulta: 8 de febrero, 2023].
[3] Octavio Carlos Portilla Marcial, “Política social: del Estado de Bienestar al Estado Neoliberal, las fallas recurrentes en su aplicación”. Espacios Públicos, 16, 8 (agosto, 2005), pp. 110-116 [En línea]: https://bit.ly/3HYYWaA [Consulta: 8 de febrero, 2023].
[4] David J. Bailey, “Decade of dissent: how protest is shaking the UK and why it’s likely to continue”. The Conversation (3 de enero, 2020), ed. Global [En línea]: https://bit.ly/3K26RXl [Consulta: 7 de febrero, 2023].
[5] Diego Lasarte, “Hundreds of thousands of UK workers will strike in response to new labor law”. Quartz (31 de enero, 2023), sec. Economics [En línea]: https://bit.ly/40QgSgu [Consulta: 7 de febrero, 2023].
[6] Dolors Álvarez, “Nuevos retos para el Estado de bienestar”. La Vanguardia (6 de febrero, 2021), sec. Economía [En línea]: https://bit.ly/3XqASTK [Consulta: 8 de febrero, 2023].