Guerra y seguridad alimentaria
Entre las consecuencias inmediatas y más evidentes de la invasión rusa a Ucrania se encuentra el aumento de los precios del petróleo, dado el posible desabasto mundial que genera el corte comercial de este bien desde Rusia, principalmente hacia Europa. Tan sólo en cuatro meses la subida en el precio fue del 16 por ciento.[1]
Además, también han crecido los precios globales de los fertilizantes, porque buena parte del mundo utiliza los productos provenientes de Rusia, Ucrania y Belarús. Incluso, el desabasto se ha resentido en América Latina, principalmente en Brasil y Argentina, pero también en México, Ecuador, Colombia y Perú.[2]
Sin embargo, las consecuencias de la guerra van más allá. En materia alimentaria se produjo un desafío mayúsculo para el mundo. Por eso, el pasado 1 de agosto zarpó del puerto de Odesa el primer barco cargado de cereales desde que inició la invasión en Ucrania. El buque Razoni, con bandera de Sierra Leona y que se encuentra cargado con 26,500 toneladas métricas de maíz, proviene de Ucrania. Por ahora se sabe que su destino final será la ciudad de Trípoli en el Líbano.[3]
El acuerdo de exportación se firmó entre Ucrania y Rusia el pasado 22 de julio, bajo la mediación de Turquía y con el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El pacto permitirá la salida de cinco millones de toneladas de cereales al mes desde territorio ucraniano, con el amparo de un alto al fuego entre los dos países en conflicto.[4]
Ucrania es una de las naciones con mayor producción de insumos alimenticios en el mundo. Se estima que desde que inició la guerra hay cerca de 20 millones de toneladas de granos ucranianos sin exportar. El fenómeno provocó un importante desabastecimiento global y, en buena medida, podría llevar a una crisis alimentaria en todo el planeta, con la escasez de productos y altos precios. Por eso, para atender estos fenómenos negativos todos los esfuerzos resultan destacables.
De cualquier forma, inclusive antes del conflicto armado, la crisis mundial de alimentos ya era una realidad global. Tan sólo durante la pandemia de COVID-19 se reportaron alarmantes aumentos de la inseguridad alimentaria en todo el mundo. La emergencia de salud afectó evidentemente los sistemas sanitarios y la economía mundial, pero poco menos estudiadas han sido las afectaciones a los sistemas alimentarios. No hay duda de que la pandemia aumentó el riesgo de hambre para millones de personas en todo el mundo y profundizó aún más la pobreza y la falta de alimentos de poblaciones previamente vulnerables.[5]
Además, los efectos del cambio climático comienzan a percibirse también en la producción de alimentos en todo el mundo. De acuerdo con información del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático publicada este mismo año, el aumento de temperaturas, y las condiciones de sequedad y volatilidad en el ambiente ya obstaculizan los sistemas alimentarios a nivel mundial. Hasta el 30 por ciento de granjas y pastizales productivos actualmente ya no continuarán siendo productivos hacia finales del siglo, si continúan las tendencias actuales.[6]
De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, se estima que en 2022 alrededor de 345 millones de personas padecen de inseguridad alimentaria aguda o están en alto riesgo de enfrentarla. En los 82 países en donde tiene presencia ese órgano multilateral existen casi 200 millones de personas más en esta situación, en comparación con antes de la pandemia de COVID-19.[7]
Además, la falta de alimentos se profundizó en los países que ya enfrentaban este reto. 50 millones de personas se encuentran en niveles de emergencia aguda en 45 naciones. En esa cifra se incluyen 401,000 personas que enfrentan inseguridad alimentaria catastrófica en Etiopía; 213,000, en Somalia; 161,000, en Yemen; 87,000, en Sudán del Sur, y 20,000, en Afganistán. Los datos indican, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos, que “el mundo se encuentra en medio de una crisis alimentaria mundial, la mayor de la historia reciente”.[8]
Crisis en Ucrania, crisis alimentaria
La invasión de Rusia a Ucrania tiene tres niveles de impacto en la seguridad alimentaria global. El primero se refiere a las necesidades que el conflicto armado generará en la población de ambos países. No hay duda de que la violencia, el caos natural en este tipo de escenarios o las sanciones internacionales provocarán escasez de alimentos y los altos precios de éstos, que terminarán afectando a toda la población.
El segundo es que los países que dependen en gran medida de los productos alimenticios que producen tanto Ucrania como Rusia también tendrán que enfrentar la necesidad de encontrar otras vías de abastecimiento. Finalmente, el tercer nivel de afectación del conflicto se vincula con el resto del mundo, que resiente el aumento de los precios de los alimentos, dada la escasez de producción o las barreras para la idónea distribución de los productos.[9]
Más del 70 por ciento del territorio ucraniano es tierra apta para actividades relacionadas con la agricultura. Entre los bienes que más se producen en el país se encuentra, por supuesto, el trigo. Rusia y Ucrania son conocidos como “el granero de Europa”, ya que sus exportaciones representan el 29 por ciento de la producción global de trigo y el 19 por ciento de la de maíz. Pero también desde ahí se exportan una gran cantidad de otros productos agrícolas, como cebada, centeno, aceite de girasol y papa. Ucrania, por ejemplo, es el mayor productor mundial de aceite de girasol, y Rusia, el segundo. Entre ambos representan el 60 por ciento de la producción del planeta.[10]
Además del territorio europeo, China, India, el norte de África y Oriente Medio son algunos de los destinos de las exportaciones alimenticias desde Ucrania y Rusia. Si aquellos países y regiones ya enfrentaban problemas en materia de escasez de alimentos, con la reducción de la oferta de estos productos el problema se puede agravar muy pronto. Además, Ucrania es el principal proveedor de maíz a China.[11]
Los países afectados por la hambruna, como Yemen, son los que más sufren por la disminución de las exportaciones de alimentos de Ucrania, pero también son vulnerables Egipto, Turquía y Bangladesh, que importan miles de millones de dólares de trigo ucraniano anualmente, equivalentes al 70 por ciento de las importaciones de este producto. Por mencionar otro ejemplo, Kenia obtiene el 34 por ciento de su trigo de Rusia y Ucrania, y Marruecos, el 31 por ciento. Además, alrededor de la mitad del trigo que adquiere la ONU para la asistencia humanitaria proviene de Ucrania,
Asimismo, Rusia funge como el principal exportador de trigo del mundo. Las sanciones que buena parte de las economías mundiales han impuesto a ese país, podrían también afectar el suministro de tan importante producto.
Dos son los principales perfiles de países que están en riesgo por este fenómeno: el primero son los que desde hace un buen tiempo ya se encontraban al borde de la hambruna, y el segundo se conforma por las naciones que dependen en gran medida de las importaciones ucranianas y rusas.[12]
Seguridad alimentaria un asunto de seguridad nacional para los Estados
Es cierto que asuntos como la independencia energética para asegurar el suministro de petróleo o la preservación de la seguridad en el territorio son asuntos de vital importancia para el Estado. Sin embargo, la opinión pública ha debatido con menos interés la necesidad de mantener el abasto de alimentos como un tema de seguridad nacional para los países.
De acuerdo con Amanda Little, experta en asuntos de medio ambiente, agricultura y alimentación, la crisis alimenticia producto de la guerra en Ucrania debería ser una muestra de lo importante que es integrar en los planes de seguridad nacional una estrategia agrícola a largo plazo. Desde su punto de vista, esto significaría invertir en prácticas agrícolas sostenibles, cultivos resistentes al clima, sobre todo por los efectos cada vez más evidentes del cambio climático) y nuevas tecnologías de cultivo, así como cadenas de suministro ágiles que puedan girar alrededor de las interrupciones cuando sea necesario. Mantener constante y suficiente el abasto de alimentos es de suma relevancia para mantener estable a una sociedad.[13]
En primer lugar, se trata de un derecho humano que debe ser atendido por el Estado. Pero, además, si no se observa de manera adecuada, podría incluso llevar hacia la violencia e inconformidad popular que, a su vez, trastocarían aún más la distribución adecuada de alimentos y el aumento de sus precios.[14]
Por ejemplo, a finales de 2010, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) afirmó que los episodios en ese momento de volatilidad de los precios en los mercados agrícolas mundiales anunciaban amenazas. Es bien conocido que, justamente en diciembre de 2010, se suscitó en Túnez la lamentable inmolación de un vendedor ambulante, luego de que le fue incautada su mercancía, acto que inspiró a las protestas populares en varios países de esa región, proceso conocido como Primavera Árabe.[15]
Entre otros móviles, las manifestaciones masivas de la población en Oriente Medio y el norte de África estuvieron motivadas en gran parte por el fuerte aumento de los precios de los alimentos. No obstante, no fueron los únicos movimientos sociales de aquellos momentos. A lo largo del mundo se reportaron intensas protestas populares que, de algún modo, estarían vinculadas con la escasez de alimento durante esos años.[16]
En buena medida, grandes movimientos sociales a lo largo del mundo y de la historia han surgido de eventos en que las crisis alimentarias han sido decisivas. Entre fenómenos naturales, como la sequía o inundaciones, o como resultado de anomalías en los sistemas político, económico y social, las crisis por alimentos son de los mayores riesgos para la seguridad nacional de un país, y la estabilidad y bienestar de su población.[17]
Finalmente, la falta de disponibilidad de alimentos se convierte en una de las causas de la migración irregular y, entonces, aumentan los riesgos de violaciones de derechos humanos y de desafíos aún mayores para los Gobiernos. Por ejemplo, de acuerdo con un estudio realizado por varias organizaciones internacionales, la migración, seguridad alimentaria, violencia, pobreza y variabilidad climática son elementos que se encuentran estrechamente vinculados.[18]
La emigración proveniente de América Central registró entre 2010 y 2015 un aumento de niñas y niños no acompañados, período que coincide con un momento en el que también se acentuó la inseguridad alimentaria en el llamado Corredor Seco, de El Salvador, Guatemala y Honduras. El mismo estudio encontró que en estos tres países la seguridad alimentaria y la migración son fenómenos estrechamente vinculados. La falta de alimentos sería el tercer elemento que propiciaría la migración no documentada, luego de la pobreza y desempleo, y antes de la violencia delincuencial.[19]
Últimas consideraciones
La guerra en sí misma es desdeñable y el mundo debería trabajar para evitarla en todo el mundo. Pero no hay duda de que, además, la violencia trae consigo fenómenos igualmente negativos. En este caso, los recientes eventos en Ucrania han provocado en el mundo posibles efectos en la distribución de alimentos, lo que profundiza aún más la crisis alimentaria que persigue al mundo desde hace años. Los afectados evidentes son las poblaciones de los países involucrados en el conflicto, y las naciones con fronteras cercanas, que dependen de gran medida de la importante aportación de alimentos desde territorio ucraniano.
Sin embargo, no podemos olvidar a los países que, aunque de manera menos visible, podrían enfrentar retos similares o aún más severos que en Europa. Por ejemplo, varias naciones africanas dependen en buena medida de esas importaciones, pues por sus condiciones geográficas y condiciones climáticas, resulta sumamente complicado producir sus propios alimentos. La atención internacional podría justamente enfocarse en atender los asuntos más apremiantes para esas latitudes, lo cual ayudaría también a evitar una crisis de mayor escala.
Los precios del trigo ya se encuentran en los niveles que tenían durante la crisis alimentaria de 2008, y continúan subiendo. De acuerdo con Catherine Bertini, experta en seguridad alimentaria del Chicago Council on Global Affairs y exdirectora del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, podríamos encontrarnos en el momento previo a un “escenario devastador” en el futuro cercano, dado que “el riesgo al que nos enfrentamos no tiene precedentes”. Es necesario recordar que justamente las dificultades alimentarias del año 2008 representaron la antesala para las manifestaciones de los años posteriores.[20]
Finalmente, es importante destacar la necesidad de enfocar los esfuerzos nacionales en la construcción de una estrategia alimenticia que ubique al campo como uno de los actores más relevantes para la seguridad nacional del país. El campo mexicano, sus trabajadoras y trabajadores y sus recursos confirman su valía e importancia precisamente en contextos de crisis mundial como la actual. De acuerdo con la FAO, el año pasado México se ubicó entre los primeros 10 productores agrícolas y como octavo exportador de alimentos al mundo.
El desarrollo de nuestro país, de la salud de la población y la protección de la biodiversidad están ligados estrechamente al campo. Invito a todas y todos a trabajar en ese camino y asegurar el bienestar de este sector tan importante. Por último, insisto en la necesidad de la distensión del conflicto Rusia-Ucrania, por el bienestar de la población y la estabilidad mundial.
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA
Fuentes
[1] Germán Padinger, “¿Cuánto han subido los precios de las principales materias primas en cuatro meses de guerra de Ucrania?”. CNN en Español (2 de julio, 2022), sec. Economía [En línea]: https://cnn.it/3Q4oKoO [Consulta: 1 de agosto, 2022].
[2] Euronews y AFP, “Faltan fertilizantes en América Latina como consecuencia de la guerra en Ucrania”. Euronews (25 de mayo, 2022), sec. Mundo [En línea]: https://bit.ly/3SpDKis [Consulta: 1 de agosto, 2022].
[3] Germán Padinger, “¿A dónde van los granos producidos en Ucrania?”. CNN en Español (1 de agosto, 2022), sec. Ucrania [En línea]: https://cnn.it/3Sso269 [Consulta: 4 de agosto, 2022].
[4] Idem.
[5] Kirsty Harrod, “How has COVID-19 made the hunger crisis worse?”. Save the Children (23 de junio, 2021) [En línea]: https://bit.ly/3Sv3f24 [Consulta: 1 de agosto, 2022].
[6] Intergovernmental Panel on Climate Change, Climate Change 2022. Impacts, Adaptations and Vulnerability. Intergovernmental Panel on Climate Change, 2022 [En línea]: https://bit.ly/3Jw5bTP [Consulta: 4 de agosto, 2022].
[7] Emergency Operations Division, “WFP Global Operational Response Plan: Update #5 – June 2022”. World Food Programme (20 de junio, 2022), sec. Publications, ed. English [En línea]: https://bit.ly/3bwX90u [Consulta: 4 de agosto, 2022].
[8] Idem.
[9] Amanda Little, “Food Is Just as Vital as Oil to National Security”. Bloomberg (7 de marzo, 2022), sec. Opinion, ed. US [En línea]: https://bloom.bg/3zwdASr [Consulta: 3 de agosto, 2022].
[10] Redacción, “Rusia y Ucrania: del trigo al aluminio, 4 exportaciones estratégicas de los dos países”. BBC News Mundo (11 de marzo, 2022), sec. Internacional [En línea]: https://bbc.in/3BOUlGy [Consulta: 4 de agosto, 2022].
[11] A. Little, op. cit.
[12] Idem.
[13] Idem.
[14] Idem.
[15] Ore Koren y W. Kindred Winecoff, “Food Price Spikes and Social Unrest: The Dark Side of the Fed’s Crisis-Fighting”. Foreign Policy (20 de mayo, 2020), sec. Argument [En línea]: https://bit.ly/3w6EEHl [Consulta: 3 de agosto, 2022].
[16] Idem.
[17] Idem.
[18] Banco Interamericano de Desarrollo, et al., Seguridad alimentaria y emigración – Por qué la gente huye y el impacto que esto tiene en las familias que permanecen en El Salvador, Guatemala y Honduras. Reporte de investigación. Programa Mundial de Alimentos, 2017 [En línea]: https://bit.ly/2qwwINf [Consulta: 3 de agosto, 2022].
[19] Idem.
[20] A. Little, op. cit.