Hacer historia, sin repetirla
“Es hablando y no matándonos como nos debemos entender”
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”. Esta reflexión de Karl Marx, sobre la contradicciones de la Revolución francesa que, después de haber impulsado el cambio democrático y libertario más importante en Europa, terminó engendrando el segundo imperio bonapartista (el extremo opuesto de una democracia), se puede aplicar a varias etapas históricas de nuestro país.
Para muestra no hay mejor ejemplo que la Revolución de la Noria, mediante la cual Porfirio Díaz se opuso a la reelección de Benito Juárez como presidente de la República, por considerarla inconstitucional, para posteriormente ocupar el cargo durante 30 años, detonando una nueva lucha antirreeleccionista encabezada por Madero, que derivó en lo que hoy conocemos como Revolución mexicana.
Este tipo de repeticiones tienen dos formas principalmente: una paulatina pérdida de valores revolucionarios que llevan a los nuevos gobiernos a convertirse en aquello que combatían, como ha sucedido con algunos partidos de oposición en México y otras latitudes, y el llamado gatopardismo (alternancia de siglas sin alternancia de régimen), en el que todo cambia para quedar igual, como ocurrió en nuestro país en el año 2000, cuando la esperanza de un cambio se desdibujó ante una transición política simulada.
¿Existirá algún antídoto para evitar repetir una y otra vez la misma historia? En 2018 comenzó una nueva transformación de nuestra vida pública, pero con la novedad de ser un movimiento pacífico, plural, democrático e institucional encabezado por el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ya se ha enfrentado y seguirá enfrentando procesos de refrendo en los cuales, si bien se ha contado con el respaldo de la ciudadanía, el principal talón de Aquiles ha sido el proceso de elección interno de candidaturas, con lo que se corre el riesgo de caer en conductas antidemocráticas.
En la actualidad no se puede imaginar una democracia funcional sin la existencia de un sistema de partidos eficiente. Los institutos políticos son el vehículo para lograr la representatividad de los intereses de la población, y sin ellos sería imposible sostener el funcionamiento de cualquier república. Por tanto, uno de los retos que todos los países enfrentan es que los procesos internos de sus partidos políticos sean democráticos, especialmente en los que han logrado cambiar el orden de las cosas. De no ser así, la democracia sería sólo un espejismo y no una forma de gobierno, es decir, la historia de México se repetiría.
“Es hablando y no matándonos como nos debemos entender” fue la frase con la que el abogado y científico Melchor Ocampo sintetizó el cambio que se debería establecer para pacificar al país durante la época de la Reforma, y acabar con las pugnas intestinas que amenazaban la gobernabilidad. Es también una sentencia vigente para evitar que la transformación que está en marcha pierda su sentido democrático. Sólo ampliando el debate, dando voz a las militancias y ciudadanizando la toma de decisiones podremos seguir haciendo historia, y no simplemente repetirla.
Ni el gatopardismo ni la regresión autoritaria que promueven en este momento las corrientes conservadoras son opciones democráticas en nuestro México.
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