HACIA LA PROSPERIDAD GLOBAL

Ante el acuerdo histórico por parte de los ministros de Economía de los siete principales países industrializados, el G7, que abre la posibilidad de gravar con un impuesto mínimo corporativo global (IMCG) del 15% a las ganancias en el extranjero de cerca de cien empresas transnacionales, se vislumbran ventajas y posibles desafíos.

 

En un momento en el que se acerca la nueva normalidad pos-pandemia, acciones como el IMCG son necesarias y su impacto debe permear a todos y todas. La pandemia, como sabemos, exhibió todavía más las desigualdades en todos los ámbitos sociales y económicos. Los países y sectores más perjudicados al no contar con las herramientas necesarias para sobrellevar esta pandemia también serán los más afectados en cuanto a sus posibilidades para salir de esta. En contraste con las ganancias de cerca del 40 por ciento que han generado
en tiempos de COVID-19 las grandes empresas multinacionales, en especial las que se encuentran dentro del espectro digital, llámese Apple, Amazon, Facebook, Google, entre otras.[1]

 

El IMCG busca equilibrar los pesos de la balanza para tener tanto los medios económicos para salir de la pandemia y a su vez, repartir la prosperidad global bajo un nuevo sistema fiscal. Su principal objetivo, es “cerrar lagunas fiscales transfronterizas”,[2] que las grandes empresas han utilizado para esquivar sus obligaciones en regiones de baja tributación. De esta manera, se proyecta un “piso parejo” entre todos los países para la competencia por inversiones y deja en el pasado las prácticas de los llamados paraísos fiscales que concentran un alto porcentaje de los beneficios multinacionales en el extranjero.

 

 

Al proponer una tasa impositiva única, la movilidad de capitales con fines de inversión no se definirá por una carga tributaria a la baja, sino por cuestiones como la calidad de la fuerza de trabajo local, la mejora en infraestructura y en seguridad o por costos competitivos de transportación, entre otros. Es decir, se detona un círculo virtuoso en el sentido de las particularidades para decidir dónde invertir, ya que al tener un impuesto mínimo global se aportan fondos para que los gobiernos inviertan en infraestructura, innovación, desarrollo, salud, educación, etc. prioridades necesarias y significativas para mejorar el bienestar y la productividad. En suma, es a lo que la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, se ha referido como “un regreso al multilateralismo y una señal de que los países pueden ajustar la red fiscal de las empresas rentables para financiar a sus gobiernos”,[3] contribuyendo al gasto público con base en el principio de proporcionalidad de los impuestos y beneficios justos.

 

Ahora bien, dentro de los desafíos para implementar el IMCG destaca como uno de sus primeros retos el obtener un apoyo y consenso más amplios, concretamente el respaldo del Grupo de los 20 – países que engloban alrededor del 90% de la economía mundial-. La tarea no es sencilla, ya que implica llegar a un acuerdo con más de 130 países, incluyendo a China, India, Brasil y Sudáfrica; así como un acuerdo con Irlanda que tiene una tasa impositiva del 12.5 por ciento y dar certeza a los países menos desarrollados que temen que los verdaderamente beneficiados sean los países que integran el G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) ya que se podrían ver favorecidos con más del 60 por ciento de las ganancias del IMCG.

 

Asimismo, los grupos de países que representan las economías emergentes, como el grupo intergubernamental G24 y el Foro Africano de Administración Tributaria, prevén negociar “tener prioridad a la hora de gravar los beneficios trasladados a los paraísos fiscales en determinadas circunstancias”.[4] En este sentido, el reto es lograr que los ingresos adicionales procedentes de un impuesto mínimo global se repartan de manera equitativa tanto entre los países origen de las multinacionales como en “los países en desarrollo donde se originan las actividades: mano de obra y materias primas”.[5]

 

 

Por otra parte, si se logra el consenso global, y se afina el marco de operación de este impuesto, la mirada, el debate y los desafíos girarán hacia el plano nacional ya que para poder convertir el IMCG en una realidad se requieren de los marcos legales y regulaciones locales que correspondan. En ese sentido, el Congreso estadounidense ya discute el posible impacto de este impuesto mínimo global en la competitividad de sus empresas.[6] Y diversos analistas ponen sobre la mesa el compromiso de los países para poner la soberanía fiscal nacional a favor de la cooperación supranacional,[7] o la formalización del impacto medioambiental para financiar una empresa. De igual forma, algunas empresas como Amazon han respaldado el IMCG argumentando que “el régimen global será más manejable que las alternativas individuales”.[8]

 

 

En otro tenor, y digno de un análisis a profundidad, algunos especialistas proyectan que la tasa impositiva del 15 por ciento no sea suficiente para restaurar el equilibrio global. La Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT, por sus siglas en inglés) grupo formado por académicos y representantes de la sociedad civil de la que forman parte el Premio Nobel de Economía (2001), Joseph E. Stiglitz y el economista francés Thomas Piketty, reconoce como insuficiente el porcentaje del impuesto mínimo global para “generar ingresos significativos” y que de implementarse un porcentaje mayor este “garantizaría que la gran mayoría de los beneficios empresariales del mundo contribuyeran a proporcionar los ingresos que necesitamos desesperadamente mientras salimos de la pandemia”.[9]

Lo cierto, es que todas las voces reconocen que alcanzar un acuerdo de este tipo es “cualitativamente revolucionario”, el primer paso en vías de un esquema tributario más equitativo y que en su negociación debiera reflejar las necesidades e intereses del amplio abanico de las economías a nivel global.

La cuenta regresiva ya inició.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

 

Fuentes

[1] Herrera Gutiérrez, A. et.al. (9 de junio de 2021) “Opinion: Five finance ministers: Why we need a global corporate minimum tax”. The Washignton Post. https://wapo.st/3wBhyqo

[2] OECD. (s/f).“Acabar con el traslado de beneficios al extranjero”. OECD. https://bit.ly/3gvhCSU

[3] Sánchez Vallejo, M. (5 de abril de 2021). “La secretaria del Tesoro de EE UU pide un impuesto mínimo de sociedades a escala global para las multinacionales”. El País. https://bit.ly/2TETiVP

[4] ICRICT. (5 de junio de 2021). “El acuerdo de hoy no es ni histórico ni suficiente. El ICRICT pide a los líderes del G7 que muestren un verdadero liderazgo y asuman un compromiso mucho más ambicioso”. https://bit.ly/3pZeXUC

[5] Ídem.

[6] The Economist. (12 de junio de 2021). “A less loophole-riddled system for taxing companies is within reach”. https://econ.st/3iMsaOV

[7] Rubin, R. et.al. (12 de junio de 2021). “A G-7 Deal on a Global Minimum Tax for Companies Faces Hurdles”. The Wall Street Journal. https://on.wsj.com/3q92kqg

[8] Sánchez Vallejo, M. (6 de abril de 2021). “Bezos apoya el aumento del impuesto de sociedades que propone Biden para financiar su plan de infraestructuras”. El País. https://bit.ly/2Uc86LP

[9] “El acuerdo de hoy no es ni histórico ni suficiente. El ICRICT pide a los líderes del G7 que muestren un verdadero liderazgo y asuman un compromiso mucho más ambicioso”. Op.cit.