Joe Biden

No hay nada definitivo en esta elección, de la que México no se puede abstraer (y, mucho menos, entrometerse en ella), pero sí estar muy atento.

Después de tres semanas de deliberaciones, presiones internas y comentarios en medios y redes sociales, la salud y aptitud cognitiva del presidente Joe Biden se volvieron el issue de la actual campaña presidencial en la Unión Americana, y el mandatario tomó una decisión, quizá la más importante de su longeva carrera política, que inició a los 33 años, como el cuarto senador más joven de su país, en 1972.

La renuncia a la carrera presidencial habla más de la madurez, responsabilidad y generosidad de un Joe Biden político y estadista, que de un candidato ambicioso, vulgar y de mirada corta.

Se retira a tiempo, con la satisfacción de haber llegado a la Presidencia en una elección muy competida y cerrada; el honor de sacar a su país de la pandemia más riesgosa en cien años; iniciar la reubicación de empresas globales para reposicionar al continente americano en el nuevo mundo multipolar; contener la escalada bélica en Europa Central y en Oriente Medio (que bien pudo detonar una conflagración mundial), y dar un nuevo impulso al mercado interno y a la generación de empleo.

Con México, la relación y el trato han sido respetuosos, de entendimiento bilateral y “en un pie de igualdad”, como suele mencionar en las conferencias mañaneras el presidente AMLO. El único vínculo de fricción y acoso extrainstitucional, si así se le puede llamar, fue con la DEA, por el tema del fentanilo y el combate a los cárteles de las drogas, pero aun tan espinoso asunto encontró cauces diplomáticos y de entendimiento bilateral. En nuestro país se aprecia y agradece que Biden sea el único presidente estadounidense, desde George Bush, que no ha construido un metro de muro fronterizo, sin que ello signifique haber descuidado el tema migratorio.

Es muy probable que el relevo en la candidatura demócrata sea la vicepresidenta Kamala Harris. Así lo expresaron el mismo candidato dimitente y las voces más representativas del partido, como Barack y Michelle Obama, Hillary y Bill Clinton y los gobernadores y líderes demócratas de ambas cámaras federales.

Kamala es una mujer liberal, con más entendimiento de la relación con México y formada tanto en las oficinas de justicia y seguridad nacional como del Departamento de Estado, donde los temas de migración, combate a las drogas, nearshoring y medioambientales tienen un tratamiento más científico, realista e institucional, y menos ideológico y electorero. Hasta familiares en México tiene la vicepresidenta Kamala. Si es postulada candidata presidencial en la próxima convención demócrata, veremos una campaña al alto contraste, no solo por la cuestión de género, sino en la formación, discurso, programa y políticas públicas.

Sin embargo, no olvidemos que en la relación histórica e irreductible entre México y Estados Unidos podemos encontrar tanto presidentes demócratas y republicanos que fueron respetuosos y amistosos con México como mandatarios de ambos partidos que tuvieron un trato injerencista, desdeñoso y grosero.

No hay nada definitivo en esta elección, de la que México no se puede abstraer (y, mucho menos, entrometerse en ella), pero sí estar muy atento. Faltan 106 días para los comicios estadounidenses; es decir, falta mucho por ver. Que sea lo mejor para el gran pueblo de la Unión Americana y, por supuesto, para nosotros, los vecinos cada vez más cercanos.

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