Jornada electoral ejemplar

Aunque se trató de elecciones locales, estuvo presente el factor asociado con la evaluación nacional presidencial.

Las elecciones del pasado domingo (para elegir seis gubernaturas estatales, más un congreso local y presidencias municipales) dejaron lecciones importantes para nuestra democracia en permanente construcción.

En términos de gobernanza, se refrenda el camino de las urnas como la vía por excelencia para dirimir controversias políticas, elegir autoridades y alejar el riesgo de la violencia política.

A diferencia de lo que ocurrió en el siglo XIX, los diferendos entre las élites políticas y económicas ya no se arreglan con asonadas, golpes de Estado o levantamientos armados, sino en las urnas, de manera pacífica y civilizada (la desafortunada violencia que hoy padece el país es de carácter económico y social, no político-electoral).

Siguen existiendo algunas prácticas antidemocráticas, como las que se reportaron en Hidalgo, Oaxaca y Tamaulipas, cometidas presuntamente por las autoridades estatales, pero no fueron dominantes ni les alcanzó para frenar la alternancia a favor de la alianza encabezada por MORENA.

El saldo blanco y sin violencia es, entonces, el primer resultado que debemos celebrar de las elecciones del pasado domingo.

El segundo resultado por mencionar es la buena afluencia ciudadana en las urnas. Se rebasó el promedio de una elección de titulares de ejecutivos estatales, que ronda el 45 por ciento, para superar el 50 por ciento en las entidades participantes.

Habrá que ver los diversos factores que empujaron esta ligera participación al alza en las entidades en juego. Por ejemplo, algunas de ellas estrenaron el voto en el extranjero y la urna electrónica. El hecho de que se instalara un alto porcentaje de las urnas electorales (el 99 por ciento) ayudó también a este incremento.

El tercer elemento por considerar es la alternancia que se registró en esta elección. De acuerdo con los resultados preliminares, cuatro entidades federativas cambiaron de signo político (dos gobernadas por el PAN: Tamaulipas y Quintana Roo; dos, por el PRI: Hidalgo y Oaxaca), mientras que en dos estados hubo refrendo del partido gobernante: Aguascalientes y Durango, en alianzas encabezadas por PAN-PRI-PRD.

El cuarto elemento por discernir es la eficacia de las alianzas y coaliciones que se armaron en estas elecciones locales. La de mejores resultados, desde 2108, ha sido Juntos Hacemos Historia, de MORENA, PT y PVEM (en algunas entidades, con partidos estatales), mientras que la coalición opositora Va por México (PAN, PRI y PRD) no ha podido ampliarse a nuevos estados del país.

Para explicar esta relativa debilidad de la alianza de oposición a MORENA, tendríamos que considerar que dos de cada tres priistas de base no desean aliarse con el PAN, mientras que sólo uno de cada cuatro simpatizantes panistas aprueban vincularse con PRI y PRD.

El quinto factor que jugó en esta jornada ejemplar fue su carácter plebiscitario. Aunque se trató de elecciones locales, estuvo presente el elemento asociado con la evaluación presidencial.

En efecto, tirios y troyanos colocaron en el centro de contiendas locales el proyecto presidencial de la 4T. “¿Quieres que la 4T se instale en el estado de ________ [ponga usted el nombre] o quieres que en el estado de ________ exista una política diferente de la 4T?”. Los resultados fueron contundentes: la visión federal prevaleció sobre la política local. Hay quienes creen que puede ser “centralismo absorbente”; no obstante, para la mayoría es liderazgo nacional presidencial.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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