La bisagra democrática
La polarización de las clases políticas no es nueva, mucho menos en tiempos de cambios profundos. En México, uno de los ejemplos más claros de esta polarización se dio durante los seis años de la presidencia de Lázaro Cárdenas, que fue el primer gobierno en implementar políticas públicas encaminadas a disminuir la desigualdad que en esos momentos existía en el país, mismas que fueron mal entendidas como comunistas —probable e intencionalmente— por quienes se oponían a estos cambios.
El hecho de que Cárdenas haya decidido romper con el maximato y, con ello, acabar con la continua influencia de las clases políticas que hasta entonces centralizaban el poder político, para intentar construir otro tipo de país, generó que emergieran diversos grupos opositores, que la discusión se politizara y, posteriormente, se polarizara.
Esto se debió, en parte, a que las políticas sociales de Cárdenas, como las reformas educativa y agraria, junto con las grandes expropiaciones de las empresas petroleras llevadas a cabo durante su gobierno, trastocaron los intereses políticos y económicos de quienes se beneficiaban del statu quo. Esto provocó que se empezaran a organizar grupos que, desde el poder y fuera de él, intentarían detener el inicio de transformación que el mandatario tenía en mente. El resultado de estas resistencias fue la elección de Manuel Ávila Camacho como presidente de la República.
Desde entonces y hasta muy recientemente, las políticas que los gobiernos decidieron implementar buscaron conservar el statu quo para evitar las rebeliones del capital y de los grupos con influencia. Además, lograron cooptar la democracia misma para asegurar que estos cambios no sucedieran, al menos, en el corto plazo.
De esta manera, la democracia, entendida como la competencia pacífica por la obtención del poder político, fue desterrada del país por un largo periodo que finalizó en 2018, cuando el ideal de igualdad que Cárdenas inició resultó impostergable, al ser una demanda que la sociedad mexicana no estaba dispuesta a abandonar, convicción que se reflejó en la elección contundente de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México.
Actualmente, como en tiempos de Cárdenas, la inmediata implementación de medidas que tienen un objetivo igualatorio en la sociedad ha sido motivo de reacciones por parte de quienes quieren preservar la correlación de fuerzas, y que se han acentuado en los últimos días, tanto a causa de la pandemia como de los comicios de 2021.
Como lo muestra la historia misma, las pugnas que hoy en día están teniendo lugar son naturales, cuando lo que está en juego es la transformación del país frente a la conservación de intereses. Afortunadamente, la democracia mexicana es ahora mucho más robusta, y las elecciones de 2021 —las más grandes en la historia nacional— serán el vehículo a través del cual la sociedad decidirá si desea que se concrete el cambio hacia un país más igualitario.
Por ello, a nadie conviene llevar la discusión fuera de los límites de la legalidad ni que se pierda el respeto por las instituciones o se gesten movimientos antidemocráticos. El 2021 será la bisagra que terminará de abrir la puerta a la transformación o que la postergará durante más tiempo; eso deberá depender de la voluntad popular y de ningún otro factor.
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