La burocracia imperial o establishment

Entre los poderes fácticos de la democracia estadounidense se encuentra el establishment o burocracia imperial. Es un conjunto de 18 agencias de información y espionaje de todo tipo, desde políticas hasta financieras, que hacen reportes, informes y escenarios para los departamentos de Estado, Justicia, Seguridad Nacional, Ejército y Marina. Se mueven “por razones de Estado”, no por memorándums del presidente en turno, quien a veces es enterado a posteriori de sus incursiones.

En la etapa de la Guerra Fría, la CIA encabezaba el establishment, con carta blanca para infiltrar, neutralizar o derribar a Gobiernos considerados “no alineados” con los intereses de la Unión Americana. La Agencia estuvo detrás de varios golpes de Estado en naciones latinoamericanas; su intervención más terriblemente memorable fue en el derrocamiento del presidente Salvador Allende en Chile. De la presencia de la CIA en México hay diversos testimonios, desde el reclutamiento del expresidente Luis Echeverría hasta el caso Irangate.

El FBI es otra de las agencias poderosas con notable influencia al interior de la vida política de los EUA. Es conocido su papel en el caso Watergate, que derribó al presidente Richard Nixon y, en tiempos actuales, con el armado del expediente para acusar por sedición y evasión fiscal a Donald Trump.

Transcurren tiempos en que la geopolítica está adquiriendo un nuevo valor, por la transición de la hegemonía unipolar a la multipolaridad; las drogas juegan un papel renovado para el injerencismo político (ojo: no se trata de dejar de combatir este flagelo de salud pública, sino de alertar sobre su uso político, tan dañino como el fentanilo), y la DEA vino a desplazar a la CIA como punta de lanza.

Las comparecencias que tuvo ante el Capitolio Anne Milgram, titular de la DEA, y las iniciativas presentadas en los últimos dos años por legisladores predominantemente republicanos, pidiendo considerar a México un “Estado narcoterrorista”, son los antecedentes de la embestida sin precedente en la red social X (antes Twitter), desatada con los hashtags #NarcoPresidente y #NarcoCandidata.

La DEA debe sentirse agraviada por el gobierno de la 4T: los casos del general Cienfuegos y Ovidio; la reducción al mínimo de sus agentes en México, así como el fentanilo y el mínimo de extradiciones, la deben tener muy enojada. Pero de eso a entrometerse en el proceso electoral mexicano de este año, tratando de influir en un sentido o en otro, mediante embestidas mediáticas (fallidas, hasta ahora), es una estrategia que deben revisar sus directivos. Sobre todo, si la intención es mejorar su desempeño y acrecentar la colaboración con México durante la próxima administración federal.

Este episodio injerencista del establishment en la elección mexicana —desde la campaña en X hasta el asalto de la Embajada en Ecuador— coincide con el cambio de mando en el Consejo de Seguridad Nacional, en el área de asuntos del Hemisferio Occidental, donde se percibe una línea más dura y ruda hacia México, desde el arribo de Daniel Erikson como asesor principal. También con el cabildeo que realizan intensamente en EUA tres simpatizantes del frente opositor: Arturo Sarukhán, exembajador de Felipe Calderón (Capitolio); Jorge G. Castañeda, excanciller de Vicente Fox (Departamento de Estado), y Francisco Javier Cabeza de Vaca, exgobernador panista de Tamaulipas (en el ICE).

Como siempre, los neopolkos mexicanos buscando ganar afuera lo que no pueden lograr adentro.

 

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