No hay atajos ni fórmulas mágicas para sacar adelante a un país. Sólo hay tres caminos, y son los mismos que en su momento señaló Margaret Thatcher en un histórico debate sobre el desarrollo de las naciones: educación, educación y educación.
La educación ha sido el gran motor de cambio en nuestra historia. Ahí están los ejemplos de quienes entendieron su poder y lo usaron para transformar a México.
José Vasconcelos lo expresó con claridad: “Sólo es digno de su patria el que sabe defenderla con el honor y con la inteligencia.” Y él lo hizo llevando la educación a los rincones más olvidados del país, convencido de que el conocimiento debía ser accesible para todas las personas y no únicamente para algunas.
Rita Zetina Gutiérrez, una maestra revolucionaria, luchó en Yucatán por los derechos de sus colegas cuando pocos se atrevían a alzar la voz. Su lema era claro: “La educación es la semilla que transforma el alma de un pueblo.”
Hoy esa semilla sigue creciendo, gracias al gran sistema de becas públicas que la Cuarta Transformación ha aplicado de manera casi universal en beneficio de millones de jóvenes, como nunca antes en la historia de la educación pública.
Pero por muchos años, las maestras y los maestros fueron ignorados, castigados con reformas injustas y sometidos a evaluaciones que no reconocían su verdadera labor. Eso terminó con el gobierno del Presidente López Obrador.
Desde el inicio del gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, teníamos claro que la educación debía cambiar. Por eso reformamos el artículo 3.° constitucional, recuperando su esencia social y eliminando el modelo neoliberal que vulneraba los derechos del magisterio y excluía a las personas más necesitadas.
Con esta reforma logramos:
- Educación gratuita en todos los niveles, incluyendo el universitario, porque el conocimiento no debe ser un privilegio.
- Eliminación de evaluaciones punitivas, devolviendo la dignidad a la profesión docente.
- Derechos laborales garantizados para el magisterio, con estabilidad y formación continua.
- Reconocimiento de la educación indígena e intercultural, porque México es un país de raíces diversas y todas deben ser valoradas.
- Un modelo educativo basado en valores, ciencia y humanismo, porque no queremos sólo trabajadores eficientes, sino ciudadanas y ciudadanos críticos y comprometidos.
También impulsamos el fortalecimiento de programas de becas para evitar que la falta de recursos sea un obstáculo en la educación de millones de jóvenes, porque cuando una niña o un niño abandona la escuela no sòlo pierde ella o él, pierde México entero.
Aún hay desafíos:
- Mejorar la infraestructura educativa.
- Cerrar la brecha tecnológica para garantizar acceso equitativo al conocimiento.
- Fortalecer la enseñanza en comunidades rurales y marginadas.
Pero si algo nos enseña la historia es que ningún país avanza sin educación.
Y si en aquel debate internacional se hablaba de educación, educación y educación como el único camino al desarrollo, en México señalamos con fuerza: educación pública, educación de calidad y educación con justicia social.
Sólo la educación garantizará la transformación del país.
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