La encrucijada II

La coyuntura

Luego de la elección federal de 2018 en la que Morena se alzó con un triunfo contundente y una legitimación social no vista en la etapa contemporánea de la vida pública de México, entre la población se ha podido percibir que el movimiento ha caminado con desaciertos y errores tácticos.

 

No sólo es importante considerar que el proyecto para ganar la Presidencia, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, obtuvo 30 millones 113 mil 483 votos, sino que además la distancia con el competidor más cercano fue de más de 17 millones 50 mil votos, lo que hace de la elección de 2018 la de mayor legitimidad en la historia reciente de México.

 

Esta confianza ciudadana vertida hace casi tres años en las urnas se refleja en el apoyo con el que incluso hoy, en tiempos de la peor crisis de la historia moderna, cuenta el proyecto alternativo de nación.

 

De acuerdo con los más recientes resultados de las encuestas conducidas, la popularidad del presidente AMLO se encuentra en un 62 por ciento, cifra considerable que incluso va al alza respecto de su momento más bajo en junio pasado, en el contexto más álgido de la contingencia sanitaria ocasionada por la pandemia de COVID–19.

 

Del mismo modo, Morena, a pesar de los desaciertos, goza de una preferencia del 44 por ciento para las elecciones intermedias del próximo año, frente al 10 por ciento de su más próximo contrincante.[1]

 

Pero la confianza que el pueblo de México otorgó en las urnas en 2018 no es una concesión sin límites. Al contrario, es responsabilidad de quienes integran el movimiento distinguirse a cada paso de quienes estuvieron antes en el poder, no sólo en el Ejecutivo, sino en los distintos órdenes y niveles de gobierno.

 

Recordemos que, también por mandato popular, Morena goza de una mayoría legislativa a nivel federal que no se veía desde 1994, lo que abre nuevas posibilidades para sacar adelante el proyecto que enarbola.

 

Sin embargo, esto no implica actuar con irresponsabilidad: lo más insensato sería embriagarnos con el éxito electoral y con ello perder la racionalidad y el buen juicio con los que debemos conducirnos, procurando el bienestar social y el cambio propuesto.

 

 

No podemos olvidar los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2019, en la que los partidos políticos, incluido Morena, resaltaron como las instituciones que menos confianza inspiran entre la población, aun por debajo de las instituciones religiosas, los medios de comunicación, el empresariado y la policía, focalizándose esta tendencia en la capital de la República, que funciona como un polo de influencia ideológica en el resto del territorio.

 

En ese sentido, resulta fundamental que la pluralidad que representa el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador siga contando con una vía institucional para hacer valer sus demandas y exigencias.

 

Las experiencias de otros países, como Chile, nos muestran que ante la incapacidad de generar alternativas reales de cambio y de rompimiento con el modelo económico causante de los profundos niveles de desigualdad, la ebullición social puede fácilmente debilitar la gobernanza. En este sentido, Morena debe comprender su lugar en la modernidad: el de un movimiento que encauza un extenso número de causas.

 

Para eludir la “ley de hierro de las oligarquías”, que se entiende como la tendencia de las agrupaciones políticas a construir cúpulas de poder, que concentran las facultades de tomar decisiones, alejándose de las bases mayoritarias, es indispensable mantener un constante diálogo con simpatizantes y militantes al interior de Morena, impulsando la formación política y el liderazgo desde las bases, para poder generar perfiles nacidos desde el colectivo, y no perpetuar figuras, familias o grupos en la cima de la organización.

 

El momento que atraviesa Morena es el corolario de más de tres años de confrontación interna derivada de las dificultades para renovar la dirigencia nacional, después de que en diciembre de 2017 Andrés Manuel López Obrador se separara del cargo de presidente nacional, para poder contender por la Presidencia de la República.

 

Este distanciamiento, perfectamente entendible en un contexto democrático, se terminó de definir una vez que se consumó el triunfo electoral y AMLO rindió protesta como presidente, asegurando que en su calidad de gobernante de todo el pueblo de México tenía que dejar de involucrarse en la vida interna del instituto político que lo acompañó a la victoria, renunciando con ello a la tradición política de los años del partido hegemónico, en los que el mandatario, una vez electo, se erigía automáticamente como líder indiscutible de aquél.

 

Aunque parte de estos problemas se desvanecieron una vez que la nueva dirigencia fue elegida, lo cierto es que actualmente Morena enfrenta su desafío más importante, al verse en la necesidad de seleccionar, de manera plural, democrática y ordenada, candidatas y candidatos para cada puesto de elección popular que se estará disputando en junio de este año. Esto es un verdadero reto, debido a la cantidad de personas que han intentado registrarse para contender bajo las siglas de Morena en los próximos comicios, algo entendible tanto por la amplitud de causas que el movimiento representa, como por la popularidad de la cual goza.

 

 

Es importante considerar que el país no ha vivido en su historia una elección tan grande como la que ocurrirá en este 2021; en este contexto es igualmente relevante destacar que durante los distintos interinatos o representaciones de su dirigencia, en Morena no hubo renovación, trabajo de formación de estructuras y mucho menos formación política de nuevos elementos, lo cual nos sitúa en un problema serio a nivel nacional: el de encauzar por la vía institucional los ánimos de participación política, los cuales, de no encontrar un canal eficiente, pueden acabar por debilitar el movimiento que tanto costó construir.

 

La llegada de Mario Delgado a la dirigencia generó una expectativa creciente para consolidar la institucionalidad y dar paso a un partido de vida orgánica, pero lo cierto es que el reto no es menor, y si cada una de las personas que integran el movimiento no comprende que la magnitud histórica de este momento requiere anteponer los intereses del país a cualquier aspiración personal, no existirá manera alguna de evitar un conflicto interno que pueda llevar a Morena a la implosión.

 

Sin duda ha sido un enorme reto seleccionar aspirantes para 15 gubernaturas, renovar 30 congresos locales (642 curules de mayoría relativa y 421 de representación proporcional); 431 juntas municipales en Campeche y Tlaxcala; 204 concejalías en la CDMX; 2,060 sindicaturas en 29 entidades; 14,596 regidurías en el mismo número de entidades, y 1,923 presidencias municipales, dando un total de 20,292 cargos de elección popular, sin mencionar las 500 curules de la Cámara de Diputados federal.

 

Aun cuando gran cantidad de posiciones serán decididas a través de encuestas, la transparencia y la certidumbre en torno al proceso parecen no estar en su mejor momento. Esta situación resulta sumamente peligrosa, pues debemos recordar que parte fundamental del triunfo de Morena se logró gracias a la confianza, cualidad ausente en el resto de los partidos políticos de México, percibidos por la población como instrumentos para el beneficio de unas cuantas personas, e incapaces de servir como aliados en la lucha por alcanzar demandas populares.

 

Puntos de quiebre como el que actualmente atravesamos marcan la diferencia en la historia de las sociedades, como sucediera en la década de los años 60 del siglo pasado, con el surgimiento de un nuevo tipo de izquierda, que incluía las demandas populares hasta ese entonces relegadas de la agenda política, reivindicando los derechos de las personas jóvenes y de las mujeres, el anhelo de paz ante la guerra y el repudio al imperialismo y al neocolonialismo.

 

 

En este orden de ideas, el momento histórico en el que nos encontramos es relevante no solamente para México, sino para todo el mundo. Es un fenómeno generalizado: en todo el planeta, los niveles de confianza ciudadana han disminuido, y esto no es exclusivo del ámbito político. La gente confía cada vez menos en las instituciones, tanto públicas como privadas; incluso la Iglesia, una de las más sólidas y antiguas, enfrenta una crisis de confianza frente a su feligresía.

 

A nivel internacional, este camino a la desconfianza comenzó hace años. Por mencionar un antecedente próximo, tenemos la crisis financiera de 2008, que fue la más complicada desde la Gran Depresión de 1929. Si ninguna institución es capaz de dar certidumbre a las mayorías, como sí ocurría en el pasado, es claro que nos encontramos ante un momento que exige la transformación y el cambio de paradigmas, y que nos obliga a preguntarnos cómo podrán funcionar las democracias en el mundo.

 

Los partidos políticos son necesarios para que la democracia representativa funcione. En las sociedades modernas sería imposible contar con una democracia verdaderamente funcional sin la existencia de agrupaciones políticas como intermediarias entre la fuerza aspiracional y el ejercicio legítimo del poder público.

 

En México, en la actualidad, Morena es tal vez el único partido que cuenta con niveles de confianza aceptables entre la población, como lo demuestran las encuestas de opinión que se han publicado rumbo a la jornada electoral de 2021. Por ello, si este movimiento-partido no logra estar a la altura de las circunstancias en la selección de candidatas y candidatos, así como en su organización interna, el riesgo no sólo será hacia adentro, sino que implicaría un colapso del sistema de partidos en el país, dejando a la democracia a la deriva.

 

Por el contrario, si logramos generar las condiciones para adoptar la cultura democrática en nuestro día a día, específicamente en la vida pública, Morena dará el ejemplo para otros movimientos de izquierda en la región latinoamericana, en particular mediante sus vínculos con otras agrupaciones progresistas, como el Foro de São Paulo, del que es miembro, y que establece en el primer punto de sus valores y principios la igualdad, la equidad y la justicia social.

 

Por eso, en primer lugar, es necesario buscar consensos entre las miles de personas que se inscribieron para participar en la contienda por algún puesto de elección popular bajo las siglas de Morena. Es preciso transparentar los procesos de selección, contar con metodologías claras en donde se vayan a aplicar encuestas, y con debates amplios y organizados en donde se busque obtener candidaturas de unidad.

 

En todo este proceso se tendrá que actuar con sensibilidad y concordia política, para evitar rupturas y deserciones. Estamos en una coyuntura tal, que de nuestra responsabilidad como integrantes del movimiento-partido fundado por el ahora presidente dependerá el futuro de la Cuarta Transformación de la vida pública nacional, pero, además, de ello dependerá también el porvenir del sistema de partidos y la democracia en México. Todos, motivos superiores a cualquier interés personal.

Actuemos con altura de miras, no dejemos que los errores del pasado atenten contra las promesas del futuro.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

 

Fuentes

[1] Moreno, Alejandro, “Morena toma ‘vuelo’ con las vacunas: se dispara a 44% la intención del voto hacia el partido”, El Financiero, 3 de marzo de 2021. Disponible en: https://bit.ly/3betvtH