La infamia del “narcopartido”
Si politizar el problema de la inseguridad no lo resuelve en absoluto, partidizarlo lo pudre absolutamente.
La inseguridad siempre es un tema de difícil tratamiento en época de elecciones, porque la oposición buscará hacer leña del árbol caído, mientras que la candidata o el candidato que representa al gobierno en turno tendrá que resaltar y defender los avances y la política de seguridad vigente.
Creo que en el último debate presidencial Claudia Sheinbaum logró el tono correcto para desarrollar ese tema (destacó la disminución en los delitos de mayor impacto, sin dejar de reconocer que aún falta mucho por avanzar), mientras que el candidato de MC, Jorge Máynez, aprovechó su papel de tercero en discordia, para desplegar sus principales propuestas en la materia, sin la presión de tener que cuidarse de los ataques de las candidatas que van adelante. En muchas ocasiones, pasar desapercibido es la mejor forma de hacerse notar.
Xóchitl Gálvez, por su parte, abordó el tema como se esperaba, por su papel opositor y su ubicación en segundo lugar de la contienda: no solo politizó la inseguridad (“el actual es el peor gobierno con los resultados más desastrosos de nuestra historia”), sino que partidizó abierta y arteramente el tema del crimen organizado: “MORENA es un narcopartido”. Además, de manera inédita, se convirtió en una especie de vocera extraterritorial de la DEA, del FBI o de ambos, al asegurar que, de acuerdo con “fuentes muy confiables, informo esta noche que el dirigente nacional de MORENA está siendo investigado por agencias norteamericanas por sus nexos con el crimen organizado”. Ni siquiera el calificativo de “presunto” le mereció esa estrambótica revelación informativa.
Mario Delgado respondió la misma noche del domingo a esta difamación, dando el contexto político de la supuesta información confidencial y de “alto nivel”: “Esa información es de Cabeza de Vaca, en venganza porque MORENA no le permitió ser candidato a diputado plurinominal del PAN, por ser un prófugo de la justicia”.
Desde enero señalamos en este espacio el deliberado activismo de cabilderos, legisladores y directivos del frente opositor en los Estados Unidos, especialmente en las agencias que conforman el llamado establishment de Washington, con el objetivo de buscar su involucramiento en el proceso electoral en curso en nuestro país. Donde más eco encontraron fue en las filas de legisladores republicanos, en la DEA y en algunos medios de comunicación. Incluso varios de los puntos de acuerdo que desde hace dos años han presentado republicanos en el Capitolio fueron redactados por estos cabilderos del frente opositor.
No es casualidad que unos días después de la visita de Xóchitl Gálvez a Washington, en febrero pasado, se desatara en redes la embestida sin precedente de “NarcoPresidente” y “NarcoCandidata”, como tampoco lo es que ahora, en el último debate presidencial, anunciara “en exclusiva” la presunta investigación en Estados Unidos contra el dirigente de MORENA, con el único propósito de “acreditar” que el movimiento que volverá a ganar la Presidencia el próximo dos de junio es un “NarcoPartido”.
Si politizar el problema de la inseguridad no lo resuelve en absoluto, partidizarlo lo pudre absolutamente. Tenemos dos casos que siguieron ese camino: Colombia, en 1989, y Ecuador, en 2023. Dos espejos negros que debemos evitar.
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