Los capos y la violencia en México

La recaptura de Rafael Caro Quintero, que tuvo lugar la semana pasada, es un acontecimiento importante en materia de seguridad pública que no debe pasar desapercibido ni como un logro ni como una oportunidad para reflexionar sobre el origen de la violencia en México y la estrategia que actualmente se implementa para ponerle fin.

 

El destino de un capo

En su libro El héroe de las mil caras, Joseph Campbell propuso su teoría del mito único, también conocida como el viaje del héroe arquetípico, que es una estructura común a todas las historias épicas e incluso religiosas, cuyos pasos se pueden agrupar en tres etapas: la salida, la iniciación (el encuentro de lo anhelado o el logro de sus objetivos) y el regreso.

 

Historias como la de Odiseo, en la Odisea; la de Dante, en la Divina comedia o incluso la de Cristo, en la Biblia se ajustan a esta estructura, y por su sentido pedagógico son narraciones que se siguen enseñando en la actualidad y continúan influenciando la cultura universal.

 

No obstante, la cultura del narcotráfico ha tergiversado esta idea de autorrealización, para influir y cooptar a la juventud con la imagen aspiracional del capo, haciendo parecer la de éste una vida deseable, cuando en realidad su destino es siempre trágico.

 

La recaptura del llamado Narco de narcos, Rafael Caro Quintero, nos permite ver, a la luz de los años, la verdad detrás de la leyenda de los capos de la droga.

 

La salida

Si algo tienen en común las biografías de los capos del narcotráfico es el origen humilde de éstos, es decir, un desalentador contexto de pobreza del que es imperioso escapar. En una entrevista realizada en 2016 a Rafael Caro Quintero se le puede escuchar contando una historia tristemente común en la sociedad mexicana. Huérfano de padre, a los 14 años tuvo que hacerse cargo, junto a su madre, de mantener a sus 11 hermanos, por lo que la siembra de marihuana y amapola era la opción más normal en su natal Badiraguato, Sinaloa.

 

La iniciación

Si el punto de partida es la pobreza, lo más lógico es que los objetivos de estas actividades delictivas sean el dinero y el poder. Rafael Caro Quintero fue cofundador del Cártel de Guadalajara, y su fortuna se llegó a estimar en 100 mil millones de pesos. La otra cara de la moneda es que se convirtió en uno de los diez fugitivos más buscados por el FBI, y además se ofrecía una recompensa de 20 millones de dólares por su captura, por lo que su vida se transformó en una constante huida. Su primera captura, en 1985, se logró en la comunidad de San Rafael de Ojo de Agua, en Alajuela, Costa Rica.

 

 

 

El regreso

Fue extraditado a México y el 12 de diciembre de 1989 sentenciado a 40 años de prisión por delitos contra la salud en sus modalidades de siembra, cultivo, cosecha, transportación y tráfico de marihuana y suministro de cocaína, así como por secuestro, homicidio calificado y asociación delictuosa; sin embargo, en 2013 fue liberado al serle concedido un amparo (que luego revocó la Suprema Corte de Justicia), con el argumento de que su causa penal debió ser juzgada por el fuero común y no por el federal.

 

Desde entonces, Caro Quintero vivió a salto de mata hasta el pasado 16 de julio, cuando elementos de la Marina mexicana lo recapturaron en la sierra sinaloense y lo trasladaron al penal de máxima seguridad del Altiplano, en el Estado de México, con fines de extradición, por lo que podría compartir el mismo destino que Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo, otro capo del narcotráfico que purga su condena en Estados Unidos.

 

El motivo de la solicitud de extradición es la acusación en contra del Narco de narcos por la tortura y el homicidio del agente de la Administración de Control de Drogas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), Enrique “Kiki” Camarena.

 

Pese a que hoy es un septuagenario adulto mayor, Rafael Caro Quintero aún debe compurgar más de 11 años de prisión ante la justicia mexicana y enfrentar un juicio en la Unión Americana, por lo que sus deseos de vivir sus últimos momentos de vida con tranquilidad, como lo expresó en una entrevista, no se podrán realizar, y probablemente permanezca preso hasta el fin de sus días.

 

Mientras Odiseo termina su viaje regresando a su patria y recuperando su reino, y Dante concluye su travesía experimentando la gracia de Dios, el final de la aventura para un capo es funesto. La niñez y las juventudes de México deben conocer la verdad detrás de la narcocultura, que intenta vender la idea del dinero y el poder a toda costa, sin mostrar todo el sufrimiento y las consecuencias que hay detrás.

 

Si bien el Gobierno federal actual no apuesta por la detención espectacular de capos, el arresto de Caro Quintero puede servir para un fin más noble: la transformación de las conciencias. No hay heroísmo ni gloria en el crimen. Y ésa es una lección que deben interiorizar las autoridades encargadas de combatir al crimen organizado, pues la historia nos muestra que enfocar todas las fuerzas y los recursos en perseguir únicamente a los líderes criminales y no en atender las causas que los convirtieron en eso, además de no ser efectiva, produce en la sociedad efectos colaterales no deseados.

 

 

 

Jefe de jefes

Hace 16 años inició en México la denominada guerra contra el narcotráfico. La estrategia, por ser incompleta, me parecía errónea, pues siempre he creído que el uso de la fuerza, las acciones preventivas y las labores de inteligencia se tienen que complementar con políticas que fortalezcan la base social en las zonas más vulnerables y propensas a la violencia.

 

Hay una estrategia conocida como Kingpin, que consiste en destinar una vasta cantidad de recursos a la eliminación de jefes criminales. Se basa en la idea de que las organizaciones delincuenciales son verticales y que, por eso, al dejarlas sin quienes las encabezan, éstas se debilitan a tal grado que su reintegración resulta imposible y provoca que la oferta de drogas ilícitas disminuya. Bajo esta lógica, los esfuerzos de las corporaciones de seguridad se deben centrar en retirar a la piedra angular del grupo (en inglés, el kingpin).

 

Desde su concepción, la estrategia tenía debilidades evidentes: los grupos criminales mostraban una gran dinamismo y en la práctica no eran tan verticales; además, una vez capturados o eliminados los jefes, la oferta de la droga tendía a incrementarse. Aún así, se trató del camino que las instituciones decidieron seguir. Para Robert Booner, jefe de la DEA en los años 90 del siglo XX, la estrategia resultaba fácil de comunicar tanto a la sociedad como a otros países; en sus propias palabras, se trataba de una “estrategia sexi”.

 

Esta visión fue implementada en México desde aquella década hasta hace muy poco. Por eso, la estrategia de pacificación consistía en perseguir y eliminar personas, y no en entender de qué manera se podría prevenir el crimen cometido o atender sus causas. Las consecuencias son hoy visibles, pues los grupos criminales se fragmentaron y la violencia se disparó.

 

Socialmente se empezaron a crear narrativas al estilo de Robin Hood. Al ser perseguidos por el Gobierno, los kingpin cobraron fama, y en contextos de desigualdad y pobreza —de los cuales provienen la mayoría de ellos— se convirtieron en figuras que lejos de ser despreciadas eran admiradas por parte de la población. Así, los criminales y quienes los acompañaban dieron pie a una apología del delito en la que miles de personas con carencia de oportunidades aspiran a convertirse en el capo di tutti capi, en el jefe de jefes.

 

Como se mencionó, Rafael Caro Quintero, junto con Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo, fundó el Cártel de Guadalajara, del que se desprenden un número importante de los cárteles actuales. El primero en ser detenido fue Fonseca (don Neto), en abril de 1985; meses después cayó Caro Quintero, ambos vinculados al asesinato de Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA. Cuatro años más tarde, en 1989, Félix Gallardo fue capturado en Guadalajara, Jalisco.

 

Luego de ellos, es amplia la lista de personajes que han llegado al máximo escalafón del crimen organizado para después ser capturados. Sólo por mencionar a algunos: Joaquín “Chapo” Guzmán, Benjamín Arellano Félix, los hermanos Beltrán Leyva o la Tuta. Es decir, numéricamente la estrategia Kingpin fue exitosa, pero socialmente no sólo quedó a deber, sino que provocó una descomposición mayor que demuestra que las detenciones de líderes criminales no son ni serán suficientes para acabar con la violencia.

 

 

Con la llegada del actual Gobierno, la estrategia cambió a un enfoque en el que se atienden las causas del delito, a través de una política social robusta que busca fortalecer a sectores vulnerables, y que entiende que la captura de los grandes capos debe estar acompañada por el fortalecimiento del Estado de derecho, en el cual toda persona que viole la ley sea castigada; esto incluye también acabar con las redes de complicidad que existían al interior de las propias instituciones.

 

El artículo 76 constitucional establece que la revisión de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública es una facultad exclusiva del Senado de la República, y por ello actuaremos con responsabilidad, sin dejar de reconocer que la pacificación del país es uno de los grandes temas pendientes.

 

En la nueva detención de Caro Quintero en Sinaloa no hubo enfrentamientos violentos, pero lamentablemente perdieron la vida 14 marinos que tripulaban un helicóptero, cuyo desplome debe ser investigado a profundidad. La captura se trata de un logro importante, pero no se entiende como un fin en sí mismo, sino como parte de un proceso y de una ruta de acción mucho más amplia.

 

Es un hecho que la captura de un generador de violencia es importante, pero debemos ir más allá y profundizar la aplicación de los programas sociales en la zonas de mayor incidencia delictiva, intensificar el trabajo de debilitamiento financiero de las células criminales, fortalecer a la Guardia Nacional y apoyar a nuestros jóvenes, para que cuenten con las oportunidades suficientes que los alejen del camino que cada jefe de jefes tuvo que seguir.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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