Los mercados no tienen miedo

Fríos, calculadores y bien informados, los mercados no se fijan en el color del gato, sino en su eficacia para cazar ratones.

Si algún actor de la vida pública es racional, calculador e impávido (libre de pavor) son los mercados.

El mensaje de que “México tiene miedo” simplemente no aplica en la economía, entendida esta como el conjunto de actores y factores que mueven el empleo, la inversión, el ahorro, el crédito, el comercio interior y el comercio exterior en el país.

El miedo es una emoción que produce temor, escozor, nerviosismo, parálisis y retraimiento ante lo que se considera y percibe como un peligro. Ninguno de estos síntomas presenta el mercado laboral, financiero, comercial, energético, automotriz, agropecuario o ganadero.

Claro que hay problemas en estos mercados, como, por ejemplo, escasez de mano de obra, falta de crédito, inflación, cartera vencida y hasta el flagelo de la extorsión, pero ninguno de ellos es producto del pavor, temor ni miedo generalizados.

Más bien los mercados nacionales parecen guiarse por todo lo contrario del miedo: la confianza de vendedores y compradores, de quienes ofertan productos y de quienes demandan servicios. Cuestión de revisar, precisamente, los índices de confianza de unos y otros.

Si algún miedo hubiese en la economía, sería justamente el miedo a que regresara la “economía del miedo”. ¿Cuál es esa? Es la economía de las crisis cíclicas de fin de sexenio, de la incertidumbre plena, del déficit de confianza, de la devaluación de la credibilidad, de las reservas agotadas, del tipo de cambio politizado, del déficit público explosivo o de la economía ficción.

Es paradójico que los gobiernos del período tecnocrático, que anteponían la preservación de los fundamentos económicos neoliberales por sobre todo lo demás, terminaran casi siempre en crisis económicas sexenales.

Más paradójico aún es que un gobierno de izquierda, de signo contrario y revisionista de los postulados neoliberales, terminara generando la transición presidencial más estable, confiable y segura en términos de funcionamiento de los mercados.

La explicación de esta paradoja (que la 4T de izquierda haya resultado más confiable para los mercados que los gobiernos neoliberales de derecha) la podemos fundar en varios factores. Uno de ellos es que la llamada “economía moral”, basada en el combate a la corrupción, la eliminación de privilegios fiscales y la austeridad republicana resultó más funcional a los mercados que el llamado “capitalismo de cuates”, “de compadres” o “de moches”.

Otra explicación es que la segunda distorsión más importante para los mercados, después de la corrupción, es la desigualdad social, económica y regional. Esta distorsión también fue corregida notablemente por la 4T, a tal grado que el deprimido sureste mexicano terminó creciendo más que el norte industrializado, y casi 9 millones de mexicanas y mexicanos salieron en plena pandemia de la situación de pobreza extrema, gracias a los demonizados y satanizados subsidios gubernamentales, a las remesas y a que el salario mínimo dejó de ser un salario de miedo.

Fríos, calculadores y pragmáticos, los mercados no se fijan en el color del gato, sino en su eficacia para cazar ratones. Y el gato moreno, a pesar de ser maullador, retobón y callejero, resultó mejor cazador que el gato blanco, acomodaticio y con pedigrí traído del extranjero. Y esto no genera miedo, sino confianza, y la confianza llama a la continuidad (que no al continuismo). Pero eso es otro tema.

 

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