Nuevo comienzo

México, Estados Unidos y Canadá llevaron a cabo movimientos independentistas con un mismo fin: dejar de ser colonia de un imperio. Pero este anhelo compartido por los países que hoy integran la región conocida como Norteamérica se tergiversó al pasar de los años, con la política exterior mexicana aplicada por los gobiernos anteriores, la cual cambió nuevamente de paradigma a partir de 2018, con la finalidad de hacer valer la soberanía nacional y terminar con la influencia que otras naciones ejercían en nuestra política interior, con la justificación de la superioridad económica.

Por eso, cuando Andrés Manuel López Obrador llegó al poder, hubo una gran expectativa en torno a que su talante nacionalista y defensor de la soberanía dinamitaría las relaciones bilaterales entre México y los Estados Unidos. No fue así, sino al contrario. Nunca antes en la historia moderna de nuestro país uno de sus mandatarios había logrado mantenerse firme, a pesar de presiones —como la amenaza arancelaria—, para hacer valer sus posiciones en temas relevantes de política exterior, como la seguridad nacional, la migración y el comercio.

Esta nueva manera de entender la política exterior desde el Gobierno de México ha permitido que ahora América del Norte cuente con un tratado comercial más justo y acorde con la realidad, y que la migración sea entendida como un fenómeno compartido en el que los países más favorecidos atiendan las causas de origen, lo cual ha dado paso a un nuevo entendimiento en materia de seguridad, que deja atrás el paradigma del intercambio armamentista, para dar lugar a la construcción de paz. No es osado decir que la posición del Estado mexicano ha sentado las bases de un desarrollo regional más justo y armonioso.

En este contexto, el presidente Andrés Manuel López Obrador asistirá esta semana a la IX Cumbre de Líderes de América del Norte, en la que se encontrará con su homólogo estadounidense Joe Biden y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a quienes el propio AMLO ha descrito como “hombres de acción”, en reconocimiento de su disposición a estrechar lazos de colaboración para el desarrollo, y recordando uno de los principios del derecho internacional: pacta sunt servanda (“los pactos deben cumplirse”).

Para la Cumbre, que se reactiva luego de haberse suspendido en 2016 durante la administración de Donald Trump, se prevé que el presidente López Obrador profundice su visión humanitaria y de fraternidad universal, al proponer un programa de visas de trabajo para migrantes de México en Estados Unidos y Canadá, que les dé certidumbre jurídica a los millones de personas que componen la fuerza laboral de nuestro país, necesaria para la reactivación económica al norte de la frontera.

Por su parte, el presidente Biden y el primer ministro Trudeau impulsarán una agenda conjunta contra el cambio climático y los fenómenos meteorológicos y sociopolíticos vinculados, que nuestro país puede abrazar con mayor firmeza en el nuevo paradigma energético.

La Cumbre será un encuentro al que finalmente México asistirá en condiciones de igualdad y no de subordinación. Se trata de la reafirmación de un nuevo comienzo en las relaciones de los tres países y en la confirmación de que el tiempo de los imperios y las colonias ha quedado atrás.

 

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