ONU. Urgencias

Es la quinta ocasión que México asume un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, y lo presidirá durante todo noviembre, pero desde ahora se puede decir que por primera vez será una participación que trascenderá al anecdotario nacional.

Hace unos días, México asumió la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Lo ha hecho de manera audaz y crítica, posición que ha incomodado a propios y a extraños. Pero independientemente de los distintos puntos de vista, es innegable que, aunque este órgano ha realizado acciones loables, no ha logrado alcanzar el objetivo de mantener la paz y la seguridad internacionales; si así fuera, desde hace décadas el mundo hubiera dejado de presenciar conflictos bélicos, y no serían ya una preocupación en las agendas de los países los fenómenos que generan violencia, como el tráfico ilícito de armas.

Cuando hace dos semanas el presidente Andrés Manuel López Obrador se dirigió a quienes integran el Consejo de Seguridad, aseguró que la ONU no ha hecho lo suficiente por las naciones más pobres. Ayer, el canciller mexicano pidió al Consejo reconocer que los esfuerzos realizados por los Estados miembros para contrarrestar las prácticas ilegales en el mercado de armas de fuego, incluido nuestro país, no han bastado. Ambas posturas son atípicas, pero realistas y necesarias, especialmente si en verdad se quiere que la pacificación mundial deje de ser una utopía.

Y como el buen juez por su casa empieza, es necesario reconocer que los gobiernos anteriores en México tampoco hicieron lo que les correspondía para reducir el tráfico ilícito de armas, y como muestra quedará en la historia el lamentable operativo Rápido y Furioso. En 2011, como senador de la oposición, presenté un punto de acuerdo para exhortar a la Secretaría de Relaciones Exteriores a enviar una nota diplomática, condenando los actos cometidos contra el pueblo de México, y para solicitar la extradición de los agentes estadounidenses responsables. Nada de esto sucedió, quedando manifiesta una actitud de sumisión y de falta de voluntad para generar condiciones propicias que permitieran frenar el tráfico ilícito de armas de fuego a México, provenientes de Estados Unidos.

El caso de Rápido y Furioso es importante porque muestra con claridad el golpe de timón que el Gobierno de la Cuarta Transformación ha dado en materia de política exterior. No solamente se ha hecho valer la soberanía nacional, exigiendo al Gobierno estadounidense, desde mayo de 2020, que presente un informe completo sobre los detalles del operativo, mismos que fueron recibidos por la FGR, sino que México ha adquirido un papel predominante en el ámbito internacional, al convertirse en uno de los principales promotores para frenar el tráfico ilícito internacional de armas de fuego.

Una de las frases inciertamente atribuidas a Albert Einstein, es que “la locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes”. Esta es la quinta ocasión en que México asume un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, y lo presidirá durante todo noviembre, pero desde ahora se puede decir que por primera vez será una participación que trascenderá al anecdotario nacional, porque se realizarán acciones de otro modo, que posicionarán al país como referente internacional. No se repetirán las viejas recetas que demostraron ser inútiles para la construcción de la paz, sino que se pondrán sobre la mesa temas trascendentales, como la corrupción, la desigualdad y el tráfico de armas.

 

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