Panel energético a la vista

Se empalman las sucesiones presidenciales de México y Estados Unidos, y el tema energético será bandera de los candidatos de aquí y de allá.

El tema energético (petróleo, electricidad, gas y combustibles) siempre ha estado en la mira de las negociaciones comerciales entre nuestro país y el resto del mundo que, en el caso mexicano, el “resto del mundo” es Estados Unidos, con quien comercia no menos del 80 por ciento de sus importaciones y exportaciones.

En virtud de que “los veneros del petróleo” nos los escrituró el diablo (López Velarde dixit), dos de cada tres países con los que hemos suscrito acuerdos comerciales siempre ven como “recurso ancla” o de atracción el oro negro. Así fue desde el siglo pasado y lo seguirá siendo hasta que no se encuentre una fuente de energía real, comercial y masivamente alterna, lo cual puede llevar varias décadas más.

Es conocido el episodio de la negociación del TLCAN, cuando México pidió un capítulo laboral para tener una migración “ordenada, segura y regular”. La respuesta de la contraparte estadounidense no se hizo esperar: “a ustedes les interesa la migración segura, a nosotros la energía segura, barata y con nuestras empresas”. Desde entonces, China y sus aliados han estado fuera de cualquier opción de inversión energética en nuestro país.

La reforma de Peña Nieto en la materia (2014) abrió la puerta trasera del TLCAN y, desde entonces, se convirtió de facto en el capítulo energético que en 1993, una década atrás, se había denegado.

Por eso, cuando se negoció el T-MEC, el capítulo energético que propuso el Gobierno mexicano al de Donald Trump, a manera de cereza del pastel, era en realidad la reforma energética (recargada) de cuatro años atrás. ¿A cambio de qué? No se sabe aún… Ni siquiera Santa Anna, cuando vendió La Mesilla en 1854, en diez millones de pesos, había actuado de manera tan servil y antipatriota.

El arribo del Gobierno de la 4T detuvo esa entrega antinacional y antipopular de la soberanía energética, y en lugar del capítulo santannesco que ofreció el régimen anterior se propuso el capítulo ocho, actualmente vigente, en el cual se refrenda que los recursos del suelo y del subsuelo son de la nación y no están en venta ni en concesión.

Las medidas que posteriormente tomó el Gobierno de la 4T en materia energética (Ley de la Industria Eléctrica, compra de gas natural en exclusiva a CFE y PEMEX, revisión de la distribución de combustibles por particulares y cancelación del autoabasto eléctrico entre privados, entre otras) no sólo están apegadas al T-MEC, sino que también recibieron el aval de la Suprema Corte en cuanto a su constitucionalidad, pero hoy, por ellas, se abre el camino de una controversia dentro del Tratado.

Por los tiempos de negociación que la consulta y los paneles de controversia requieren (todo el proceso puede llegar hasta el 1 de mayo de 2023), así como por la experiencia que México tuvo en las más de 20 controversias en su contra al amparo del TLCAN, se puede pronosticar que será un proceso intenso de negociación jurídica, comercial, financiera, pero sobre todo y ante todo, política.

En efecto, se empalman las sucesiones presidenciales de México y Estados Unidos, y el tema energético será bandera de los candidatos de aquí y de allá. Esperemos que tal estandarte se utilice con visión de Estado, pensando en la próxima generación, y no con visión “grillesca”, pensando en la próxima elección.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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