Los próximos cuatro años

En 2016, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el referéndum con el que el electorado británico decidió que el Reino Unido debía retirarse de la Unión Europea causaron gran conmoción política en todo el mundo, pues en ambos casos se esperaban resultados completamente opuestos, lo que demostró que el camino marcado por el discurso liberal de un progreso ininterrumpido hacia el globalismo de sociedades libres y justas estaba equivocado, y que el futuro de las naciones no estaba predefinido, sino que dependía de un esfuerzo constante y de la participación ciudadana para cumplir con sus objetivos más nobles: la eliminación de la pobreza, el fin de los conflictos bélicos y el progreso con equilibrio ecológico.

Lamentablemente, la pobreza está lejos de desaparecer, la guerra sigue siendo un lucrativo mercado y la devastación ecológica continúa día a día. Estos hechos, sumados a muchos otros retos que enfrenta la humanidad, han servido como lección para las democracias de todas las latitudes durante el inicio de la tercera década del siglo. En el contexto de una catastrófica pandemia que ha generado una terrible crisis sanitaria y económica, los gobiernos de todo el mundo han debido reenfocarse en la administración interna de sus problemas endémicos y dejar de distraerse en buscar causas externas de los males que les aquejan.

Sin embargo, a pesar de que cada país se ha visto forzado a replantear la solución a sus propios problemas debido a la actual crisis, la pandemia también ha mostrado que traerá retos que solamente podrán ser superados de manera conjunta y coordinada.  Por eso, Joe Biden, al recalcar que la democracia es preciada y frágil, haciendo referencia a los recientes hechos violentos durante la toma del Capitolio por parte de simpatizantes del expresidente Donald Trump, realizó un llamado a la unidad para el presente y el futuro de la Unión Americana, lo que marca una clara distinción respecto al discurso de su predecesor, que apelaba a la nostalgia de un pasado glorioso con el eslogan “Make America Great Again”.

Pero Joe Biden también vaticinó, con un tono de nostalgia, que su país volverá a prestar mayor atención a su política exterior, al recalcar que buscará que sea otra vez una nación que lidere para el bien del mundo, pues si bien es cierto que los problemas internos son apremiantes, no lo son menos los temas de la agenda internacional. Se trata de una dicotomía clara, en la que, frente a los efectos de la COVID-19 y el temor de volver a enfrentar una crisis similar, los países buscarán reequilibrar la preponderancia de las políticas interior y exterior.

En este sentido, México cuenta con la posibilidad de estrechar aún más los lazos de cooperación con la nueva administración estadounidense, pues la fragilidad de la democracia es un hecho en todo el mundo, y uno de sus peligros es la violación de la soberanía, las decisiones unilaterales y la desconfianza en el plano internacional. Desde este lado de la frontera, el discurso del presidente Joe Biden se recibe con optimismo y esperanza en una nueva era de acuerdos que permitan fortalecer la democracia en ambos países.

 

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