Prueba superada
Con cabeza fría, paciencia y estrategia, el mes de gracia podría traducirse en el siglo de oro que todo el continente americano necesita.
La presidenta Claudia Sheinbaum superó la prueba. Lo hizo con cabeza fría, paciencia y estrategia de ajedrez. Ganó tiempo, pero, en política, el tiempo es también espacio y dimensión. Y lo alcanzado ayer la dimensiona como la líder que necesita el país para estos tiempos de incertidumbre y embestidas externas e internas.
Era un despropósito. Aumentar aranceles a los productos canadienses y mexicanos que consumen las y los estadounidenses iba en contra de los objetivos anunciados por el presidente Donald Trump de reducir la inflación, crear nuevos empleos y atraer más inversiones a su país (el reshoring). Afortunadamente, el nuevo inquilino de la Casa Blanca escuchó todas las voces y acordó posponer un mes la puesta en vigor de su política arancelaria regresiva.
Pero el daño no paraba en Estados Unidos (EE. UU.). Como onda expansiva, las economías de Canadá y México hubiesen resultado más impactadas que el país del epicentro. A Canadá, le hubiese costado el 0.75 % de crecimiento del PIB, mientras que a México el 1.2 %, colocándolos al borde de la recesión. ¡Vaya vecino, socio y amigo!
La justificación del incremento de aranceles (dejar de “subsidiar” a los vecinos) no se sostiene ni económica ni fiscalmente. El superávit que Canadá y México presentan en su balanza comercial con EE. UU. se compensa con los empleos en el sector servicios que esas importaciones generan al interior de la economía de la Unión Americana y con los impuestos que se pagan al fisco de esa nación una vez que entran al circuito comercial y de consumo interno.
Más aún, el famoso “subsidio” que EE. UU. estaría dando a Canadá y a México desaparece si sumamos la balanza de las tres naciones y las vemos como una sola región. Es decir, si integramos los estados contables de los tres países y los consideramos como si fuesen uno solo, encontraríamos que la región América del Norte sería el polo comercial más potente del mundo, por encima de lo que comercian entre sí China e India, la Unión Europea y los Tigres Asiáticos.
Por separado, en este momento, siguiendo el PIB reportado en 2024, EE. UU. es la segunda economía mundial (29.2 T), mientras que Canadá es la onceava y México la treceava. Juntas, las tres economías, en una especie de G3 llamado “América del Norte”, harían de esta región del planeta el polo más dinámico del mundo, con un valor de mercado, a precios de 2024, de 35.1 trillones de dólares.
Para lograr esto se requiere aplicar de manera coordinada entre los tres países un modelo de sustitución de importaciones; es decir, que el 80 % o más de los bienes y servicios que se generan en la región tengan un alto componente de materias primas, mano de obra, financiamiento, comercio y tecnología original y originaria de la región.
Si el presidente Trump desea hacer a “América” grande otra vez, no necesita anexar territorialmente a Canadá, ni al Golfo de México, ni a México ni a la América hispana. Lo que necesita es un modelo regional de sustitución de importaciones, de libre comercio regional, circulación ordenada y regular de fuerza de trabajo, y un modelo continental de seguridad y bienestar social.
Todos estos temas no se resolverán en un mes, pero sí volverán a aparecer el próximo año y en la próxima generación de las y los norte- y latinoamericanos. Con cabeza fría, paciencia y estrategia, el mes de gracia podría traducirse en el siglo de oro que todo el continente americano necesita.
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