¿Que está en juego?

Que el próximo domingo ganen los votos, y no los vetos, para que este gran país llamado México se siga transformando y continúe avanzando.

Se equivocan quienes piensan que el próximo domingo solo se juega la Presidencia de la República y más de 20 mil cargos de elección popular. También quienes simplemente creen que se juega la continuidad o la alternancia de un partido en el poder, MORENA, que únicamente es la expresión partidaria de un movimiento social más amplio.

Lo que está en juego es la consolidación o eliminación de un proyecto de cambio de régimen autodenominado Cuarta Transformación (inevitable, el símil con la Cuarta República de Charles de Gaulle, quien —por cierto— dejó el poder mediante un plebiscito), que involucra el plan transformador de más amplio calado desde la época de las reformas cardenistas del período 1934-1940, sin violencia política y sin detrimento de la democracia electoral.

Lo que en realidad está en juego el próximo domingo es la continuidad o el rechazo; el refrendo o la revocación; la validación o el relevo de un nuevo régimen político, económico, social y cultural que en cinco años sentó las bases y construyó un primer piso de su diseño institucional, pero que ahora solicita por la vía de las urnas su continuación o relevo.

En este sentido, el próximo domingo tendremos de facto el primer gran plebiscito en la historia contemporánea del país, mediante el cual no solo habremos de elegir a la primera presidenta de México (de nombre Claudia), sino que se estará refrendando la continuidad de la 4T.

Se habla de continuidad, no de continuismo, porque esa opción viene acompañada de una alta dosis de cambio histórico. Asistiremos, de acuerdo con la mayoría de las encuestas profesionales, a un cambio generacional y de género. El próximo domingo emergerá por la vía de las urnas la primera mujer presidenta de México (aunque el sarcasmo de Carlos Monsiváis ubicaba a Guadalupe Victoria en esa posición de nuestra historia, al menos de nombre), apoyada en una generación posterior a la que fraguó, construyó y defendió desde la plaza pública a la 4T.

El refrendo de la 4T en las urnas el próximo domingo implica ese doble mensaje: continuidad en la esencia y cambio generacional y de género en quienes levantarán el segundo piso de la transformación. En este contexto, continuidad y cambio no se contraponen, se complementan.

Se habla de la elección más polarizada de nuestros tiempos, pero en términos numéricos ni el electorado ni el país se ven divididos en dos fragmentos iguales. De hecho, el candidato de MC ha diseñado toda su ruta y estrategia sobre la base de rechazar que solo haya dos opciones para el país. Ya veremos en una semana qué dicen los números finales sobre esta supuesta polarización.

Lo que sí existe es una alta ideologización de la contienda. Cuando la disputa era entre PRI y PAN, parecía la guerra de las colas: la Coca contra la Pepsi. Por eso la mercadotecnia de las banalidades hacía de las suyas. Pero ahora que la contienda se presenta entre “solo dos proyectos de nación”, su polarización y galvanización son inevitables.

Contra lo que pudiera parecer, este tipo de contiendas polarizadas no se definen por la razón, sino por el corazón. No son los argumentos ni los datos los que mueven al electorado, sino las emociones y los instintos básicos. No son las neuronas, sino las glándulas, las que moldean la conducta electoral, y esto es lo único que debemos cuidar que no se desborde. Que la pasión no subyugue a la razón.

Que el próximo domingo ganen los votos, y no los vetos, para que este gran país llamado México se siga transformando y continúe avanzando.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X y Facebook: @RicardoMonrealA