Realismo sin alarmismo

El aumento de las tasas de vacunación estuvo siempre emparejado con el incremento de la esperanza de que finalmente pudiéramos regresar a la normalidad, a nuestro estilo de vida prepandemia: los restaurantes volvieron a llenarse, las reuniones familiares y sociales otra vez fueron regulares, los viajes se reanudaron, el distanciamiento se comenzó a relajar, las calles lucían nuevamente llenas, y niñas, niños y jóvenes regresaron a las aulas.

Pero este atisbo de normalidad probó ser muy frágil cuando, a finales de noviembre del año pasado, en Sudáfrica, un país con bajas tasas de vacunación, se descubrió la nueva variante de la COVID-19, que fue denominada ómicron y destacaba por su rápido contagio. Tan sólo un mes después, ya era la dominante en países de todo el mundo, por lo que ha sido considerada como el virus con la propagación más rápida de la historia.

En Estados Unidos, un país con alta tasa de vacunación, el número de contagios diarios ha ascendido a un millón de personas, la cifra más alta durante toda la pandemia a causa de la aparición de la nueva variante. En el Reino Unido, la semana pasada, se registraron un millón 272 mil 131 casos, un aumento del 30 por ciento con respecto a la semana previa, y el sábado anterior, México también alcanzó su cifra más alta desde los inicios de la pandemia, con 30 mil 671 casos en un día.

Y aunque la Organización Mundial de la Salud ha advertido que, si bien ómicron parece ser menos severa en comparación con la variante delta, especialmente en personas con un esquema completo de vacunación, esto no significa que se deba clasificar como leve, lo que ha llevado a fortalecer nuevamente las medidas sanitarias.

En México, las entidades federativas con semáforos epidemiológicos con riesgo alto y medio han aumentado. Del 10 al 23 de enero serán tres las que regresarán a semáforo naranja (alto); 10 más estarán en amarillo (medio) y 19 en color verde, lo que ha generado incertidumbre entre la población que, luego de la intensa campaña de vacunación ya pensaba que la pandemia comenzaría a ceder. Asimismo, a nivel federal, la reconversión hospitalaria se empieza a preparar de manera preventiva, y los consejos de salud locales toman decisiones para proteger a la población, especialmente a menores de edad cuya salud puede ser afectada por esta variable.

La situación es muy diferente de cuando inició la pandemia. La vacunación y la experiencia adquirida permiten tener mejor preparación, por eso no debemos ser alarmistas, pero tampoco dejar de ser realistas, y sí prevenir en dos aspectos fundamentales: el primero, el cuidado de la salud, y el segundo, los efectos económicos que pueda traer consigo el aumento de los casos.

La campaña de vacunación universal y gratuita que puso en marcha el Gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador es ahora el mayor muro de contención contra la variante ómicron. Recordemos que 2021 cerró con más de 72 millones de personas inmunizadas, por lo que el reto en este año es incrementar este porcentaje y reforzar el esquema con una tercera dosis, también de manera universal y gratuita.

Por otra parte, se ha afirmado que ninguna economía podría soportar la puesta en marcha de medidas de confinamiento. Es cierto, pero también lo es que el hecho de que millones de personas tengan que guardar reposo por al menos cinco días, para evitar contagiar a otras más podría provocar una baja en la productividad de los países. Debido a ello, las perspectivas de crecimiento mundial están disminuyendo, lo que se suma a un escenario ya complicado por la inflación global, que en México escaló hasta el 7.36 por ciento a finales de 2021.

Frente a esta nueva ola se debe reconocer que la demanda internacional posicionada por el Gobierno mexicano para que los países más pobres cuenten con un esquema de vacunación universal y gratuito es la única manera en que se podrán evitar otras que tengan la magnitud de la que hoy experimentamos. Es un buen momento para reconocer que se trata de un problema mundial y no nacional.  Mientras existan regiones del mundo sin acceso a vacunas, el riesgo de que se presenten otras y más potentes variables será latente.

Mientras tanto, nos corresponde a todas y todos actuar con responsabilidad, llevar a cabo las medidas que las autoridades sanitarias señalen, y ser conscientes de que, en gran medida, de nuestro comportamiento depende el bienestar de quienes nos rodean y de la sociedad en su conjunto. Asimismo y una vez más, debemos   agradecer la entrega del personal médico en el país, que por más de dos años ha estado en la primera línea de acción para cuidar la salud del pueblo de México.

 

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