Reconfiguración energética mundial en el marco de la guerra en Ucrania

El 24 de febrero de 2022, el Gobierno ruso puso en marcha lo que denominó una “operación militar especial” en el Donbás, como se conoce a las regiones de Donetsk y Lugansk (repúblicas separatistas) en la parte este de Ucrania. El presidente ruso Vladímir Putin señaló que los dirigentes de éstas solicitaron ayuda de su país, debido a la agresión del ejército de Ucrania en contra suya, y que esto lo obligó a actuar sin demora, con base en los tratados de amistad y asistencia, y con la aprobación del Consejo de la Federación (Senado), para utilizar las fuerzas armadas más allá de sus fronteras.

El objetivo de tal acción es, añadió el mandatario ruso, “[…] defender a las personas que en los últimos ocho años sufren vejaciones, un genocidio por parte del régimen de Kiev. […] por eso vamos a procurar desmilitarizar y desnazificar Ucrania […]”[1]. Ello se ha traducido no sólo en el apoyo militar a Donetsk y Lugansk y en una invasión de Rusia desde varios frentes a Ucrania, sino también en la petición de que el Gobierno de ese país reconozca la independencia de ambos territorios, así como de que la misma Ucrania asuma un estatus de neutralidad internacional.

De manera paralela a las referidas consideraciones del Gobierno ruso, esa acción militar no puede ser entendida sin hablar de la voluntad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para admitir como integrantes a países de Europa del Este. Tal es el caso de Hungría, Polonia y la República Checa, en 1999; Estonia, Eslovenia, Eslovaquia, Lituania, Letonia, Rumania y Bulgaria, en 2004; Croacia y Albania, en 2009; Montenegro, en 2017; y Macedonia del Norte, en 2020.

Asimismo, cabe señalar que el Gobierno ucraniano mostró interés en formar parte de la OTAN, lo cual fue visto por su similar ruso como una amenaza inmediata a su seguridad nacional, debido —de acuerdo con el canciller ruso Lavrov— a que una mayor expansión de la OTAN en el este europeo, así como el despliegue de armas de ataque, amenazan el territorio ruso. Sin embargo, el pasado 15 de marzo, el presidente de Ucrania Volodímir Zelenzki admitió que su país nunca formaría parte de la OTAN y que mantendría su estatus de neutralidad, como lo ha pedido el Gobierno ruso.

En tal contexto, algunas de las consecuencias que se han derivado de esta guerra han sido el aumento del precio de insumos energéticos, el alza del costo de la electricidad y de la gasolina en Europa y Estados Unidos, entre otros países, así como la posibilidad de una crisis energética mayúscula en el Viejo Continente, ante su dependencia del gas y del petróleo rusos.

Debido a ello, la Unión Europea (UE) se encuentra analizando alternativas para terminar progresivamente con esa dependencia, por medio de tres acciones principales: ahorro de energía (eficiencia energética), aceleración del despliegue de energías renovables (inversiones) y diversificación del suministro de gas desde otros países, incluyendo Estados Unidos. Sin embargo, estas acciones no están exentas de limitaciones en relación con varios factores, como el periodo de tiempo para su puesta en marcha, su arribo y distribución a territorio europeo, su costo para contribuyentes, nuevas dependencias de suministro de gas, la imposibilidad o negativa de países suministradores de gas y petróleo respecto al aumento de su producción y exportación hacia el Viejo Continente, así como la intermitencia de las energías renovables.

A continuación, por un lado, se abordarán las acciones que se encuentran tomando la UE y los Estados Unidos para enfrentar esa dependencia con respecto a Rusia, y que forman parte de una nueva reconfiguración energética mundial y, por otro, se presentarán las limitantes de tales decisiones, es decir, de esta buscada nueva reestructuración energética.

 

 

Hacia una reconfiguración energética mundial

Para entender de mejor manera el peso de la dependencia europea hacia los insumos energéticos rusos, es oportuno hacer mención, primero, de que el Viejo Continente, en su parte occidental, no es un gran productor de gas o de petróleo, y que incluso en algunas regiones no existe ni gas ni petróleo; en segundo término, cabe señalar que varias de sus economías, una de ellas, la alemana, requieren grandes cantidades de energía que las fuentes renovables no han podido suministrar a la fecha.

La UE compra el 90 por ciento del gas que consume en otras partes y países del mundo. De ese porcentaje, Rusia le vende poco más del 40 por ciento, además de que le exporta alrededor del 27 por ciento de petróleo y el 46 por ciento de carbón[2].

En el caso del gas, su importación por países europeos desde Rusia no es igual en todos los casos. Entre las naciones que más adquieren este insumo se encuentran Hungría, Letonia, República Checa, Hungría y Eslovaquia, con un porcentaje superior al 80 por ciento[3]; Alemania, Polonia y Grecia, con alrededor del 65, 55 y 67 por ciento, respectivamente, y España y Francia, 17 y 10 por ciento cada una[4].

Respecto al ahorro de energía como una de las acciones europeas para disminuir la dependencia del gas ruso se debe mencionar que, por ejemplo, el Gobierno alemán ha activado la primera etapa de alerta temprana de un plan de emergencia para enfrentar la eventual falta de gas. Ante la aseveración del presidente ruso de suspender el envío del insumo a ese país, si no se paga en rublos, el Gobierno alemán señaló: “Desde este instante cada consumidor, desde empresarios a ciudadanos en sus casas, tienen que reducir su consumo todo lo posible”[5].

El plan de emergencia consta de tres fases. La primera, que inició el pasado 30 de marzo, conlleva el seguimiento exhaustivo de la situación, a través de un equipo de crisis que se reúne todos los días, además de informes detallados del estatus del suministro. La segunda fase es la de alarma, la cual consiste en una interrupción del suministro o una demanda demasiado alta, pero que aún se puede solventar en el mercado energético. La tercera fase es la de emergencia, en caso de grave escasez, y contempla la intervención del Gobierno para cortar el suministro de gas a ciertos consumidores, por ejemplo, a algunas empresas para que detengan su producción y así priorizar a hogares u hospitales.

Además, el alto representante de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, pidió a las ciudadanas y los ciudadanos europeos, el 9 de marzo pasado, que “Bajen la calefacción para ayudar a cortar el cordón umbilical con Rusia. Corten el gas en sus casas, disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania”[6].

Por su parte, la Comisión Europea (CE) busca reducir la dependencia del gas ruso en dos tercios este mismo año, así como aumentar sus reservas de gas en un 90 por ciento antes del 1 de octubre de 2022.

Respecto a la aceleración del despliegue de fuentes de energía limpias, es oportuno recordar que en diciembre de 2019, mucho antes de la guerra, la UE refrendó el objetivo de lograr ser climáticamente neutra desde ese año hasta el 2050, y su descarbonización al menos en un 55 por ciento para 2030.

 

 

Derivado de este propósito de una UE climáticamente neutra, se estableció el llamado Pacto Verde, que prevé un plan de acción para impulsar un uso eficiente de los recursos, mediante el paso a una economía limpia y circular, así como restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación.

En este contexto, la CE ha indicado que se requiere acelerar la inversión en energía solar fotovoltaica y eólica y, en particular, la implantación de placas fotovoltaicas en techos y eficiencia energética en edificios (instalación de bombas de calor, no dependientes del gas). Asimismo, se buscará la aceleración de permisos para los proyectos de energías renovables, así como triplicar para 2030 la capacidad fotovoltaica y eólica instalada[7].

Respecto a la diversificación de suministro de gas y de petróleo desde otros países, incluyendo los Estados Unidos, la CE se encuentra trabajando para garantizar el abastecimiento. Entre las opciones que se han valorado están naciones como Argelia, Catar, Irán, Arabia Saudita, entre otras.

Argelia es el tercer proveedor de gas a Europa, se encuentra cerca de esa región y busca posicionarse en el mercado como un productor y exportador estable y confiable, que pudiera satisfacer ciertas expectativas de la UE[8].

Catar es el segundo exportador de gas en el mundo, detrás de Estados Unidos, y si se consolida como suministrador de gas para la UE podría situarse como un actor de mayor peso en el mercado energético mundial[9].

Irán cuenta con capacidades de producción y exportación de gas, y su consolidación como proveedor de éste a Europa podría aliviar la presión estadounidense y europea en cuanto a sus exigencias para dar más rapidez a la conclusión del acuerdo nuclear que está en marcha[10].

Arabia Saudita es un actor clave en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), además de que cuenta con mucho petróleo e importantes reservas de éste. Incluso la UE y el Gobierno estadounidense han buscado que tanto Arabia Saudita como la OPEP aumenten la producción petrolera[11].

Para apoyar a la UE en su búsqueda de gas y de petróleo en el mundo, el Gobierno de la Unión Americana se comprometió a incrementar anualmente en 15,000 millones de metros cúbicos el suministro de gas a la UE. Mientras que ésta se ha comprometido a una demanda mínima de 50,000 millones de metros cúbicos de gas, a partir de ahora y hasta el 2030. Además, ambas partes acordaron el desarrollo de más infraestructuras e inversiones en Europa, para mejorar el acceso al gas.

Si bien estos esfuerzos buscan una recomposición energética mundial que cree sobre todo condiciones de independencia para Europa con respecto al suministro del gas y petróleo rusos, existen diversas limitantes por considerar.

 

 

 

Una reconfiguración energética mundial acotada

Ante la búsqueda de independencia energética de la UE frente a Rusia existen diversas consideraciones que pueden limitar de manera importante este objetivo, y a continuación se presentan.

En lo relativo al ahorro de energía contemplado por la UE, así como, por ejemplo, el gobierno alemán, ante una eventual suspensión en los envíos de gas ruso, se debe apuntar que ambas acciones no serían positivas para las industrias europeas, incluida la alemana. Ésta es una de las razones por las cuales las importaciones de este insumo desde Rusia tampoco han sido suspendidas por los europeos, como parte de las sanciones en contra del país euroasiático.

Respecto a la aceleración en el establecimiento de mayores fuentes de energía limpia, cabe señalar que éste no es asunto sencillo. De hecho, la urgencia por encontrar fuentes de energía y, con ello, lograr el objetivo de reducir la dependencia europea del gas ruso en 155 mil millones de metros cúbicos para 2030 ha provocado, verbigracia, la reactivación de centrales térmicas de carbón.

Por ejemplo, Alemania, que ha venido apagando y desmantelando centrales nucleares, se encuentra reactivando su industria de carbón, para garantizar su suministro eléctrico. De hecho, esta recarbonización ya se venía presentando antes de la guerra de Ucrania debido, por un lado, al cierre de las plantas nucleares hacia 2022 y, por otro, a la aún insuficiente generación eléctrica de las fuentes de energía renovables, sin olvidar los diversos cierres de centrales de electricidad a base de carbón en años anteriores.

La inauguración en junio de 2020 de la nueva unidad de producción eléctrica a base de carbón, Datteln 4, en Renania del Norte-Westfalia, pretende mantener la generación eléctrica ante la insuficiencia de las energías renovables y el apagón de las centrales nucleares de Alemania[12], como se ha referido.

El problema con las energías renovables es que no tienen capacidad de almacenamiento para que, a la par, el sistema eléctrico sea más confiable, más activo y menos reactivo. Entre los obstáculos encontrados por el Gobierno alemán para su transición energética están algunos de orden climático (intermitencia por falta de sol o de viento); otros, como el acaparamiento de tierras (p. ej., para instalar aerogeneradores de electricidad); algunos más, como el neoextractivismo minero para, como ejemplo, la fabricación de paneles solares, entre otros[13].

Además, los requisitos en Alemania para instalar parques eólicos son cada vez más rigurosos. A ello se suman las manifestaciones de la ciudadanía contra esas enormes construcciones, además de que cada infraestructura superior a un gigavatio está prácticamente sujeta a un largo proceso judicial.

Asimismo, cabe señalar que la transición energética alemana tiene un costo que se refleja directamente en la factura de luz del público consumidor, pues integra las ayudas a las energías renovables y los planes de desmantelamiento de las centrales nucleares, así como las ayudas a las regiones afectadas por la clausura de centrales térmicas y las minas de carbón. Es de esperarse que el desarrollo acelerado de energías limpias en Europa también quede plasmado en el recibo de luz de sus contribuyentes.

 

 

En el caso de las opciones de países analizados por la UE para obtener suministro de gas, es oportuno decir que, por ejemplo, Argelia requiere mucho de éste para su consumo interno, no ha realizado las inversiones requeridas para aumentar su producción, además de que las cantidades de que dispone para venta al exterior son más bien limitadas, como para pensar en la sustitución del gas ruso. Por su parte, Catar, a pesar de sus importantes reservas de gas, no cuenta con la capacidad de producción de excedentes, por lo que únicamente podría suministrar el que debería de ir a países de Asia, como India y Bangladesh, y que podría ser redireccionado a costos muy elevados a Europa

Por otro lado, si bien Irán posee muy altas reservas de gas y capacidades para su producción y exportación, se requieren grandes inversiones a largo plazo para tener acceso a importantes cantidades del insumo, incluso si se levantaran las sanciones que le han sido impuestas[14]. En el caso de Arabia Saudita, su Gobierno no ha expresado interés en aumentar la producción de petróleo, mientras que la OPEP ha indicado que tiene la intención de respetar las cuotas de producción petrolera vigente de sus países miembros[15].

Por otra parte, el Gobierno estadounidense se ha comprometido a aumentar en 15 mil millones de metros cúbicos anuales el suministro de gas a la UE, esa cantidad no es suficiente para suplir los 150 mil millones de metros cúbicos anuales que salen de Rusia hacia la UE[16].

Además, como se ha referido, el gas sería trasladado a Europa por mar, lo que incrementaría su costo, con respecto a su transportación mediante ductos desde Rusia. Asimismo, se debe recordar que, para su transportación marítima, el gas debe ser congelado (licuefacción) y, posteriormente, descongelado, para volverlo a convertir en gas (regasificación). En tal sentido, Estados Unidos deberá aumentar el número de plantas de licuefacción y la UE, de regasificación. Uno de los inconvenientes que encontrará este suministro es que, por ejemplo, Alemania no cuenta con plantas de regasificación. Si bien España posee un tercio de la capacidad de regasificación de Europa, no existe infraestructura para reenviar el gas por ducto hasta Centroeuropa[17].

A todo lo anterior se agrega la decisión del Gobierno ruso de que los países llamados por él mismo “inamistosos u hostiles” —en este caso la UE, como bloque, por las sanciones impuestas— abran cuentas especiales en el banco Gazprom, única entidad que ha autorizado para que paguen el gas con sus monedas (euros, o dólares estadounidenses, ya que los contratos de suministro de gas de Rusia establecen que éste puede ser liquidado también en moneda de la Unión Americana).

En seguida, ese banco cambiará los euros o dólares estadounidenses por rublos, en el mercado de divisas de Moscú, dinero que será transferido al suministrador de gas, que únicamente puede ser Gazprom, porque detenta el monopolio estatal para su exportación fuera de las fronteras rusas[18].

La guerra en Ucrania provocó, además de la subida de precios de los energéticos, que la UE busque alternativas para sustituir el gas y el petróleo rusos que le son suministrados, como se ha referido. Sin embargo, estas acciones no parecen suficientes.

Este conflicto bélico deja ver también que la reconfiguración energética mundial pasa por el dominio y la no dependencia externa de recursos y fuentes de abastecimiento energéticos, para que un país o bloque económico tenga viabilidad. Veremos si la UE lo consigue.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

 

Fuentes

[1] Juan Pablo Duch, “Inicia Putin acción militar en Ucrania; quien se oponga ‘tendrá respuesta’”. La Jornada (24 de febrero, 2022), sec. Mundo [En línea]: https://bit.ly/3uV821s [Consulta: 4 de abril, 2022].

[2] Guillermo Abril y Bernardo de Miguel, “Biden ofrece más gas a Europa pero pide mano dura contra Rusia”. El País (24 de marzo, 2022), sec. Internacional, ed. México [En línea]: https://bit.ly/3r22LnY [Consulta: 4 de abril, 2022].

[3] Marta Rey, “La ‘guerra energética’ entre Rusia y Occidente: ¿cuánto tiempo necesita Europa para dejar de compra gas a Moscú?”. RTVE (8 de marzo, 2022], sec. Noticias, Mundo, Europa [En línea]: https://bit.ly/3LJvkOZ [Consulta: 4 de abril, 2022].

[4] La Información, “Países de Europa que más dependen del gas ruso: ¿qué pasa si se corta el grifo?”. La Información (28 de febrero, 2022), sec. Economía [En línea]: https://bit.ly/36S8nub [Consulta: 7 de abril, 2022].

[5] Mercedes Rodríguez Martín, “Alemania activa un plan de emergencia ante posibles cortes de gas y se prepara para racionarlo”. Libertad Digital (30 de marzo, 2022), sec. Libre mercado [En línea]: https://bit.ly/3J9WRY6 [Consulta: 5 de abril, 2022].

[6] Guillermo Abril, “Borrell pide a los europeos que bajen la calefacción: ‘Disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania’”. El País (9 de marzo, 2022), sec. Economía, ed. México [En línea]: https://bit.ly/3DC0WmJ [Consulta: 5 de abril, 2022].

[7] Rafael Cruz, “La guerra en Ucrania acelera la transición a la energía verde en Europa”. El Economista (16 de marzo, 2022), sec. Opinión [En línea]: https://bit.ly/38lHLBT [Consulta: 5 de abril, 2022].

[8] Marc Daou, “Suministro de gas a Europa: ¿Podrían Argelia, Qatar e Irán sustituir a Rusia?”. France 24 (26 de febrero, 2022), sec. Europa, ed. Español [En línea]: https://bit.ly/35DUgb1 [Consulta: 5 de abril, 2022].

[9] Idem.

[10] Idem.

[11] AFP, “Europa apunta a los hidrocarburos del Golfo para no depender de Rusia”. swissinfo.ch (24 de febrero, 2022) [En línea]: https://bit.ly/3uTcTR6 [Consulta: 6 de abril, 2022].

[12] Roberto Chaparro, “La transición energética en Europa: el caso de la electricidad”, [29 de agosto de 2021], [Consultado el 6 de abril de 2022], pp. 39-40.

[13] Ibid., p. 26.

[14] M. Daou, op.cit.

[15] AFP, op.cit.

[16] Nuño Rodrigo Palacios, “Qué implica (y qué no) el acuerdo de gas entre Europa y EE UU”. El País (26 de marzo, 2022), sec. CincoDías, Economía [En línea]: https://bit.ly/37n7BFn [Consulta: 7 de abril, 2022].

[17] N. R. Palacios, op.cit.

[18] El País, “El Kremlin idea un mecanismo para recibir rublos por su gas y que Europa pague en euros”. El País (31 de marzo, 2022), sec. Internacional, ed. México [En línea]: https://bit.ly/3JdBV2v [Consulta: 7 de abril, 2022].