Reencontrar a las clases medias
En términos de participación ciudadana, las clases medias en cualquier país son muy difíciles de convencer y muy fáciles de perder.
Dos actores fundamentales en la elección presidencial del 2024 —y en el conjunto de cargos que habrán de votarse el primer domingo de junio de ese año— son las clases medias y las juventudes.
El padrón electoral del 2024 se encamina hacia los 100 millones de votantes. Una tercera parte de ellos serán jóvenes de 18 a 29 años; es decir, muchos votarán por primera o segunda vez para elegir presidente o presidenta de la República.
Una conseja muy socorrida es que estos grupos etarios son abstencionistas por naturaleza, ya que no les interesan ni la política ni los políticos ni, mucho menos, los partidos. Cuidado con ese enfoque, porque puede jugarnos una mala pasada. Mejor partamos del punto opuesto: primero, si llegan a participar, estos jóvenes definirán la elección y, segundo, el partido o aspirante que afirme que ya tiene en la bolsa a este sector simplemente está mintiendo.
El segundo actor relevante —las clases medias de los centros urbanos del país— ya se activó y ha salido a las calles en dos ocasiones a enarbolar la bandera de la defensa del INE; esto es, en contra de la iniciativa del Ejecutivo federal y del gobierno de la 4T conocida como “Plan B electoral”, que hace descansar buena parte de sus propuestas en el recorte del gasto y del aparato burocrático del Instituto.
Es difícil encontrar una definición precisa de las clases medias, pero todos sabemos que las conforman los actores sociodemográficos que marcan el rumbo del mercado interno, que con sus tendencias de ahorro y gasto mueven la economía y el crédito de un país, y que moldean sus opiniones y posturas políticas a partir de los medios de comunicación masiva —y ahora, de manera creciente, en las redes sociales—. Son los segmentos que más información consumen y, por ello, los más politizados y participativos.
Si nos ceñimos a los deciles de ingresos de la población, las clases medias mexicanas, es decir, los deciles cuarto al séptimo, integran otra tercera parte del padrón electoral. Así pues, jóvenes y clases medias concentran dos terceras partes del universo que definirá la elección del 2024.
En términos de participación ciudadana, las clases medias en cualquier país son muy difíciles de convencer y muy fáciles de perder. De aquí viene la leyenda negra de que son políticamente manipulables y maleables; las puede movilizar un demócrata y estadista como Winston Churchill, pero también un dictador fascista como Adolfo Hitler.
La verdad es que, como cualquier otro grupo social y económico, los sectores mesocráticos de un país buscarán la opción política que les garantice la consecución de sus intereses de vida: el trabajo, el ingreso, la seguridad y la expectativa de un mejor futuro. Tienen la movilidad social y la libertad económica para actuar de esa forma.
En el año 2000, las clases medias mexicanas llevaron a Fox y al PAN a la Presidencia de la República. En el 2012, regresaron al PRI al poder bajo la figura de Peña Nieto. En el 2018, una vez superado el miedo al cambio y la guerra sucia mediática, se volcaron con AMLO y MORENA.
Para el 2024 no se ve fácil el “refrendo clasemediero” a MORENA, pero tampoco parece que haya girado hacia otra opción. Quedan 15 meses para no perder definitivamente a este aliado político estratégico.
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