Reflexiones sobre el día 1 de la presidencia de Trump
El 20 de enero tomó posesión Donald Trump como el 47.º presidente de Estados Unidos. Tras perder una reelección, superar intentos de destitución, enfrentar cargos penales —y recibir la condena por algunos de ellos—, además de sobrevivir a un atentado contra su vida, el mandatario republicano regresó a la Casa Blanca. Es el segundo en la historia de ese país que recupera el cargo tras perderlo. La ceremonia de transición del poder se llevó a cabo en la Rotonda, un espacio bajo la cúpula del Capitolio, debido a la fría temperatura que había en el exterior. Estuvieron presentes unas 600 personas invitadas, entre ellas, familiares y congresistas, los expresidentes vivos, las y los políticos que dejaron sus cargos, líderes de otros países y algunos empresarios, sobre todo del sector tecnológico.
Al inicio de su mensaje inaugural, el presidente Trump afirmó: “la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo. A partir de hoy, [el país] volverá a florecer y ser respetado en todo el mundo”. Fue un discurso que expresó claramente los valores y creencias del nuevo huésped de la Casa Blanca. Repitió los postulados de su campaña que lo llevaron a la victoria. En contraste, hizo escasas menciones a la unidad y realmente no se dirigió a quienes no votaron por él ni están de acuerdo con su manera de pensar. Dejó claro que llega con más experiencia, tiene un equipo compacto y leal, y cuenta con una mayoría en el Congreso que lo respalda. Dijo que en el atentado en Pensilvania sintió que su “vida fue salvada [por Dios] por una razón: […]hacer que Estados Unidos volviera a ser grande”. Se mostró como el artífice del futuro de la nación.
Algunas voces expertas comentaron que las palabras del mandatario se asemejaron más a un mensaje del estado de la Unión que a los discursos que los presidentes suelen dar cuando inician su gestión. El nuevo jefe del Ejecutivo mencionó algunas de las acciones que tomaría, en las horas o días siguientes, en materia de seguridad nacional, energía, forma de gobierno y los valores que la sociedad debe conservar, entre otros temas.
Exhibió, además, una visión expansionista de Estados Unidos, al mencionar que recuperará el control del canal de Panamá —de ser necesario, por la fuerza— y que el mar al sureste de su frontera llevará el nombre de “golfo de América”. También señaló que buscará llegar a Marte y, con el mismo lenguaje que utilizó en la campaña, enumeró sus prioridades.
Destacaré a continuación, brevemente, las instrucciones ejecutivas que tienen que ver con la visión geopolítica del mandatario, otras que afectan la relación con México y los decretos que reflejan los valores que promoverá en su gobierno.
En términos globales, Trump anunció su retiro del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud, restableciendo, así, las decisiones de su primer mandato, que se contraponen al orden multilateral que Estados Unidos construyó en la posguerra. En su trayectoria, el presidente ha sido escéptico respecto a la operación de la Alianza Atlántica, de las Naciones Unidas y de la Organización Mundial del Comercio, por mencionar algunos organismos. El inicio de este gobierno presenta un desafío para el orden geopolítico. Atrás quedaron las décadas de globalización y defensa del libre comercio bajo el liderazgo estadounidense.
Un tema central de la gestión previa del presidente Trump y de su campaña fue el que se refiere a la migración irregular. Él estableció en su narrativa —con la evidencia en contra— que existe una conexión entre el ingreso de personas sin documentos y el crimen en la Unión Americana. También culpó a la administración de Joe Biden por relajar los controles de la frontera, que facilitaron una “invasión” que daña las vidas de las y los estadounidenses.
El presidente Trump llega preparado con las herramientas legales para cambiar la situación fronteriza, bloquear los cruces irregulares, terminar con la política de asilo, suspender el programa de personas refugiadas y llevar a cabo “la mayor deportación en la historia”. De manera casi simultánea a la toma de protesta, se canceló la aplicación electrónica (CBP One) que permitía a quienes buscan protección hacer citas desde México con las autoridades del sistema migratorio estadounidense. Esta es una de las numerosas medidas de la gestión anterior que el nuevo mandatario revirtió en el día 1 de este cuatrienio. Asimismo, anunció que volverá a imponer el programa Quédate en México, que obligaba a las y los solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano mientras se resolvían sus casos. Otra política que busca imponer su gobierno es la eliminación de la ciudadanía por nacimiento, lo cual va en contra de la Constitución, así que enfrentará desafíos legales.
El presidente anunció en su discurso que utilizará al Ejército para asegurar la frontera y también que designará a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras. Además, invocará la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, para ordenar al Gobierno que “utilice todo el poder de las fuerzas de seguridad federales y estatales para eliminar la presencia de todas las bandas y redes criminales extranjeras” que operan en suelo estadounidense. En un artículo reciente, me referí al daño y los problemas que esta disposición puede traer a la relación con México y las pocas probabilidades de que se resuelva el problema del consumo de drogas en Estados Unidos.
En relación con la economía, el mandatario ordenó a las agencias federales que investiguen las prácticas comerciales y monetarias desleales por parte de otros países. Sin embargo, dejó sobre la mesa la amenaza de imponer aranceles del 25 por ciento a las importaciones de México y Canadá a partir de febrero.
Otras de sus instrucciones tienen que ver con revertir las políticas climáticas que estableció el presidente Biden. Trump apostará por los combustibles fósiles y revertirá el progreso de Estados Unidos en materia de crisis climática y energía limpia, incluido su retiro del Acuerdo de París. A su vez, el nuevo mandatario declaró una emergencia para eliminar restricciones “que imponen cargas indebidas a la producción y el uso de energía, incluida la minería y el procesamiento de minerales no combustibles”.
Finalmente, el presidente Trump dio algunas señales de su postura respecto a los “derechos humanos de tercera generación”. Eliminó las políticas inclusivas de género que su predecesor Joe Biden promovió, una en favor de la equidad racial para las comunidades marginadas y otra que combatía la discriminación por identidad de género u orientación sexual. El mandatario dijo que en la política oficial “sólo hay dos géneros, masculino y femenino”.
En cuanto a los valores políticos que sustenta el mandatario, fue revelador el perdón que dio a las casi 1600 personas que participaron en la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. Exculpó a quienes el sistema de justicia acusó y encontró culpables de algunos delitos violentos. Este hecho, según analistas, marca la confianza que tiene el presidente en el ejercicio de su poder. Con esta decisión, reescribió la narrativa de lo que sucedió hace cuatro años.
El 20 de enero inició un nuevo periodo de gestión en Estados Unidos, que impone desafíos de colaboración con México. Reitero que es momento de cerrar filas con nuestra presidenta, la Dra. Claudia Sheinbaum. Ella ya lo ha señalado: con gusto vamos a colaborar con el país vecino, para enfrentar problemas comunes, pero sin subordinarnos y con respeto a la responsabilidad de cada uno. Hacia adelante, será necesario buscar alternativas para nuestro bienestar, profundizar nuestra relación con las potencias emergentes y fortalecer nuestro mercado interno.
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