Roubini en México

La crisis económica no está a la vista, pero tampoco debemos perderle la pista. 

Conocido como Doctor Desastre, por haber pronosticado la gran crisis financiera de 2008-2009, por los “bonos chatarra” que inflaron y reventaron la burbuja inmobiliaria de la llamada década de las tasas cero, que impulsó un boom de vivienda y complex baratos en Estados Unidos, Nouriel Roubini acaba de pronosticar una inminente recesión en ese país, que no será superficial ni corta (como afirmara el presidente Joe Biden), sino “prolongada y desagradable”.

El pronóstico económico se daría a nivel mundial a finales del presente año, y duraría todo el 2023. Incluso, las empresas globales que integran el índice S&P500 verían caer el valor bursátil de sus activos hasta en un 30 por ciento. ¿La razón? La mayoría de los gobiernos y empresas se endeudaron para enfrentar la pandemia (un 34 por ciento, en promedio), por lo que el incremento constante de las tasas de interés que están aplicando de manera sincronizada los bancos centrales, para contener la inflación pos-COVID-19 y la agregada por la guerra Rusia-Ucrania, representa la puntilla tanto para la micro- como para la macroeconomía de los países.

En este contexto recesivo se ubica también el estudio de Moody’s Analytics, que habla de una depreciación del peso del 20 por ciento (24 pesos por dólar), a finales de este año y principio del 2023.

Resulta pertinente valorar los aciagos pronósticos de Roubini y Moody’s. Es bien sabido que el Gobierno mexicano fue de los pocos —soberanos— que no se endeudaron durante la pandemia. La reconversión hospitalaria, así como la compra de vacunas y de equipo contra la COVID-19 se realizaron con cargo al gasto público corriente y la eliminación de una centena de fideicomisos públicos que gravitaban sobre el presupuesto de egresos de la Federación. Es decir, la austeridad republicana, combinada con una decisión presidencial de no aumentar impuestos y no adquirir deuda, evitó caer en el supuesto de Roubini de una burbuja financiera a causa del alto nivel de apalancamiento de gobiernos y empresas globales.

Respecto a la predicción de Moody’s, los flujos de remesas, inversión extranjera directa y exportaciones que registra nuestro país van precisamente en sentido contrario al de una depreciación. El llamado superpeso refleja la fortaleza de la moneda mexicana. Se requeriría de una drástica caída combinada del 30 por ciento promedio en las remesas, en las exportaciones y en la inversión extranjera directa para que la moneda nacional se depreciara un 20 por ciento o más. Este escenario se puede concretar si la recesión global se arraiga en 2023, como pronostica Roubini, pero sus efectos en México no se verían este mismo año ni en el inicio del próximo.

En resumen, una posible amenaza de crisis económica en México, si bien no se descarta, tampoco se ve a la vuelta de la esquina. Si llegara a presentarse, no sería propiamente por debilidad de factores internos, sino por el alto grado de vinculación y globalización de nuestra economía.

En efecto, el 80 por ciento del comercio exterior lo realizamos con un solo país (EUA), y una recesión en éste nos vuelve altamente vulnerables. Las ramas económicas más productivas (automotriz, mineral, metalmecánica y metalúrgica, por ejemplo) tienen un alto componente del exterior en sus cadenas de producción.

En síntesis, la crisis económica no está a la vista, pero tampoco debemos perderle la pista.

 

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