¿Sucesión anticipada?

El cambio de régimen político se está reflejando en la transformación de algunos de los rituales y prácticas más característicos del ancien regime.

Uno de ellos es el de los modos y tiempos para referirse al posible sucesor de un presidente en turno. El famoso “tapado”.

Durante décadas, el paradigma que rigió la sucesión presidencial fue el clásico: “el que se mueve no sale en la foto”. Con base en ello, todos los aspirantes permanecían quietos, y las posibilidades de ser el sucesor eran inversamente proporcionales al número de grupos que apoyaban a los aspirantes. A más grupos apoyando a un postulante, menos oportunidad de ser el elegido.

Todo eso ha cambiado. El “tapado” pasó a la historia, y hoy están a la luz del día los posibles sucesores del presidente AMLO. ¿Quién les dio ese rango o categoría? El propio mandatario, al señalarlos uno a uno por sus nombres. Desde Claudia Sheinbaum hasta Juan Ramón de la Fuente, desde Marcelo Ebrard hasta Rocío Nahle. Y así, sucesivamente, hasta contemplar una baraja sucesoria muy nutrida.

Anteriormente, destapar a alguien antes del quinto año de gobierno era un sacrilegio. Se consideraba que el presidente en turno se debilitaría, entre otros factores, porque se presentaba el fenómeno de “la cargada”. Todos los actores y grupos políticos buscaban acomodarse con el nuevo ungido.

Hoy existe la madurez política y hay fortaleza presidencial suficiente como para considerar que estos pronunciamientos podrían hacer mella en la gobernanza de la nación. Por el contrario, fortalecen al presidente AMLO, pues él proyecta y transmite que tiene el control de todos los tramos de procedimiento de su sucesión.

Todos los nombres mencionados por el primer mandatario tienen, al menos, tres características en común: son competitivos electoralmente, garantizan la continuidad y consolidación de la 4T y poseen identificación personal con la lucha histórica por alcanzar la Presidencia de la República. Es decir, han acompañado al presidente en su devenir político.

A este gesto de apertura democrática que el presidente ha tenido con las y los colaboradores mencionados debe corresponder ahora un gesto de madurez de ellos mismos para no alterar, distraer o dispersar el trabajo y la conducción gubernamentales en la segunda parte de la actual administración.

Son muchos los desafíos, retos y amenazas que un proceso de cambio de régimen como el que está en marcha va a enfrentar en los próximos tres años. De entrada, viene el proceso de revocación/ratificación de mandato presidencial en marzo de 2022, así como posteriormente la elección de gubernaturas y la elección presidencial misma.

La tarea principal que tenemos quienes simpatizamos con la 4T es mantener la unidad, la cohesión y la consistencia del movimiento que condujo y llevó al poder al presidente López Obrador, para que la sucesión sea una fuente de consolidación y no de vulnerabilidad en su crecimiento posterior.

Por lo que a mí respecta, entiendo que la mención de las y los aspirantes a sucederlo alcanza en este momento a quienes forman parte del Ejecutivo federal, y no implica la exclusión o discriminación de otros simpatizantes de la 4T en el Poder Legislativo o en las gubernaturas.

Mantengo mi legítima aspiración a participar, llegado el momento, en el proceso sucesorio presidencial, dentro de Morena, respetando el proceso y las reglas que el movimiento fije al respecto, considerando mi condición de fundador, militante y aliado histórico del presidente y de la 4T.

 

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