Teuchitlán

La novela Hijos de la medianoche, de Salman Rushdie, nos recuerda que la memoria es el único antídoto contra la indiferencia y la impunidad. Su protagonista, Saleem Sinai, intenta preservar la historia de su país, enredada con su propio destino, como un acto de resistencia contra el olvido.

La memoria persiste en quienes han sido testigos del dolor, en quienes buscan respuestas, en quienes se niegan a aceptar el olvido como destino. De igual manera, esta obra ofrece un enfoque particularmente interesante acerca de cómo los traumas y sufrimientos colectivos de una sociedad pueden correr el riesgo de ser olvidados o invisibilizados.

En la realidad que enfrentamos en México, la memoria se convirtió en una herramienta fundamental para exigir justicia. Y es que no podemos dejar de hablar de los hechos ocurridos en Teuchitlán, Jalisco, una herida que tampoco debe cerrarse sin que se conozca la verdad.

Lo que ha salido a la luz en este lugar puso en evidencia un fenómeno que no es reciente: la desaparición de personas en el país, algo que empezó aproximadamente hace tres décadas. Sin embargo, este caso en particular también dejó al descubierto lo que, de acuerdo con lo dado a conocer por la Fiscalía General de la República (FGR), parece ser una larga lista de omisiones por parte de las autoridades estatales y municipales.

Por eso, es imprescindible que se llegue hasta las últimas consecuencias, realizando las investigaciones correspondientes en estricto apego a la ley, a fin de señalar a los responsables y garantizar que enfrenten las consecuencias de estos actos. La impunidad es el peor mensaje que puede enviarse a las víctimas y a sus familias.

Las madres buscadoras se han convertido en impulsoras de la conciencia colectiva. Gracias a ellas, la sociedad en su conjunto también comienza a dimensionar lo que significa el juvenicidio en nuestro país. No podemos seguir permitiendo que una generación entera sucumba ante la voracidad de los grupos delincuenciales.

Aquí es donde la voluntad política es determinante. La Presidenta Claudia Sheinbaum ha dejado en claro que su Gobierno enfrentará de raíz esta situación. Sus acciones son claras y contundentes: fortalecer a la Comisión Nacional de Búsqueda, consolidar el certificado único de identidad para todas las personas y crear una base nacional de información forense.

Asimismo, se agilizarán los protocolos de búsqueda inmediata sin esperar las otrora 72 horas de rigor; se equiparará la desaparición forzada con el delito de secuestro, y se publicarán mensualmente las cifras de carpetas de investigación, al tiempo que se reforzará la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.

Estas medidas no sólo representan un giro en la estrategia, sino una señal inequívoca de que la impunidad no será tolerada durante la presente administración. En el Congreso de la Unión, en la mayoría legislativa estaremos atentos y listos para procesar las iniciativas de reforma en esa materia, pues se trata de acciones fundamentales para garantizar justicia a las víctimas y sus familias, porque la urgencia de las víctimas es nuestra urgencia.

Sin embargo, también es necesario subrayar que los hechos de Teuchitlán no deben ser utilizados con ruindad, lucrando con el dolor y convirtiéndolo en un botín político. La justicia no puede ser selectiva ni sujetarse a conveniencias partidistas. Quienes hoy levantan la voz para exigir justicia deben hacerlo con seriedad, con compromiso, sin dobles discursos.

Exigir una investigación exhaustiva implica señalar tanto a quienes ejecutaron estos crímenes atroces como a las estructuras que lo permitieron. La impunidad perpetúa la violencia y destruye la confianza en nuestras instituciones. Acabar con ella es el primer paso para continuar reconstruyendo el tejido social que el crimen desgarró durante décadas.

Teuchitlán no puede ser únicamente otro capítulo doloroso, como lo fueron antes San Fernando, Cadereyta o Tetelcingo durante el periodo neoliberal. No podemos ni debemos olvidar. La memoria de quienes han sido víctimas de estos hechos merece verdad, justicia y reparación del daño.

Hoy tenemos la responsabilidad de ser la voz de quienes ya no pueden hablar. De hacer que cada historia cuente, que cada nombre sea pronunciado y que cada vida arrebatada se convierta en una razón más para no detenernos hasta que la justicia sea una realidad.

Los lamentables hechos de Jalisco deben ser el detonante de un compromiso firme e irreversible con la verdad, porque si algo nos ha enseñado la historia es que la memoria es la única garantía contra la repetición del horror, y no debemos permitir que Teuchitlán se convierta en un episodio que se pierda en el olvido.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X y Facebook: @RicardoMonrealA

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