Un clamor de justicia y solidaridad

En un país como el nuestro, marcado por la sombra de la violencia y la lucha constante por los derechos humanos, las desapariciones forzadas siguen siendo una herida abierta. La Guerra Sucia, por ejemplo, dejó profundas cicatrices, y así lo documenté en mi libro Escuadrones de la muerte en México.

Las cifras son escalofriantes y desgarradoras: más de 111 mil personas desaparecidas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, que incluye información desde 1962 hasta 2023. Cada número es un ser querido que se ha esfumado en la oscuridad de la impunidad, y por ellos ahora suman miles las madres, padres, hijas e hijos que claman por justicia, certeza y el regreso de sus familiares.

Recordemos el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, una tragedia que reveló la vulnerabilidad de nuestros jóvenes, la fragilidad de sus sueños y la urgente necesidad de protegerlos. Pero aquellos hechos de Iguala, Guerrero, son sólo un ejemplo, ya que historias recientes y condenables, como la de los muchachos desaparecidos en Lagos de Moreno, Jalisco, y los sustraídos de una finca particular en Malpaso, Zacatecas, nos recuerdan que este flagelo persiste y no debemos olvidarlo.

¿Cómo podemos enfrentar este drama y unirnos como sociedad? La respuesta radica en la empatía y la solidaridad. Tenemos que reconocer que este problema no es ajeno a nosotros, sino un reflejo de las desigualdades y la injusticia que persisten en el país a causa de décadas de un sistema neoliberal que relegó a segundo plano a las y los jóvenes. Así que la indiferencia no es una opción; debemos colaborar y actuar.

Es fundamental que el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador continúe implementando programas sociales para atender las causas del problema. Incluso, el Comité contra las Desapariciones de la ONU urgió a México a crear una política nacional para detener ese terrible fenómeno, y esto es un paso en la dirección correcta.

Sin embargo, no podemos depender únicamente del Gobierno. La sociedad civil, activistas y la ciudadanía comprometida debemos seguir pugnando por una reforma al sistema de justicia. La creación del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas es un avance significativo, pero su eficacia parte también de nuestra vigilancia y participación activa.

En este frente común tenemos que impulsar la educación y la conciencia pública sobre las desapariciones. La prevención es clave, como preciso es seguir trabajando en comunidades en situación de vulnerabilidad para brindar apoyo y oportunidades de empleo, educación y salud a jóvenes que están a merced del crimen organizado.

Es hora de que México se una en el clamor de justicia y solidaridad. Todas y todos debemos ser la voz de quienes ya no pueden hablar y el apoyo de quienes siguen buscando respuestas. La herida de las desapariciones no sanará por sí sola, pero juntos, como sociedad, podemos trabajar por un cambio real y duradero, y no permanecer indiferentes ante este drama que afecta a nuestras juventudes. La justicia y la empatía serán nuestros estandartes en esta lucha.

 

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