Vecindad
Este 5 de noviembre, las y los estadounidenses acudirán a las urnas en una elección que no sólo decidirá a su próxima presidenta o presidente, sino también la composición del Congreso, varios gobiernos estatales y asambleas legislativas.
En México hemos seguido de cerca este proceso, porque sabemos que sus resultados nos impactarán directamente. Nos corresponde observar con cautela los discursos y promesas que, en especial, el candidato republicano, Donald Trump, lanzó en sus mítines, incluso en territorios tradicionalmente demócratas, como Nueva York.
Trump utiliza la retórica del miedo y exacerba tensiones con discursos xenófobos y promesas de iniciar deportaciones masivas desde el primer día, lo cual no es nuevo. En su campaña de 2016, los mismos argumentos en contra de las personas migrantes fueron el centro de su mensaje y provocaron una escalada de odio y discriminación.
No es gratuito que hoy esas mismas palabras nos preocupen nuevamente. México, hogar de millones de familias migrantes, tiene claras las implicaciones del endurecimiento de las políticas migratorias en el país vecino: familias separadas, vidas en suspenso e intensificación de la tensión en la frontera.
A pesar de la retórica incendiaria del candidato republicano, la elección estadounidense va más allá. En esta jornada se elegirá a todas y todos los integrantes de la Cámara de Representantes, así como a un tercio del Senado y 13 gubernaturas.
Los resultados de esta elección determinarán, en buena medida, el futuro de la relación bilateral entre México y Estados Unidos (EE. UU.), particularmente en temas como migración, seguridad y comercio.
La frontera compartida de 3 mil 145 kilómetros es un punto neurálgico de intercambio y, al mismo tiempo, un punto de tensión. México ha trabajado estrechamente con EE. UU. en la gestión de esta zona, y los avances logrados pueden verse vulnerados si prevalece un enfoque de hostilidad y rechazo en la Casa Blanca.
Nuestro país observa con interés el debate sobre los derechos humanos y la justicia social en EE. UU., y la comunidad mexicana en aquel país enfrenta retos que, si no se abordan de manera adecuada, tendrán repercusiones directas en las familias, nuestros pueblos y la economía nacional. De ahí que el resultado de esta elección vaya más allá de un simple interés político: es una cuestión de bienestar y dignidad para millones de personas.
El próximo 5 de noviembre, más que una jornada electoral para EE. UU., es también un momento clave para México. Desde este lado de la frontera, mantendremos la atención, esperando que el pueblo estadounidense elija con una visión de futuro y confiando en que, cualquiera que sea el resultado de la elección, podremos seguir trabajando de la mano para construir un entorno más justo y humano para la región.
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