Versión estenográfica de la intervención en tribuna, en Sesión Ordinaria, del senador Ricardo Monreal Ávila, Coordinador de la Fracción Parlamentaria de Morena en el Senado de la República, en el posicionamiento de los grupos parlamentarios sobre la ratificación del nombramiento del ciudadano Carlos Miguel Aysa González, como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de México en la República Dominicana
Ciudadana Presidenta.
Ciudadanas legisladoras y legisladores:
“La cólera destruye el sosiego de la vida y de la salud, del cuerpo, ofusca el juicio y ciega la razón”. Esto lo pronunció Diderot hacia el siglo XVIII, aún se aplica.
El tema que hoy nos ocupa es el que el Senado está ejerciendo una facultad de control sobre el Ejecutivo, respecto de sus nombramientos como representantes en el exterior. Es una facultad del Presidente de la República, nombrar a sus representantes y el Senado de la República ratificarlos.
Esto es lo que la teoría constitucional define como el control sobre el Ejecutivo, facultades de control.
Por eso, me parece extraño tanta pasión, porque el diferendo que hemos escuchado no es producto de la razón o del status jurídico o del derecho diplomático o internacional; sino más bien se trata de un diferendo político, estrictamente político, en el que un partido, particularmente el PRI, se siente ofendido con uno de sus militantes que aceptó ser Embajador en República Dominicana, nombrado por el Presidente de la República. Y, también se sienten ofendidos por afinidad, otros legisladores de otros grupos parlamentarios.
Pero no hay diferendo jurídico, no hay diferendo diplomático, no hay diferendo constitucional. Es simple y sencillamente, un asunto de carácter político y por eso, nosotros queremos asumir con toda responsabilidad, que vamos a votar a favor del nombramiento que el Presidente de la República ha hecho para que un Embajador nos represente en la República Dominicana.
No sólo porque ya están agotados los procesos que el derecho diplomático establece, el que el país recipiendario otorgue el beneplácito a quien es nombrado Embajador, en este caso se ha agotado, se ha admitido y se ha aceptado el beneplácito y por tanto, no hay impedimento de carácter jurídico legal que impida que esta persona tome protesta, sea aprobado y ratificado por el Senado, y pueda ejercer sus funciones de representación diplomática en este país.
Me parece muy claro el asunto, y me parece tan claro que sí entiendo la motivación política, incluso el que algunos partidos políticos se sientan ofendidos, no por este caso en lo particular; sino por lo que subyace alrededor del comportamiento del Gobierno o del discurso del Gobierno, que podría aceptar que así suceda. Porque todo lo que sucede en el discurso oficial, repercute en las Cámaras, en los órganos de deliberación y en los grupos parlamentarios o partidos políticos que actúan de manera cotidiana en su quehacer.
Por eso, me parece que está muy alejada la discusión, esta virulenta, que me parece no sólo inadecuada, sino injustificada. Yo espero que la razón recobre el comportamiento de este alto nivel de la Cámara, de esta alta Tribuna del Poder Legislativo.
Déjenme decirles que en el pasado, estos cuatro años, el comportamiento de todos ha sido para mí, el adecuado y el correcto, de casi cien nombramientos, 98 nombramientos de embajadores y cónsules que el Gobierno ha hecho, de distintos mexicanos y mexicana, el 80 por ciento –escúchenlo bien–, el 80 por ciento ha sido aprobado por unanimidad, por unanimidad, porque todos concedíamos que es el derecho del Presidente a nombrar al representante en el exterior. Y el otro 20 por ciento se aprobó por una gran mayoría, una mayoría calificada.
Y quiero decirles además, que se ha respetado el equilibrio que en el pasado existió, porque de los 98 nombramientos, 66, casi el 70 por ciento son diplomáticos de carrera, sólo 30 no lo son. Es decir, 70 por ciento han sido diplomáticos de carrera, 30 por ciento provienen de la academia o incluso de la política.
Yo les expreso, por mi experiencia en el Parlamento y en las visitas que realizo o que realizaba en las propias circunstancias de legislador, tengo muy buena experiencia, grata experiencia de personal político no de carrera; y tengo muy mala experiencia de personal diplomático de carrera.
No quiero decir que todos sean así, hay, me parece, mexicanos excepcionales que provienen del servicio civil de carrera, a quienes respetamos; y también hay de la academia, de la intelectualidad y de la política, que son dignos representantes de México.
Por eso, recordando y parafraseando –con esto concluyo, Presidenta–, no descalifiquemos a quien puede ser un gran Embajador.
En el partido que yo represento, también hay agravios cometidos por él, cuando era del PRI, y sin embargo nosotros actuamos con altura de miras, porque queremos avalar el deseo, sí, por convicción, no nos apena decirles que respaldamos la decisión del Presidente de la República al nombrar como Embajador al exgobernador de Campeche.
Démosle la oportunidad a este personaje.
Gracias.