Versión estenográfica del mensaje del senador Ricardo Monreal Ávila, coordinador del Grupo Parlamentario de Morena en el Senado de la República

El 2 de octubre del 2011, constituimos la Asociación Civil del Movimiento de Regeneración Nacional, de la que soy parte y fundador.

A partir de ahí, comenzamos a construir lo que más tarde sería un partido político: Morena.

Para lograr este propósito, con dificultades y con presencias escasas, convocábamos asambleas estatales; apenas lográbamos reunir el número mínimo para declarar la validez de las mismas. Y, para obtener el registro, pasamos por muchas peripecias.

No faltaron las descalificaciones, los insultos, las calumnias; pero seguimos adelante con miles de mexicanos y mexicanas, muchas y muchos de ellos ya no están con nosotros.

Morena nació a través de un proceso democrático, de una lucha social y política que no ha tenido precedente y de una energía social única.

En el año 2014 nos fue otorgado el registro, y éramos unos cuantos quienes concurríamos a las asambleas distritales y estatales para elegir a nuestros dirigentes. Sin embargo, a pesar de que el número de asistentes era pequeño o moderado, todas y todos teníamos la convicción de fortalecer al movimiento por la vía democrática.

Ahora nos encontramos en una encrucijada. El próximo sábado y domingo se elegirán consejeras y consejeros estatales para que, a su vez, elijan dirigentes; sin embargo, hay vicios de origen, dado que e ha acudido a la exclusión de fundadores, de militantes y simpatizantes, sin que haya de por medio un proceso de expulsión o suspensión de derechos, sino simplemente por el criterio arbitrario de las dirigencias.

Entre quienes podrían convertirse en nuestros dirigentes, se encuentran inscritas personas que apenas hace poco, algunos años, nos combatían.

Con ello, estaríamos en riesgo de perder la esencia y el propósito principal del partido; lamentablemente esa es la paradoja.

Y, en cambio, los principios que originaron, que sosteníamos de inclusión y tolerancia, hoy se han convertido en exclusión e intolerancia, dirigidos a quienes fundamos el movimiento y el partido, así como a sus militantes.

La unidad es la única manera de construir naciones prósperas; la lucha entre facciones destruye a los países.

Hay que continuar positivamente sin caer en el dogmatismo o el sectarismo.

Hay que pensar en México, en sus problemas, en sus retos, en sus soluciones. El odio y la confrontación no deben ser nuestra opción.

Estoy convencido, firme de que la reconciliación es el único camino que nos queda. Resistiremos.

Y, en materia de democracia, ni nos vamos a dejar ni nos vamos a rajar.