Tres tipos de mentiras

A Mark Twain se le atribuye haber afirmado que había tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.

Las estadísticas son la peor clase de mentiras para Twain, porque se convierten fácilmente en verdades, al ser asumidas como tales por la población en general a través del uso de diversos métodos, entre los cuales se encuentran las encuestas.

Las encuestas son por sí mismas complejas, pero se dificultan aún más cuando intervienen otros factores, como el interés político de un grupo de poder que contrata a una empresa para realizarlas. Detrás del resultado final se esconde un proceso técnico, pero eso no asegura que el dato publicado refleje la realidad; al contrario, puede servir para convertir en verdad una mentira.

Si la empresa contratada llega a un resultado distinto del esperado, entonces existen varias opciones posibles. La primera, la más ética, sería publicar los resultados que realmente se obtuvieron. La segunda, modificar los datos recabados para llegar al resultado que el patrocinador espera. Así, la persona que cuente con el favor del grupo no solamente será su preferida, sino que tendría un soporte estadístico apócrifo para justificar su selección.

Es muy probable que la empresa encuestadora haga pública su metodología: “Se levantaron mil cuestionarios en hogares; las entrevistas fueron realizadas de manera personal; el margen de error es de +/-  3; la tasa de no respuesta fue del dos por ciento; sólo se consideraron entrevistas con respuesta completa, etc.” Toda esta maquinaria de institucionalización de fraudes es difícil de desmontar y muy potente al momento de tratar de dirigir la opinión pública en un distrito, municipio, estado o país.

Por todas estas razones, las encuestas son un medio de selección desgastado. Su mayor flaqueza es la falta de credibilidad de que gozan ante la sociedad. Después de tantos engaños, el electorado sabe que a las únicas personas que convencen estos ejercicios de selección de aspirantes es a quienes obtienen la victoria; las demás tienen la certeza de que el proceso estuvo viciado.

El próximo año se llevarán a cabo comicios para elegir nuevos gobiernos en seis entidades federativas. MORENA ha decidido que el método de selección de candidaturas serán las encuestas, lo cual implica un mayor reto para legitimar el proceso frente a la militancia, aspirantes y, sobre todo, al pueblo.

Ante esta encrucijada, el partido tiene dos opciones claras. La primera es transparentar por completo las encuestas: el levantamiento de la muestra, publicar los datos completos, dar acceso irrestricto a éstos y contar con sondeos espejo de empresas, universidades y organizaciones de la sociedad civil.

La segunda opción, la más congruente para recuperar la confianza de las bases y de la sociedad en general, es cambiar el método de encuestas por el de elecciones primarias. Se trata de un proceso democrático que no está sujeto a técnicas estadísticas que puedan moldear la verdad y que además asegura la participación partidista.

Es cierto, las elecciones también pueden tener vicios que deberán ser atendidos y evitados, pero se trata de un esquema en el que todas y todos, y no solamente una muestra estadística o una élite partidista, tienen derecho a decidir. De eso se trata la transformación que inició en 2018.

A diferencia de las encuestas, esta otra modalidad de selección de candidatas y candidatos puede fortalecer la democracia no sólo de MORENA, sino de México. Vale la pena, al menos, contemplar esta vía que convence a muchos y disgusta a pocos. Cerrarse a la discusión sería, de entrada, contrario a los valores democráticos del movimiento.

 

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