El camino de Arévalo en Guatemala
El pasado domingo 14 de enero, luego de ocho horas de retraso ante el intento de boicot a la ceremonia por parte de la oposición, Bernardo Arévalo asumió el cargo de presidente de Guatemala; quien le tomó juramento fue Samuel Pérez, líder del Congreso (el Poder Legislativo también se renovó), que pertenece a Movimiento Semilla. Como se esperaba, Alejandro Giammattei —mandatario saliente— se ausentó del acto oficial.
Aquella demora fue una maniobra para impedir la transición democrática, pero se trata apenas de uno de los episodios que el ahora mandatario guatemalteco y su movimiento debieron enfrentar para alcanzar el poder. El camino de Arévalo hasta la Presidencia guatemalteca ha sido, como mínimo, difícil, pues enfrenta a todo un sistema de abuso y corrupción.
Los intentos por mantener el régimen de corruptela alcanzan a percibirse por lo menos desde 2016, con la persecución a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), entidad creada por la ONU que reveló una compleja red de corrupción desde la Presidencia. El grupo en el poder logró disolver el órgano en 2019, y para ese mismo año, con una baja participación electoral y ya sin una institución internacional vigilante, se mantuvo el pacto de impunidad entre la élite política.
Para los comicios del 25 de junio del año pasado, e incluso en procesos electorales anteriores, distintas candidaturas con posibilidades de ganar —tanto de derecha como de izquierda— fueron anuladas bajo absurdos jurídicos. Estos perfiles tenían en común su clara oposición al “pacto de corruptos”, como se le conocía a la élite en el poder. En tal contexto, Arévalo logró ganar la Presidencia, a pesar de los intentos desde el Poder Judicial de anular la elección, retirarle su inmunidad, ilegalizar al Movimiento Semilla y emitir órdenes de aprehensión en su contra.
Es claro que el ahora presidente no se enfrentaba a un partido político o a un líder en el poder, sino a todo un engranaje y pacto de corrupción desde lo más alto del Estado. En Guatemala se encontraba vigente una compleja red de impunidad, que iba mucho más allá de ideologías políticas y que Arévalo, junto con Movimiento Semilla, lograron evadir.
Es evidente que las élites económicas y políticas, los medios de comunicación y otros poderes fácticos no respaldarán al mandatario, pero él cuenta con el apoyo popular. Un ejemplo claro son las protestas a las afueras del Congreso ante el retraso de la transición del poder.
En México esperamos que la nueva administración busque desmantelar (aunque no será sencillo) ese sistema de corrupción e impunidad, tan dañino para la población guatemalteca, y que, en su lugar, se reconstruya un Estado que trabaje en favor del bienestar general, en lugar del enriquecimiento de unas cuantas personas.
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